Muertos en batalla en 1914
El día de
hoy, primero de abril de 2014, se cumplen cien años exactos desde que la
División del Norte, comandada por el general Francisco Villa, lanzara su última
ofensiva militar constitucionalista sobre la ciudad de Torreón.
En efecto, tras
una serie de batallas, escaramuzas y encuentros que comenzaron desde mediados
de marzo, en distintos lugares de la Comarca Lagunera de Durango, el día
primero de abril de 1914 se dio el último enfrentamiento bélico entre el
Ejército del Nazas (federal) al mando del general José Refugio Velasco, y la
División del Norte, comandada por el legendario “Pancho Villa”.
Esta fue una
acción de ataque directo contra la ciudad, e incluso los constitucionalistas
lograron entrar a ella por distintos rumbos, estableciendo fieros
combates, muchas veces cuerpo a cuerpo.
El general Velasco comprendió que no
había mucho que hacer, pues los refuerzos que venían en su apoyo de Monterrey,
ya habían sido interceptados. La caída de Torreón resultaba cosa de horas.
El día siguiente, dos de abril, sería de descanso para los constitucionalistas, puesto que se les ordenó evitar el combate y reparar fuerzas. El general Velasco decidió abandonar la ciudad de Torreón precisamente ese día dos, día que conmemoraba una histórica victoria de un general mexicano contra los invasores franceses, pero que para Velasco significaría para siempre, una derrota en una lucha entre mexicanos. A bordo de los trenes federales, abandonó la ciudad por la tarde, y su retirada fue cubierta por una densa tolvanera, de esas que son típicas en la Comarca Lagunera entre los meses de febrero y abril.
La mañana del
tres de abril de 1914, ya sin obstáculo alguno, las tropas de la División del Norte
ocuparon Torreón. La Toma de Torreón significó un golpe de muerte contra el
poder del usurpador y asesino Victoriano Huerta, pues la ruta ferroviaria a
Zacatecas y a la Ciudad de México quedaba abierta para las fuerzas
constitucionalistas.
Pero la Toma
de Torreón también constituyó una victoria sobre los planes que tramaron para
México algunos políticos estadounidenses, aquéllos que dieron luz verde para el
asesinato de Madero y el encumbramiento de Victoriano Huerta.
Por otra
parte, la serie de batallas para tomar la Ciudad de Torreón implicó la muerte
de muchas vidas. Casi siempre celebramos al vencedor y olvidamos que su
victoria la hizo posible la sangre de muchos hombres. Sin esa masa que injustamente
decidimos mantener anónima, sin su cuota de sangre, estos héroes de la guerra que la historia sí recuerda, no serían lo que llegaron a ser.
Por el recuerdo de esos otros numerosos héroes que ofrendaron
sus vidas de manera tan generosa como anónima, debemos poner un poquito de
sordina a nuestras manifestaciones de politizada alegría, y convertir nuestra celebración
en una conmemoración de los valientes (de ambos bandos, todos mexicanos) caídos en combate.
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