La llegada de las aguas del Río Nazas por su cauce original, solía ser todo un acontecimiento para muchísimos habitantes de la Comarca Lagunera. Probablemente nuestros visitantes de regiones más favorecidas, encontraban gracioso y hasta inconcebible tanta alegría por algo tan “cotidiano” como el paso del agua por el lecho de un río.
En La Laguna, la
llegada de las aguas suscitaba el mismo fenómeno de alegría y reverencia con que
los habitantes del Alto y Bajo Egipto recibían las crecientes del Nilo. En el
desierto, el agua es vida, y también riqueza. La madre tierra y el padre Nazas
han sido personificados desde hace muchísimo tiempo por los laguneros. Parte
muy simbólica de esta alegría generalizada era la ceremonia de la preparación y
libación de “la tinaja”. Esta podía ser una tinaja común o ponchera, la cual se
llenaba con diferentes bebidas e ingredientes, para derramarla sobre las
primeras aguas que llegaban.
De esta manera, “bebiendo”, el padre Nazas era
hecho partícipe el regocijo de la población por su llegada. Este era un brindis
que compartían los agricultores reunidos con este fin junto al Nazas, y que
marcaba el inicio de las bonanzas algodoneras que hicieron tan famosa y rica a
la región. De alguna manera, esta ceremonia festiva rememoraba fuertemente las
bendiciones sobre las aguas del Nilo.
En alguna ocasión,
hace algunos años, durante una comida con el alcalde de Torreón, tuve
oportunidad de charlar con algunos de los integrantes de la Comisión Asesora
del Museo del Algodón, es decir, con los señores Alberto González Domene,
Germán González Navarro, Ramón Iriarte Maizterrena y José Fernández Torres. Sus
familias han sido tradicionalmente algodoneras, o han tenido fuertes nexos con
el cultivo y el aprovechamiento del algodón, como sucede con el alcalde mismo.
Una de las cosas
que yo traía pendiente por entonces en mi agenda de investigación, era la
composición exacta de la bebida con la que los agricultores laguneros brindaban
y arrojaban al Río Nazas a la llegada de sus aguas. Tras un refrescante desfile
de recuerdos, los comensales llegaron al consenso en lo que a continuación se
refiere:
Cuando las aguas
del Nazas estaban próximas a brincar los vertedores e iniciar así la
distribución del agua de riego en La Laguna de Coahuila, los terratenientes se
juntaban en un lugar para celebrar el inicio del ciclo algodonero. Ahí se colocaban
mesas para el banquete, y sobre las mesas había poncheras. En estas poncheras
se vertía hielo frappé, champaña, vino blanco, cuadritos de manzana y un toque
de kirsch. Tanto al recipiente como a la bebida preparada se le conocía como
“la tinaja lagunera”. Con esta bebida se festejaba la llegada de las aguas. Y
sin duda, se trata de una bebida muy comarcana.
Las poncheras, que en ocasiones eran de plata, servían tanto para contener la bebida que se preparaba tradicionalmente para los banquetes de bienvenida de las aguas del río, como para para arrojar su contenido a las aguas del Nazas, haciéndolo así partícipe de la alegría general.
La Compañía
Metalúrgica de Torreón.
Una de las compañías industriales más prósperas en la historia de nuestra ciudad lo fue, sin duda, la Compañía Metalúrgica de Torreón, la cual se fundó cuando nuestra población era apenas una estación del ferrocarril, una pequeña congregación, tres años antes de que fuera elevada al rango de villa.
Esta compañía mexicana y lagunera, se fundó en 1890,
según el “Álbum de la Paz y el Trabajo”, con un capital inicial de $
1,250.000.00, que de acuerdo a la escritura pública de 20 de junio de 1900 se
aumentó a $ 2,500,000.00 y más tarde a $ 3,500,000.00 en vista del crecimiento
de sus operaciones, las cuales demandaban mayor inversión para obtener todo el
éxito que finalmente tuvieron. Este éxito fue causa de cuantiosas derramas
económicas para los capitales invertidos, al grado de que en diferentes
ocasiones se decretaron dividendos hasta de un 25% sobre el monto del capital.
El consejo de administración, en 1910, estaba
constituido por un presidente, el señor Ernesto Madero, un vicepresidente, el
señor Carlos González, un secretario, el Lic. Praxedis de la Peña, un tesorero,
el señor Pedro Torres Saldaña, y seis vocales, los señores Ernesto Madero,
Tomás Mendirichaga, Joaquín Serrano, Francisco Frumencio Fuentes, Rómulo
Larralde y Marcelino Garza.
La planta de fundición en Torreón tenía (en 1910) ocho
hornos con capacidad para fundir en conjunto, cien toneladas diarias de
minerales. Producía por entonces mil quinientas toneladas mensuales de plomo de
obra que exportaba a Inglaterra para su afinación. Compraba minerales de todas
clases pagando los mejores precios. La fundición comenzó a funcionar con cuatro
hornos en 1902, y en 1904 ya había duplicado su capacidad.
“El Diario”, en su edición del jueves 25 de octubre de
1906, página siete, primera columna, publicó un artículo que intitulaba “La
Compañía Metalúrgica de Torreón”. En este artículo, mencionaba lo siguiente:
“El Consejo de Administración de esta Compañía
industrial ha convocado una asamblea general extraordinaria para el día 22 de
Noviembre próximo con el fin de discutir y aprobar, si así lo cree conveniente,
el aumento de capital a $ 5,000,000.00 por medio de una emisión de 15,000
acciones con valor a la par de $100.00 cada una, de las cuales, 12,500 acciones
se ofrecerán a los accionistas de esa Compañía, en proporción a sus
representaciones y 2,500 acciones serán cambiadas por igual número de bonos
fundadores.
Esta Compañía cuenta actualmente con un capital
efectivo completamente pagado de $ 3,500,000.00 representados por 35,000
acciones de a $ 100.00 cada una. Las acciones de esta compañía industrial se
cotizan en plaza a $127.00, el año pasado se cotizaron como máximum a $ 175.00
y como mínimum a $ 140.00”.
Para 1910, Torreón
era una floreciente ciudad de economía agroindustrial que producía telas,
jabones y otras manufacturas. Sin embargo, cuando vemos la lista de
exportaciones torreonenses a los Estados Unidos, notamos que casi el 100%
estaba constituido por materias primas, incluyendo los metales de la Compañía
Metalúrgica.
En 1910 el valor de
las exportaciones torreonenses a los Estados Unidos durante el primer
trimestre, fue el siguiente, de mayor a menor:
Guayule $3, 934,
330.07; plata $1, 173, 354.11; pieles sin curtir, $399, 356.32; oro, $306,
067.09; plomo, $293, 863.48; pieles curtidas, $87,724.42; arsénico, $21,
811.44; glicerina cruda, $20, 816.10; semilla de algodón, $11,587.28; cerda,
$3, 224.42; mercurio, $765.05; guano, $586.17; cuerno $305.05 y maquinaria,
$305.05.