A veces, a los seres humanos no les son suficientes sus pobres luces intelectuales o morales para decidir en casos de conciencia, y deben recurrir a la experiencia, erudición o razones de otros para fortalecer, y a veces cambiar, las propias convicciones.
Este es el caso del tristemente célebre teniente coronel Ignacio de Elizondo, soldado insurgente que desertó de las filas de Allende e Hidalgo para pasarse a las de los novohispanos leales al gobierno establecido. Peor aún, si hubiera demostrado su cambio de lealtades de manera abierta, no se le hubiera tomado en cuenta sino como mera mudanza de opinión y vuelta al servicio de las autoridades constituidas, a quienes originalmente les había jurado obediencia. Pero hacerlo de manera encubierta, traicionando la confianza que sus antiguos superiores tenían en él, eso lo convirtió en un renegado, un traidor, un hombre sin honor.
Como es de todos bien conocido, el teniente coronel Ignacio de Elizondo capturó en Acatita de Baján al grupo de insurgentes que se dirigía desde Saltillo hacia Texas, y de ahí a los Estados Unidos. Ignacio de Elizondo estuvo al mando de esa operación en que fue cercenado de golpe el impulso libertador que comenzó en la parroquia de Dolores, en Guanajuato.
Tómese en cuenta, aunque sin disculparlo en lo absoluto, que fue aconsejado por hombres de iglesia, como el subdiácono J. Manuel Zambrano (en 1815 recomendado por el obispo de Nuevo León, Primo Feliciano Marín de Porras) o el cura de Monclova, el padre Galindo, para cometer traición. Debemos recordar que no era el ejército ni el pueblo, sino el clero mismo, quien más odio le tenía a Hidalgo, quien era un sacerdote consagrado y en funciones antes de ser excomulgado por el obispo Manuel Abad y Queipo. Desde el punto de vista del clero fiel al virrey, Hidalgo ponía en peligro la relación entre la Corona y la iglesia novohispana. Y en el ejército de Hidalgo militaban muchos religiosos rebeldes. Era natural que el clero considerara a Hidalgo un gran seductor del clero y del pueblo, y que quisieran capturarlo a cualquier precio, incluso el de la traición.
El teniente coronel Ignacio Elizondo provenía de una antigua familia de militares distinguidos, valerosos y honorables, originarios de lo que actualmente llamamos Coahuila y Nuevo León. Sería una pena que por la trayectoria de un solo individuo pudiera mancharse el prestigio de un linaje completo.
Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal nació en Salinas Victoria, Nuevo León, donde fue bautizado el 20 de marzo de 1766, siendo hijo de José Marcos de Elizondo González y de María Josefa de Villarreal (libro de bautizos 1721-1790). Por ironías de la vida, la parroquia en que fue bautizado fue la de Nuestra Señora de Guadalupe, la misma advocación del estandarte guía del padre Hidalgo.
El teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal era nieto paterno del capitán Bartolomé de Elizondo de la Garza y Francisca Javiera González Treviño. Era bisnieto del general Pedro de Elizondo González, quien nació en Saltillo hacia 1670, y de María de la Garza-Falcón y Rentería. Era tataranieto del capitán Francisco de Elizondo de Aguilar, y de Beatriz González de Paredes y Olea.
Los Elizondo, de acuerdo a los estudios efectuados y documentados por sus actuales descendientes, se apellidaban Elizondo-Urdiñola, y procedían de Oyarzun, en Guipúzcoa. De ese lugar era originaria la familia del conquistador Francisco de Urdiñola.
El teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal se casó con Gertrudis García de la Garza, con quien tuvo once hijos e hijas.
Francisco Ignacio tuvo un hermano llamado José Nicolás de Elizondo Villarreal, quien se casó con una hermana de Gertrudis García de la Garza, María de Jesús García. Este matrimonio procreó a María Victoriana Coleta Elizondo García, quien casó con Francisco José Madero Gaxiola, matrimonio que a su vez procreó nada menos que a don Evaristo Madero Elizondo, patriarca y genearca de los Madero de la Comarca Lagunera.
De esta manera, aunque los Madero no descienden del teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal, sí descienden de un hermano de él, y comparten la ilustre y centenaria ascendencia de las familias Elizondo, Villarreal, Treviño y González-de-Paredes.
Como podemos ver por este caso concreto, las familias no pierden su prestigio por las acciones torpes de un solo individuo. Hay muchos descendientes de las ramas Elizondo que han sido y son ciudadanos ejemplares. Es tiempo de quitarles de encima el deshonor de un solo individuo que obró mal, a título personal.
Este es el caso del tristemente célebre teniente coronel Ignacio de Elizondo, soldado insurgente que desertó de las filas de Allende e Hidalgo para pasarse a las de los novohispanos leales al gobierno establecido. Peor aún, si hubiera demostrado su cambio de lealtades de manera abierta, no se le hubiera tomado en cuenta sino como mera mudanza de opinión y vuelta al servicio de las autoridades constituidas, a quienes originalmente les había jurado obediencia. Pero hacerlo de manera encubierta, traicionando la confianza que sus antiguos superiores tenían en él, eso lo convirtió en un renegado, un traidor, un hombre sin honor.
Como es de todos bien conocido, el teniente coronel Ignacio de Elizondo capturó en Acatita de Baján al grupo de insurgentes que se dirigía desde Saltillo hacia Texas, y de ahí a los Estados Unidos. Ignacio de Elizondo estuvo al mando de esa operación en que fue cercenado de golpe el impulso libertador que comenzó en la parroquia de Dolores, en Guanajuato.
Tómese en cuenta, aunque sin disculparlo en lo absoluto, que fue aconsejado por hombres de iglesia, como el subdiácono J. Manuel Zambrano (en 1815 recomendado por el obispo de Nuevo León, Primo Feliciano Marín de Porras) o el cura de Monclova, el padre Galindo, para cometer traición. Debemos recordar que no era el ejército ni el pueblo, sino el clero mismo, quien más odio le tenía a Hidalgo, quien era un sacerdote consagrado y en funciones antes de ser excomulgado por el obispo Manuel Abad y Queipo. Desde el punto de vista del clero fiel al virrey, Hidalgo ponía en peligro la relación entre la Corona y la iglesia novohispana. Y en el ejército de Hidalgo militaban muchos religiosos rebeldes. Era natural que el clero considerara a Hidalgo un gran seductor del clero y del pueblo, y que quisieran capturarlo a cualquier precio, incluso el de la traición.
El teniente coronel Ignacio Elizondo provenía de una antigua familia de militares distinguidos, valerosos y honorables, originarios de lo que actualmente llamamos Coahuila y Nuevo León. Sería una pena que por la trayectoria de un solo individuo pudiera mancharse el prestigio de un linaje completo.
Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal nació en Salinas Victoria, Nuevo León, donde fue bautizado el 20 de marzo de 1766, siendo hijo de José Marcos de Elizondo González y de María Josefa de Villarreal (libro de bautizos 1721-1790). Por ironías de la vida, la parroquia en que fue bautizado fue la de Nuestra Señora de Guadalupe, la misma advocación del estandarte guía del padre Hidalgo.
El teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal era nieto paterno del capitán Bartolomé de Elizondo de la Garza y Francisca Javiera González Treviño. Era bisnieto del general Pedro de Elizondo González, quien nació en Saltillo hacia 1670, y de María de la Garza-Falcón y Rentería. Era tataranieto del capitán Francisco de Elizondo de Aguilar, y de Beatriz González de Paredes y Olea.
Los Elizondo, de acuerdo a los estudios efectuados y documentados por sus actuales descendientes, se apellidaban Elizondo-Urdiñola, y procedían de Oyarzun, en Guipúzcoa. De ese lugar era originaria la familia del conquistador Francisco de Urdiñola.
El teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal se casó con Gertrudis García de la Garza, con quien tuvo once hijos e hijas.
Francisco Ignacio tuvo un hermano llamado José Nicolás de Elizondo Villarreal, quien se casó con una hermana de Gertrudis García de la Garza, María de Jesús García. Este matrimonio procreó a María Victoriana Coleta Elizondo García, quien casó con Francisco José Madero Gaxiola, matrimonio que a su vez procreó nada menos que a don Evaristo Madero Elizondo, patriarca y genearca de los Madero de la Comarca Lagunera.
De esta manera, aunque los Madero no descienden del teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal, sí descienden de un hermano de él, y comparten la ilustre y centenaria ascendencia de las familias Elizondo, Villarreal, Treviño y González-de-Paredes.
Como podemos ver por este caso concreto, las familias no pierden su prestigio por las acciones torpes de un solo individuo. Hay muchos descendientes de las ramas Elizondo que han sido y son ciudadanos ejemplares. Es tiempo de quitarles de encima el deshonor de un solo individuo que obró mal, a título personal.
1 comentario:
Yo soy Elizondo 😀, 10 años tarde
Publicar un comentario