Uno de los platillos más populares y
consumidos en la Comarca Lagunera es, sin duda, el menudo. En La Laguna le
conocemos simplemente como menudo. En otras partes del país se le llama “menudo
rojo” por estar confeccionado con chile seco de este color, a diferencia del
menudo blanco.
Esta sopa es, sin duda, una delicia gastronómica que llegó de
España con la conquista y colonización, así como con la introducción del ganado
mayor que no existía en América Precolombina. Los “callos” (menudo a la
española) en sus diferentes recetas, son platillos que existían en España antes
de 1492. Al llegar a Nueva España las recetas de los viejos platos castellanos
—y ya supuesta la disponibilidad de ganado vacuno— los callos hispanos fueron
sazonados con las especias usadas por las culturas autóctonas.
Así surgió el
menudo colorado, que lleva trozos de carne del aparato digestivo de la vaca
(panza, callo, libro), pozole (maíz cacahuazintle), chile colorado y pata de
vaca como principales ingredientes. Así que, en su versión lagunera, se trata
de un plato de carácter mestizo.
En la España del Antiguo Régimen, los
callos representaban un alimento muy económico y, al decir de algunos, muy
característicos de las tabernas. Desde las humildes cantinas experimentaron una
movilidad ascendente hasta los restaurantes de categoría.
En Torreón, el menudo se consume desde
los orígenes de la población. En locales comerciales formales lo encontramos en
el restaurant del ferrocarril como un platillo disponible todos los días, por
lo menos desde 1925. Sin embargo, el salto a los restaurantes requirió su
tiempo, al igual que en España.
Yo recuerdo que a mediados del siglo XX el
menudo se ofrecía los domingos en diversas esquinas y banquetas de la ciudad,
particularmente en los barrios. Se trataba de improvisados comercios dotados de
mesas cubiertas de rústicos y policromos manteles de plástico, con sus respectivas bancas
del mismo largo de la mesa acomodadas sobre las aceras, al lado de grandes
ollas de humeante menudo.
El cliente pedía el plato a su gusto, con pata o sin
ella, mientras la dueña del improvisado establecimiento hundía un largo
cucharón para seleccionar el tipo de carne, la pata, los maíces y finalmente el
caldo. Los platos solían ser hondos y vidriados en vivos colores, adquiridos en
La Alianza o en el Mercado Juárez. Había platitos de peltre con cebolla picada,
orégano y limones partidos para sazonar.
Pero también existían los vendedores
ambulantes, que llevaban grandes ollas de peltre o de aluminio a bordo de
triciclos y anunciaban a voces su mercancía. Muchos de ellos ya sabían a qué
puertas debían tocar, por contar con clientes habituales.
Por supuesto que en muchos hogares se
cocinaba el menudo, aunque el procedimiento de limpieza de la carne era
dificultoso y los olores de la cocción no muy agradables. De ahí que muchos
preferían comprarlo ya hecho. El menudo, al igual que los chilaquiles picosos,
tenía y tiene fama de ser un buen remedio para la “cruda” o resaca.
El "pan francés" torreonense, con el que se acompaña el menudo
Algunas de los restaurantes que
ofrecían menudo eran, entre otras: “Bordens”, “Meléndez”, “Barreto”, “El
Danubio”, “Ocampo”, “Múzquiz”, “Peche”, “José” y “La Norteña”.
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