Uno de los fenómenos sociales más interesantes de los últimos tiempos, es el del avistamiento de los denominados “objetos voladores no identificados”.
Sería poco científico negar que existen algunos fenómenos físicos y visuales que son percibidos por grupos enteros de personas. Pero claro, puede haber una gran diferencia entre la naturaleza real del fenómeno, y lo que la gente interpreta ser la naturaleza del fenómeno.
Un cronista puede certificar que cierto grupo o cierta cantidad de personas vieron un grupo de luces que parecían avanzar a gran velocidad y en formación. Pero el Cronista no puede ir más allá. No puede afirmar que se trata de vehículos militares o extraterrestres, porque no cuenta con las pruebas para calificar el fenómeno.
Por lo tanto, la tarea del cronista en estas materias, consiste en dejar constancia de que en tal lugar, en cierta fecha, algunas personas vieron un fenómeno físico, lumínico o auditivo extraño. En todo caso, hacer constar lo que los perceptores creyeron o interpretaron que era dicho fenómeno, pero sin tomar partido, precisamente por la falta de pruebas.
A veces, se pueden agregar datos curiosos a la información, por ejemplo, que el radar del aeropuerto de la localidad captó objetos sólidos en el espacio aéreo donde se suscitó el fenómeno. O bien, que cierto número de testigos independientes entre sí, observaron luces extrañas a determinada hora y en el mismo lugar. Pero ese sería un dato complementario, que no ayuda a discernir la naturaleza real del fenómeno. Solamente ayuda a establecer una hipótesis: ¿hubo ilusión óptica, o no? Pero nada más. En estas cosas, más vale andar con pies de plomo.
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