El Río Nazas y sus puentes
Según las crónicas jesuitas, los años de
1612 y 1613, fueron memorables en la historia hidrológica de la Comarca
Lagunera, llamada por entonces Provincia o País de La laguna. Muchas personas
piensan que no existen registros de las conductas del Nazas y del Aguanaval
sino hasta tiempos muy recientes, pero esto no es verdad. Existen registros que
abarcan parte de los siglos XVI, XVII y XVIII. Basta dar un vistazo a los
manuscritos de crónica de los misioneros, o en la “Pequeña Historia de La
Laguna” del padre Dionisio Gutiérrez.
Las avenidas del Río Nazas, desde
principios de julio hasta finales de septiembre de 1612, fueron
extraordinarias, al punto de que los laguneros de entonces no recordaban algo
parecido en 30 años (desde 1582). En el pueblo de San Ignacio, las primeras
avenidas dejaron su iglesia sin los estribos que la apuntalaban, y la tercera
avenida, la derribó por completo. Es un dato de tomar en cuenta, que los
primeros bordos de defensa edificados para proteger a una población de las
avenidas del Nazas, se construyeron ese año en ese pueblo, 356 años antes que
los de Torreón de 1968. Y aunque el pueblo salió ileso, no sucedió así con la
iglesia.
En el pueblo de San Pedro, el río excavó
una gran boca o hendidura por la cual se coló el agua a parte del pueblo, pero
con la fuerza que traía el agua, el río abrió un enorme canal, y la amenaza
resultó ser tan grande, que los habitantes de San Pedro huyeron despavoridos.
Hay que recordar que La Comarca Lagunera era tierra de misiones, y que los
pueblos estaban poblados por indios. En la era colonial, los pueblos solían ser
de indios. En el caso de los ya citados, se trataba de indios laguneros.
Quienes huyeron despavoridos en San Pedro eran indios laguneros, y recordaban
que en una ocasión semejante, se había ahogado un gran número de sus ancestros.
Durante el año de 1613 pasó exactamente
a la inversa. Fue tal la sequía, que los indígenas temían que el río se secase
por completo. Ellos sabían y daban testimonio de que, en el pasado
prehispánico, esto había sucedido muchas veces, y que el fenómeno siempre
llevaba consigo una lucha a muerte entre las “naciones” por la posesión de los
esteros de la laguna grande. Los esteros en tiempo de secas aparecen dibujados
en el mapa glosado de Núñez de Esquivel y de Dionisio Gutiérrez, de 1787. Es
revelador que las primeras luchas por el agua no se dieron entre españoles y
tlaxcaltecas en Parras, sino en la cuenca de la Laguna de Mayrán desde siglos,
quizá milenios atrás.
En tiempos de sequía, quienes lograban
la posesión de los esteros contaban con agua y peces para algún tiempo. Pero la
situación misma de sequía generaba grandes hambrunas, que muchas veces se
“resolvieron” –tal fue el testimonio de los aborígenes en 1613- con la lucha de
unas “rancherías”, “naciones” o “grupos” contra otros, sobre todo contra
aquellos grupos con los cuales tenían enemistad, con el objeto de matarlos y
comérselos. Es decir, en tiempos de hambre extrema, la guerra con fines de
antropofagia fue una práctica de los aborígenes laguneros.
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