Escudo de Torreón

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lunes, junio 22, 2015

Medios y control social en la historia







Para iniciar, menciono la existencia de una gran falta de educación vial y de respeto al peatón en la Comarca Lagunera. Pareciera que automovilistas y camioneros creyeran que calles y avenidas son exclusivamente para el uso de los vehículos automotrices. Quizá creen que los peatones tenemos alas para transitar por espacios etéreos, sin tocar “sus” preciadas calles y avenidas. Todos hemos visto casos de ancianas que a duras penas y con verdadero terror, cruzan la cinta asfáltica, presionadas por los conductores se les echan encima, sin querer disminuir su velocidad. Pareciera que incluso aceleran para cortarle el paso a la anciana. Realmente es una pésima actitud faltarles al respeto a los peatones. Da la impresión de que se trata de un fenómeno social de clasismo o discriminación sobre ruedas. Considero que el ayuntamiento de Torreón debe crear la multa por falta de respeto al peatón. A ver si así nos vamos educando. 

Y para entrar en materia: durante la primera década del siglo XX, el Magonismo era el soporte ideológico de lo que se esperaba fuera una revolución armada que saneara al país, adelantándose incluso al movimiento de Madero. En verdad contaba con un fuerte trasfondo liberal, con lo que tenía de anticlerical y anti-imperialista, y con el tiempo adquirió los elementos anarquistas que le caracterizaron. Quizá el Magonismo fue, a su manera, la reacción dialéctica contra la creación del Estado Fuerte que propugnaban los liberales mexicanos del primer tercio del siglo XIX. El Positivismo socioeconómico y el Darwinismo Social, instalados cómodamente a la sombra del Porfiriato, orientaron la beligerancia del Magonismo contra la entonces llamada “trinidad maldita”: el capital, la autoridad y el clero.

Es innegable que el Magonismo y los hechos violentos que originaron constituyeron verdaderos fenómenos sociales, es decir, de naturaleza colectiva y compartida.

No se les podía negar su naturaleza de estallidos sociales que buscaban el remedio de situaciones angustiosas de agravio e insatisfacción popular.

Desde finales del siglo XVII, el filósofo inglés John Locke había establecido que la misión del Estado era la de proteger los derechos y las libertades de los ciudadanos en su conjunto y totalidad. Que si el Estado no cumplía con esta misión, el pueblo podía demandárselo.

Sin embargo, la experiencia histórica muestra que el poder no se suicidaba y que tendía a perpetuarse. Los periódicos mexicanos de junio-julio de 1908 lanzaron de inmediato el epíteto de “ladrones” sobre los revolucionarios magonistas que por la fuerza de las armas tomaron los poblados de Las Vacas (Acuña) y Viesca, para proclamar a los cuatro vientos que no se trataba de revolucionarios. Y esto, aunque algunos de estos revolucionarios, ya presos, declararon serlo. Y en cuanto al periódico “El Diario” que dijo que efectivamente se trataba de revolucionarios, reconociendo con ello de manera implícita que en México existían agravios sociales por saldar, los otros diarios lo tildaron de “traidor”.

Vemos en estos hechos históricos una confirmación del postulado de la escuela de Frankfurt, la cual propuso que el poder político y económico tiende a forjar alianzas con los medios de comunicación masiva para mantener la apariencia de bienestar social y conservar en funciones el aparato productivo. Es decir, los medios deliberadamente crean una realidad mediática “aceptable” para que la sociedad la asuma como “la verdadera y reconfortante realidad”.

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