En 1943, en un ensayo periodístico,
Mariano Alcocer expresaba:
“A diario encarece la vida; el jefe de familia se
encuentra día a día con el problema de que el monto nominal de sus ingresos
cada vez le sirve para comprar menos satisfactores de sus necesidades. Hasta la
indita que vende verdolagas en humildísimo puesto en el mercado, contesta a la
pregunta de la compradora sobre por qué da tan caro, con esta frase u otra
parecida: ‘el dólar, marchantita.’”
Alcocer se preguntaba en su momento
(pregunta retórica) por qué el poder adquisitivo del peso estaba determinado
por la paridad con el dólar estadounidense. Y menciona una serie de datos de
interés para la historia de la relación cambiaria entre México y Estados
Unidos, de pérdida para el peso en 1820, ligero repunte en 1860, y continuo
descenso de 1920 a la fecha del artículo (1943).
Y dice: “En tal año [1920] el
tipo medio [de cambio] fue de 2.009; en 1925 de 2.025; en 1930, de 2.122; en
1935, de 3.499; en 1940, de 3.181; en 1941, de 5.396; y en 1942, de 4.850”.
Sabemos que durante el resto del siglo XX, la devaluación del peso continuó
cuesta abajo su rodada; que en 1993 se maquilló este fenómeno (por fines
políticos) con la supresión de los tres ceros a la moneda, y que a pesar de
todo, la inercia devaluatoria continúa en el siglo XXI. El peso mexicano ha
llegado a niveles ínfimos en las últimas semanas. Un dólar cuesta ahora más de
18 mil pesos de aquéllos, los de antes de 1993.
Pero la moneda no tiene vida propia. Su
valor es sólo el reflejo de la solidez de la economía y de las instituciones
que le respaldan. Los países con economías fuertes, tienen monedas fuertes.
Pero hay otros factores que también cuentan: la solidez y transparencia de las
instituciones democráticas, el bienestar y la paz social, sin excluir la
adecuada distribución de la riqueza entre la población (empleos dignos y bien
remunerados), las favorables condiciones para la inversión, la diversificación
de la economía con productividad y competitividad a nivel internacional, la
solvencia en términos de monto de deuda externa y las buenas condiciones de la
balanza comercial.
México es un país que, a través de su
historia, se ha caracterizado por su gran riqueza de recursos naturales, pero
también por la incapacidad, falta de voluntad política, mezquindad o corrupción
de sus gobernantes para aprovecharlos en favor del ciudadano común.
La división
ideológica o partidista, así como la falta de consensos sobre el
establecimiento de un proyecto de desarrollo económico nacionalista a largo
plazo, sumados a la voracidad de otras naciones, han creado las condiciones
para el deterioro económico del país y, por ende, del peso.
Nuestra historia
nacional demuestra que en muchas ocasiones los gobiernos, erigidos en cúpulas
de poder entretejidas de inconfesables redes de complicidades, toman decisiones
de espaldas al pueblo, sólo por beneficio propio. Olvidan que la única razón
para la existencia de un gobierno es la de crear y administrar bienestar para
su pueblo.
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