Anoche, en el juego de “ida”, el Santos derrotó al Necaxa por dos goles a uno. Toda la Comarca Lagunera estuvo pendiente del juego. Las acciones, sobre todo las afortunadas, eran celebradas y magnificadas por grupos de amigos o vecinos, y la algarabía se dejaba sentir desde el bar más exclusivo hasta los multifamiliares y colonias populares.
¿Por qué este equipo ejerce tal fascinación entre los Laguneros?... para nuestros buenos amigos y lectores regionales, pero mucho más para los que no radican en Torreón, y que quizá nunca han tenido oportunidad de visitarnos, trataré de brindarles, en unas pocas palabras, una explicación que aclare, al menos en parte, este fenómeno social.
En primer lugar, hay que entender que la Comarca Lagunera es una región, parte ubicada en Coahuila y parte en Durango. Felipe II, en abril de 1594, autorizó a los misioneros jesuitas a evangelizar “La Provincia de La Laguna”. Prácticamente, fueron estos religiosos los que configuraron su territorio, hasta que el rey Carlos III lo “repartió” entre dos provincias, ahora convertidas en estados, Coahuila y Durango.
Los marqueses de Aguayo y los condes de San Pedro del Álamo (las dos se convirtieron en una sola familia a principios del siglo XVIII) poseían casi la mayoría de las tierras en La Laguna de Coahuila y de Durango. Sus haciendas y ranchos se manejaban como una sola entidad económica situada a ambos lados del Río Nazas. Y claro, los factores que hemos mencionado (aunque no son todos los que intervinieron) han dejado huella, a saber, la consciencia de vivir en una misma región de ríos y lagunas, y de tener unidad religiosa, administrativa, social y económica.
La Comarca Lagunera fue una región “de frontera”, es decir, un espacio donde se enfrentaban dos culturas diferentes. Por un lado la cultura occidental, católica, castellana y mestiza novohispana, contra las culturas de los indios bárbaros, nómadas y extremadamente sanguinarios. La posibilidad del enfrentamiento cotidiano, creó no solamente lazos de profunda solidaridad entre los laguneros, sino que les dio la oportunidad de entender en cabeza propia que su vida dependía, literalmente, de sus acciones.
Hay quienes piensan que la Comarca Lagunera es Torreón. Esta es una aseveración extremadamente equivocada. La Laguna (occidentalizada) existe desde 1598, y sus primeros éxitos comerciales fueron la ganadería, el cultivo de la vid y la producción y comercialización de vinos y aguardientes. En nuestra Comarca, la vitivinicultura estaba permitida y exenta de impuestos por la Corona.
El algodón ya se sembraba en la Comarca desde 1787, quizá antes. Lo que actualmente es la ciudad de Torreón inició como un ranchito de la Hacienda de San Lorenzo de La Laguna hacia 1850, año más, año menos. Desde el punto de vista económico, la producción de este ranchito no tenía gran importancia. En realidad, la suerte cambió para Torreón en 1888, cuando se convirtió en el principal ferropuerto de toda la Comarca Lagunera, a la vez que el gobierno del Coahuila exentaba de impuestos a quienes quisieran establecerse en esta población.
A partir de entonces, los productores algodoneros de la región quisieron tener fábricas de hilados y tejidos, fábricas de aceites, jabones, etc. en Torreón. Nuestra población sufrió un cambio cualitativo (una mutación), ya que de simple rancho de economía agropecuaria, pasó a convertirse en una urbe de economía industrial.
Lo anteriormente dicho no está de más, ya que los factores mencionados hacen que el lagunero se sienta orgulloso de ser quien es.
Sin la herencia de traumas de conquista (La Laguna no fue conquistada, sino colonizada) y sin resentimientos étnicos (el mestizaje principal se dio con los orgullosos e invictos tlaxcaltecas) el lagunero siente que su destino depende de lo que haga con él. Las lecciones del desierto son duras: el que no lucha por su supervivencia, muere. Y esto era aun más peligroso cuando el desierto era la puerta de entrada de las incursiones guerreras de apaches y tobosos. El lagunero pues, no es fatalista ni se siente inferior a nadie. Eso le da una gran seguridad en sí mismo, al punto de ser muy hospitalario. Sabe defenderse, no le teme a nada, puede hablar directo y claro.
¿Por qué este equipo ejerce tal fascinación entre los Laguneros?... para nuestros buenos amigos y lectores regionales, pero mucho más para los que no radican en Torreón, y que quizá nunca han tenido oportunidad de visitarnos, trataré de brindarles, en unas pocas palabras, una explicación que aclare, al menos en parte, este fenómeno social.
En primer lugar, hay que entender que la Comarca Lagunera es una región, parte ubicada en Coahuila y parte en Durango. Felipe II, en abril de 1594, autorizó a los misioneros jesuitas a evangelizar “La Provincia de La Laguna”. Prácticamente, fueron estos religiosos los que configuraron su territorio, hasta que el rey Carlos III lo “repartió” entre dos provincias, ahora convertidas en estados, Coahuila y Durango.
Los marqueses de Aguayo y los condes de San Pedro del Álamo (las dos se convirtieron en una sola familia a principios del siglo XVIII) poseían casi la mayoría de las tierras en La Laguna de Coahuila y de Durango. Sus haciendas y ranchos se manejaban como una sola entidad económica situada a ambos lados del Río Nazas. Y claro, los factores que hemos mencionado (aunque no son todos los que intervinieron) han dejado huella, a saber, la consciencia de vivir en una misma región de ríos y lagunas, y de tener unidad religiosa, administrativa, social y económica.
La Comarca Lagunera fue una región “de frontera”, es decir, un espacio donde se enfrentaban dos culturas diferentes. Por un lado la cultura occidental, católica, castellana y mestiza novohispana, contra las culturas de los indios bárbaros, nómadas y extremadamente sanguinarios. La posibilidad del enfrentamiento cotidiano, creó no solamente lazos de profunda solidaridad entre los laguneros, sino que les dio la oportunidad de entender en cabeza propia que su vida dependía, literalmente, de sus acciones.
Hay quienes piensan que la Comarca Lagunera es Torreón. Esta es una aseveración extremadamente equivocada. La Laguna (occidentalizada) existe desde 1598, y sus primeros éxitos comerciales fueron la ganadería, el cultivo de la vid y la producción y comercialización de vinos y aguardientes. En nuestra Comarca, la vitivinicultura estaba permitida y exenta de impuestos por la Corona.
El algodón ya se sembraba en la Comarca desde 1787, quizá antes. Lo que actualmente es la ciudad de Torreón inició como un ranchito de la Hacienda de San Lorenzo de La Laguna hacia 1850, año más, año menos. Desde el punto de vista económico, la producción de este ranchito no tenía gran importancia. En realidad, la suerte cambió para Torreón en 1888, cuando se convirtió en el principal ferropuerto de toda la Comarca Lagunera, a la vez que el gobierno del Coahuila exentaba de impuestos a quienes quisieran establecerse en esta población.
A partir de entonces, los productores algodoneros de la región quisieron tener fábricas de hilados y tejidos, fábricas de aceites, jabones, etc. en Torreón. Nuestra población sufrió un cambio cualitativo (una mutación), ya que de simple rancho de economía agropecuaria, pasó a convertirse en una urbe de economía industrial.
Lo anteriormente dicho no está de más, ya que los factores mencionados hacen que el lagunero se sienta orgulloso de ser quien es.
Sin la herencia de traumas de conquista (La Laguna no fue conquistada, sino colonizada) y sin resentimientos étnicos (el mestizaje principal se dio con los orgullosos e invictos tlaxcaltecas) el lagunero siente que su destino depende de lo que haga con él. Las lecciones del desierto son duras: el que no lucha por su supervivencia, muere. Y esto era aun más peligroso cuando el desierto era la puerta de entrada de las incursiones guerreras de apaches y tobosos. El lagunero pues, no es fatalista ni se siente inferior a nadie. Eso le da una gran seguridad en sí mismo, al punto de ser muy hospitalario. Sabe defenderse, no le teme a nada, puede hablar directo y claro.
Desde hace siglos, el trabajo duro y la inversión como factores de producción, fueron muy valorados. No es de extrañar que Torreón, sin ser capital de estado, se haya construido a sí misma a base de trabajo duro y exitoso.
Pero, ¿cuál es la relación de lo que llevo dicho, con la afición al Santos? La cosa es sencilla. En primer lugar, el fútbol es el deporte nacional, o mejor aún, la obsesión nacional. Tanto así que si hiciéramos una encuesta, quedaría claro que, si nos dieran a escoger, los mexicanos preferiríamos ser campeones del mundo en fútbol antes que en economía o ciencia. En segundo lugar, los laguneros transfieren, de manera simbólica, todo el orgullo, el honor regional, al equipo de La Comarca. El verde del uniforme representa el color de los viñedos, de los algodonales y los alfalfares; el blanco es el color del algodón. Pero no bastan los símbolos, con realismo hay que añadir el trabajo personal, el esfuerzo cotidiano, para que las plantas den fruto, para que el verde se convierta en blanco, y para convertir las jugadas en goles. Los laguneros creemos que nuestra suerte la hacemos nosotros mismos.
Pero, ¿cuál es la relación de lo que llevo dicho, con la afición al Santos? La cosa es sencilla. En primer lugar, el fútbol es el deporte nacional, o mejor aún, la obsesión nacional. Tanto así que si hiciéramos una encuesta, quedaría claro que, si nos dieran a escoger, los mexicanos preferiríamos ser campeones del mundo en fútbol antes que en economía o ciencia. En segundo lugar, los laguneros transfieren, de manera simbólica, todo el orgullo, el honor regional, al equipo de La Comarca. El verde del uniforme representa el color de los viñedos, de los algodonales y los alfalfares; el blanco es el color del algodón. Pero no bastan los símbolos, con realismo hay que añadir el trabajo personal, el esfuerzo cotidiano, para que las plantas den fruto, para que el verde se convierta en blanco, y para convertir las jugadas en goles. Los laguneros creemos que nuestra suerte la hacemos nosotros mismos.
Visto así, el Santos Laguna es una proyección de nuestra realidad cotidiana, de nuestra historia y aspiraciones personales y colectivas, de nuestra mentalidad. El equipo es nuestro “alter ego”, nuestro más preciado embajador, nuestra diputación más honrosa. Lo apoyamos en las buenas y en las malas, porque su suerte no está escrita por los dioses, depende de todos nosotros, de nuestro esfuerzo. La afición lo entiende mejor que nadie, y por ello es una de las más notables del país.
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