Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

lunes, marzo 30, 2009

Los cementerios y el despojo de la memoria



Todos sabemos cuál ha sido la función primaria de los cementerios: recibir los restos mortales de las personas que desean recibir sepultura en esos recintos, si es que ellos o sus familiares pueden cumplir los requisitos. Porque hay cementerios que ya no aceptan nuevos “inquilinos” por agotamiento de espacio. Hay otros disponibles y operantes, aunque algo inaccesibles por los precios o por la exigencia de otro tipo de condiciones.

Otros cementerios, en cambio, son muy populares y por lo tanto, accesibles. Después de todo, las barreras sociales que construyen los miembros de las comunidades urbanas permanecen y se manifiestan por última vez a la hora de la muerte. Ciertamente existen camposantos cubiertos de pasto donde sólo se ven pequeñas lápidas, iguales para todos los usuarios. Pero esta “igualdad” cuesta, y no todas las personas pueden llenar los requisitos de pago para disfrutar de esa “igualdad” postmortem.

Si bien es cierto que cualquier humilde fosa sirve para sepultar un cadáver, debemos reconocer que los dolientes no satisfacen sus deseos en relación al difunto con una sencilla y simple excavación. Han existido y existen reglamentos, normas legales que regulan los espacios destinados a estos fines. Sumado a esto, debemos contar con el tributo postrero que —en forma de monumento— los dolientes desean rendir a su difunto. Los lazos afectivos entre vivos no terminan con el fallecimiento, simplemente se transforman y se perpetúan.

Precisamente en este punto queremos señalar que los cementerios cumplen con otra función, interesantísima para los científicos sociales, y, desde luego, para todos aquellos que se ocupan de la cultura y de las artes plásticas. Y es que los cementerios constituyen una especie de híbrido entre museo y archivo histórico. Si nos ponemos a considerar lo que realmente es un panteón —nombre que seguramente alude a la presencia física de las esculturas de “todos” los dioses de la antigüedad— caeremos en la cuenta de se trata de verdaderos depósitos de monumentos, objetos o artefactos (en su sentido latino de arte factum) que corresponden a ciertas clases o estratos sociales, que datan de cierta época, y que se ubican en cierto lugar o población.

La naturaleza tridimensional o plástica de los monumentos funerarios tienen que ver con la cultura material de los vivos. Es decir, en el objeto hay una estética implícita, una estética que tiene que ver con la sociedad que lo origina y que nos habla del gusto vigente, incluso a nivel de estrato social. Podemos encontrar elementos románticos, neogóticos, nouveau, decó, kitsch, naive, retro, etc. Cada monumento revela mucho del gusto y moda de su época, y también de la posición, clase, solvencia y gusto de sus constructores. En este sentido, el cementerio es museo, es biblioteca al aire libre donde podemos hacer interesantes lecturas a partir de los objetos que su espacialidad agrupa y contextualiza.

Por otra parte, el aspecto epigráfico de los monumentos nos hace concientes de que en ellos hay multitud de inscripciones que contienen información verbal que no existe en ninguna otra parte del mundo, solamente en nuestras ciudades laguneras. No sólo se puede encontrar información eminentemente biográfica; los epígrafes, en su conjunto, pueden ser objeto de estudios de población para ciertas épocas, puesto que proporcionan información como lugar de origen, edad al fallecer, estado civil.

Otra vertiente de gran interés serían los estudios culturales, es decir, los que analizan el contenido de dichos epígrafes. Se pueden estudiar los valores profesados, las creencias, la mentalidad en cuanto percepción y expresión compartidas de la realidad.

Podemos afirmar que, por contraste o comparación con los de otros lugares del norte de México, los cementerios viejos de Torreón, Coahuila, y Lerdo, Durango, poseen un carácter altamente escultórico. Canteras y mármoles sirven de materia prima para la elaboración de estelas con profusos bajorrelieves ornados de motivos florales y frontones de inspiración neoclásica.

“Alfredo Gil Alonso falleció a los 55 años, era natural de Valladolid España. Su esposa dedica este recuerdo. Agosto 27 de 1908. R.I.P.”.

En otros casos, como en el del señor Campos, la cruz de cantera está totalmente cubierta con motivos vegetales labrados en la piedra, los cuales traen a la memoria la profusa hojarasca de los lambrequines señoriales de las casas solares de Cantabria:

“Aquí descansan los restos del Sr. Jesús José Campos. Deja como herencia su honor y nombre sin mancha. 28 de julio de 1913”.

A veces, lápidas sencillas dan testimonio de recónditas historias de extranjeridad desarraigada:

“Berthe Cenoir Vve. Branger. Edeé le 22 septembre 1915 al áge de 63 ans. Prez pour elle”. Es decir:

“Bertha Cenoir viuda de Branger. Falleció el 22 de septiembre de 1915 a la edad de 63 años. Rogad por ella”.

El monumento de Herculano Sarabia, también en Lerdo, representa una cruz rodeada por el áncora de la Fe, todo en una sola pieza de cantera labrada.

En Torreón, el viejo y céntrico panteón municipal guarda una insospechada riqueza escultórica. Cruces labradas, ángeles extáticos, pétreos divanes, mujeres sollozantes que arrodilladas se abrazan a la cruz mortuoria, áncoras, ángeles necróforos, ramadanes turcos (lunas nuevas y estrellas de cantera) y mil motivos más.

Por todo lo anteriormente expuesto, podemos afirmar que los cementerios constituyen un patrimonio histórico y cultural que tiene que ver directamente con nuestra memoria colectiva. Lejos de ser objeto de particular atención, restauración y protección por parte de las autoridades o la ciudadanía, nuestros panteones más antiguos son saqueados de manera cotidiana, sin que esto parezca importarle a nadie. Hay toda una labor de salvamento por realizar.
En buena medida, la labor del Cronista Oficial incluye asesorar a las autoridades correspondientes, para la preservación de los patrimonios históricos y culturales de la ciudad. Este artículo es un llamado de atención en ese sentido.

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