Escudo de Torreón

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miércoles, marzo 11, 2009

Gritos inaudibles


La última vez que participé en un debate radiofónico en torno a la crueldad contra los animales fue con argumentos tan contundentes, que el público de la Comarca Lagunera apoyó masivamente mi posición vía telefónica. Y por supuesto, tomando en cuenta que las empresas buscan publicitar e incrementar, no restringir, las corridas de toros, no volví a ser invitado.

Mi posición a este respecto no tiene nada de especial, ni es una adhesión a “postulados” o “modas” de carácter internacional.

Para mí, es un axioma que el dolor innecesario siempre será innecesario, sea físico, mental o espiritual. Creo que solamente una mente perversa puede gozarse provocando dolor en otro ser vivo. Y como lo he dicho en otras ocasiones, una sociedad que tolera la tortura, acaba siendo avasallada por ella. Los niños torturadores se convertirán en adultos torturadores, ya como maridos, como padres, como policías, o como delincuentes.

Puedo entender, hasta cierto punto, que las corridas de toros representan un muy lucrativo negocio. A estos empresarios no les conviene sensibilizar a la gente. Pero hay innumerables casos de crueldad mucho más agresiva y mucho menos estética. Todos los hemos visto.

Para mí, siempre será un misterio el por qué el ser humano suele ser el menos humano de los seres.

No estoy en contra del consumo de carne, sino de la crueldad innecesaria en el sacrificio del ganado. No estoy en contra de los abrigos de pieles, sino en contra del inenarrable salvajismo con que los tramperos y peleteros capturan y privan de su piel a los animales. No estoy en contra de la empresa que genera ganancia, sino de los métodos inhumanos que emplea.

San Francisco de Asís, un creyente verdaderamente moderno, llamaba “hermanos” a los animales. Entendía muy claramente que ellos también sentían dolor físico, tristeza, angustia, abandono, desamparo o alegría. Francisco los veía tan semejantes a sí mismo, que manifestaba una profunda compasión por ellos.

La compasión de Francisco no es compartida por nuestra cultura, que ve en los animales, cuando mucho, meros entes económicos, privados de todo derecho, indignos de toda compasión. No es la carencia de derechos de los animales la que nos hace malos. Esa situación solamente manifiesta lo que realmente somos. Quien respeta la vida y la integridad de los animales, lo hace aunque no éstos tengan ningún derecho legal que los proteja del maltrato. Una sociedad que no legisla contra el maltrato de animales, acabará siendo una sociedad maltratada por sus propios ciudadanos.

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