La llegada de las aguas del Río Nazas por su cauce original, ha sido todo un acontecimiento para muchísimas personas. Quizá nuestros lectores de regiones más favorecidas encontrarán gracioso y hasta inconcebible tanta alegría por algo tan “cotidiano” como el paso del agua por el lecho de un río.
Lo que me queda clarísimo, es algo que explicaba en mi libro “La Comarca Lagunera, constructo cultural” (que por cierto, hoy presentaré en la Feria Coahuilense del Libro junto con mi buen amigo y colega el Dr. Carlos Manuel Valdés). En él consideraba la existencia de las “culturas del Río Nazas”, es decir, maneras socialmente compartidas de existir y de vivir aprovechando las aguas del río. Esto era válido para los indios laguneros, pero también lo fue para los colonos de mentalidad occidental, sedentarios, ganaderos y agricultores, que se establecieron en el sistema hidrológico Nazas-Aguanaval (llamado durante la colonia “El País de La Laguna”) El Nazas, en efecto, es generador de identidad.
Lo diré de otra manera: cuando uno ve a grupos de torreonenses, gomezpalatinos, lerdenses, sampetrinos, etc. acampando a las orillas del río para ver el arribo de sus aguas, entonces uno cae en la cuenta de que las entidades federativas son una realidad mucho menos “real” e inmediata que la de hombres y mujeres que comparten una región y una forma de vida que depende de los caudales hídricos que aporte el Nazas. Ya no hay torreonenses ni gomezpalatinos, solo ribereños que se hermanan ante la llegada del elemento vital. Esto era muchísimo más notorio cuando la economía de la Comarca Lagunera era básicamente agropecuaria. Y aunque en la actualidad nuestra economía es primordialmente industrial, los atavismos afloran en nuestra gente.
En La Laguna, el paso de las aguas sucita el mismo fenómeno de alegría y reverencia con que los habitantes del Alto y Bajo Egipto aclamaban las crecientes del Nilo. En el desierto, el agua es vida. La madre tierra y el padre Nazas han sido personificados desde hace muchísimo tiempo por los laguneros. Ya he mencionado en otro punto que en La Comarca existió la ceremonia especial de “la cubeta” de plata, la cual se llenaba de champaña para derramarla sobre las primeras aguas que llegaban, para que bebiendo, el padre Nazas compartiera la alegría de la población por su llegada. Porque su arribo marcaba el inicio de las bonanzas algodoneras que hicieron tan famosa y rica a la región.
Lo que me queda clarísimo, es algo que explicaba en mi libro “La Comarca Lagunera, constructo cultural” (que por cierto, hoy presentaré en la Feria Coahuilense del Libro junto con mi buen amigo y colega el Dr. Carlos Manuel Valdés). En él consideraba la existencia de las “culturas del Río Nazas”, es decir, maneras socialmente compartidas de existir y de vivir aprovechando las aguas del río. Esto era válido para los indios laguneros, pero también lo fue para los colonos de mentalidad occidental, sedentarios, ganaderos y agricultores, que se establecieron en el sistema hidrológico Nazas-Aguanaval (llamado durante la colonia “El País de La Laguna”) El Nazas, en efecto, es generador de identidad.
Lo diré de otra manera: cuando uno ve a grupos de torreonenses, gomezpalatinos, lerdenses, sampetrinos, etc. acampando a las orillas del río para ver el arribo de sus aguas, entonces uno cae en la cuenta de que las entidades federativas son una realidad mucho menos “real” e inmediata que la de hombres y mujeres que comparten una región y una forma de vida que depende de los caudales hídricos que aporte el Nazas. Ya no hay torreonenses ni gomezpalatinos, solo ribereños que se hermanan ante la llegada del elemento vital. Esto era muchísimo más notorio cuando la economía de la Comarca Lagunera era básicamente agropecuaria. Y aunque en la actualidad nuestra economía es primordialmente industrial, los atavismos afloran en nuestra gente.
En La Laguna, el paso de las aguas sucita el mismo fenómeno de alegría y reverencia con que los habitantes del Alto y Bajo Egipto aclamaban las crecientes del Nilo. En el desierto, el agua es vida. La madre tierra y el padre Nazas han sido personificados desde hace muchísimo tiempo por los laguneros. Ya he mencionado en otro punto que en La Comarca existió la ceremonia especial de “la cubeta” de plata, la cual se llenaba de champaña para derramarla sobre las primeras aguas que llegaban, para que bebiendo, el padre Nazas compartiera la alegría de la población por su llegada. Porque su arribo marcaba el inicio de las bonanzas algodoneras que hicieron tan famosa y rica a la región.
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