Era de esperarse. Cuando se construyeron, a mediados de los noventa, se pensó que jamás volvería a correr el agua del río como lo hizo en 1991-1992. La prueba es que uno de ellos deja un claro para la corriente que es muy inferior al cauce real del río. Además, la tierra apisonada es un elemento importante de su basamento. Nunca fue compactada por el agua. Probablemente la cimentación tampoco.
Los puentes estaban diseñados para dar servicio a los vehículos en condiciones de secas, pero nunca con el agua del río corriendo de nuevo. Por si fuera poco, fueron calculados para las condiciones de tráfico de 1991-1992. Con una verdadera avenida del río, y con el tráfico actual, esos puentes tendrían que ser cerrados a la circulación.
Sin embargo, dejo la palabra a los expertos, para que nos expliquen por qué los puentes nuevos presentan daños estructurales. ¿Cómo fueron planeados? Lo que me queda claro es que un río verdadero, por muy ocasional que sea su flujo, requiere de puentes verdaderos, bien planeados, seguros, y sobre todo, permanentes. El bienestar de los laguneros y los impuestos que pagan, lo demanda.
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