Escudo de Torreón

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miércoles, enero 16, 2008

Matamoros en 1821


Mapa de Viesca, Hornos, la Laguna de Viesca y la Vega de Marrufo entre el Nazas
y el "Buenaval", 1846. Ilustración de la Library of Congress, Washington.

La Laguna ha sido una región que desde el siglo XVI está abierta a movimientos migratorios de población “nacional” e “internacional” si se nos permite usar estas expresiones para la era colonial. La extraordinaria producción vitivinícola de Parras jamás hubiera ocurrido si no fuera porque los inmigrantes vascos, españoles en general y tlaxcaltecas, se establecieron en ese fértil valle, y con su trabajo e inversión monetaria, lograron tan significativa riqueza.

La región que se ubicaba entre Parras y Cuencamé fue de las últimas en ser pobladas porque era una de las más desprotegidas, vacías y hostiles. Los indios bárbaros constantemente asolaban su territorio en busca de ganado y de mercancías para saquear.

Unos 135 años después de fundado Parras, se asentó una nueva colonia tlaxcalteca al suroeste de aquélla, San José y Santiago del Álamo, llamada también Álamo de Parras, ahora conocida como Viesca, Coahuila. A lo largo de los años, el Álamo de Parras recibió una gran cantidad de inmigrantes que llegaban desde Zacatecas siguiendo el curso del Río Aguanaval. Los registros parroquiales de Viesca consignan que había en su jurisdicción vecinos de Parras, General Cepeda, San Lorenzo de La laguna, San Antonio de La Laguna, Gatuño y Vega de Marrufo, en Coahuila; Río de Nazas, Cuencamé, Noria de Pedriceña, Mapimí y La Loma, en Durango; Nieves y Río Grande, en Zacatecas, e incluso, de Michoacán y de Querétaro.

Hacia 1820, y aprovechando la bancarrota de los marqueses de Aguayo, casi un siglo después de la fundación de San José y Santiago del Álamo (Viesca) se dio un nuevo paso hacia el occidente, es decir, en dirección al Río Nazas, en las tierras de lo que era la jurisdicción del Álamo, para fundar un nuevo núcleo de población en la fértil Vega de Marrufo, un antiguo brazo del Río Nazas que conectaba con el Aguanaval, y que actualmente se corresponde con Matamoros, Coahuila. Esta era una región muy fértil, y había gente establecida en ella. Cuando en 1848 la Hacienda de San Lorenzo de La Laguna fue adquirida por Zuloaga y Jiménez, comenzaron los problemas con aquellas personas que se habían establecido en la Vega mencionada.

Que esto sucedió así, lo demuestran los mismos libros parroquiales de Viesca. El 5 de julio de 1843, en el Libro Cuarto de Matrimonios (1828-1844) se asentó el enlace de Pioquinto Méndez Soto, de 22 años de edad (es decir, nacido en 1821), “originario y residente en la Vega de Marrufo”, hijo de Fernando Méndez y María Casilda Soto. La novia era María del Refugio Cervantes García, de 15 años de edad (nació en 1828), “originaria y vecina del mismo punto de la Vega”. Ella era hija de Cornelio Cervantes y María Ynocencia García.

En el mismo día, mes y año, otra partida matrimonial nos indica que José Sabino de los Reyes Salazar, de 23 años de edad, originario y residente en la Hacienda de los Hornos, contrajo matrimonio con María Josefa Guillén Montoya, de 16 años de edad (nacida en 1827) “originaria y residente en la Vega de Marrufo”, hija de José María Guillén y de María Dolores Montoya, quienes aparecen como habitantes del Rancho de Matamoros en el Padrón de Viesca y su jurisdicción, en 1848, p. 20.

En las partidas de matrimonio citadas, encontramos a tres personas que eran originarias de la Vega de Marrufo, quienes nacieron en 1821, 1827 y 1828. En 1843 eran además residentes o vecinos del mismo lugar. Sin duda alguna, sus apellidos son dignos de figurar entre los más antiguos de Matamoros y posteriormente, de Torreón.

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