Escudo de Torreón

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jueves, enero 03, 2008

Una pizca de "historia del clima" en La Laguna



A diferencia de lo que sucedió durante el otoño y comienzos del invierno del 2007, el 2008 ha llegado con las bajas temperaturas que se acostumbran durante el período. Los últimos tres días han sido los típicos de enero, con nublados y seminublados y masas de aire polar.

Las calles de Torreón se ven bastante vacías, pues muchas personas no se han reincorporado a sus actividades habituales, y el frío no alienta mucho las salidas. Sin embargo, este frío no no es tan intenso como podría ser, ya que en los últimos días no ha bajado de los 2º Celsius. A causa del frente frío número 18, se han registrado nevadas en algunas partes del país, y lamentablemente, algunos decesos por hipotermia.

Para custiones de clima, la regla más segura a seguir en Torreón, es la de que no hay regla. Todo puede suceder en un día: ascensos y decensos bruscos de temperatura (hasta de 20 grados en dos o tres horas) tolvanera, lluvia, viento, granizo, etc. Quien venga de visita a nuestra ciudad debe estar preparado para todo.

Desde 1825, hay registro escrito de que en La Laguna el clima era determinado básicamente por las masas de aire. La “opacidad obscura y denegrida” del horizonte era leida por los laguneros de aquélla época como un pronóstico del tiempo, y dejaron sus observaciones por escrito. Si esta opacidad se presentaba en el horizonte norte (boreal) durante el otoño, anunciaba heladas tempranas, y si sucedía durante el invierno, entonces significaba que habría fuertes bajas en la temperatura en cuestión de horas. Si la densa opacidad se formaba hacia el horizonte poniente, anunciaba fuertes vientos en 4 o 6 horas, y según quienes registraban estos datos, se había encontrado correlación entre esta última señal y los sacudimientos telúricos ligeros y casi imperceptibles, durante las siguientes 12 o 36 horas (Si desea profundizar en estos interesantes registros, lea “Censo y Estadística de Parras [y su Partido], 1825”, UIA-Laguna, Torreón, 2000).

Los torreonenses urbanos, que somos la mayoría, nos hemos desacostumbrado a leer el cielo buscando señales y significados climáticos. Es obvio que nuestra vida o fortuna no depende ya de la posibilidad de predecir el clima, como sucedía con nuestros abuelos agricultores. Ya no sabemos reconocer las constelaciones, ni atisbamos al horizonte matutino o vespertino. La relación con nuestro entorno físico es muy diferente a la de nuestros ancestros.

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