En la Comarca Lagunera de la era de Zuloaga, los desmanes y tropelías de los indios bárbaros eran tema de conversación cotidiana. A un año de haber sido adquirida por el señor Zuloaga y por Juan Ignacio Jiménez, la antigua Hacienda de San Lorenzo de la Laguna contaba con ranchos poblados, cuyos viejos habitantes habían trabajado para los Valdivieso (Condes de San Pedro y marqueses de Aguayo) y para los Sánchez Navarro.
Se trataba de grandes extensiones con un bajísimo índice de población por kilómetro cuadrado. De acuerdo al Censo del Partido de Parras de 1825, la enorme Hacienda de San Lorenzo de la Laguna contaba apenas con 192 habitantes. Realmente los centros más poblados del suroeste de Coahuila en dicho año eran el pueblo del Álamo (Viesca) con 2,146 habitantes; la Hacienda de Hornos, con 2,110; mientras que la región de Parras contaba con 15, 074.
Los indios agresores evitaban los pueblos y procuraban atacar los ranchos, donde había ganado y pocos hombres, o bien, las rutas comerciales por donde transitaban arrieros y recuas con mercancía.
Un ejemplo de la situación anterior nos lo brinda el periódico “El Universal” en su edición del sábado 3 de marzo de 1849, página 4. En este artículo, “El Heraldo” transcribe otro que apareció el 17 de febrero de dicho año en “El Heraldo de Saltillo”, en el cual se menciona que estos asuntos eran motivo de honda preocupación para los miembros del Congreso y para el Ejecutivo del Estado. En una sesión extraordinaria presidida por el señor de la Fuente, se leyó una carta que causó conmoción, porque revelaba la falta de protección del gobierno de Coahuila hacia la ciudadanía agredida:
“Parras. 10 de febrero de 1849. A las cinco de la tarde de hoy, vino parte de que los bárbaros llegaron a las labores del Alamito, y se llevaron dos criaturas, dando muerte a un hombre; que la indiada, en número considerable, se dirigió al Rancho del Coyote, y que dieron muerte a doce personas que iban acompañando a unos novios al Real de Mapimí, llevándose a la novia.
Al acabar de leer estas desgracias, llegó otro estraordinario de San Nicolás de los Mairanes, con la noticia de que el día de ayer salieron como quince hombres a recoger unas vacas, y muy cerca de las casas dieron muerte los salvages a Antonio Argil, que destiné a caporal en lugar de Serapio (asesinado también por los bárbaros pocos días antes) y otros cinco hombres, de los cuales solo tres (entendemos cadáveres) se han podido recoger. Por rareza sale bien uno que otro atajo de mulas de los que transitan con dulces por estos caminos. Hace siete días que se llevaron uno de cincuenta mulas, cuyos arrieros están en esta plaza sin recursos para levantar su carga. Demetrio Chávez perdió también el suyo como de veinte mulas”.
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