Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

martes, junio 29, 2010

A propósito del encuentro México-Argentina


Imagen de "La Jornada".

Nuestro buen amigo argentino el Dr. Pablo Lacoste, comentaba hoy en un correo electrónico, la gran pena que sintió por el error de arbitraje que el pasado domingo se cometió en Sudáfrica, en contra de la selección mexicana. Reconoció además, que al momento de la pifia arbitral, México jugaba mucho mejor que Argentina.

Ayer lunes vi muchas caras largas durante el día, muchos corazones oprimidos por la desilusión. Reventada la pompa de jabón del sueño mundialista mexicano, volvemos a la realidad cotidiana, nada agradable, por cierto.

Es verdad, el domingo, la selección mexicana salió a la cancha con garra y mucho empuje. El primer tanto fue para Argentina, y al repetir (contra las reglas) la jugada en las pantallas del estadio, se tuvo la evidencia de que el anotador argentino había estado en posición adelantada, es decir, fuera de lugar, y que el gol no era válido. El árbitro no se retractó, porque el reglamento vigente se lo impedía.

En ese momento, la selección mexicana se desmoronó anímicamente, y ese fue el principio del fin, el juego se perdió para México con un 3-1. Sin querer pecar de simplista, mencionaré, entre otras cosas, que los mexicanos estamos acostumbrados a padecer en nuestro país, la corrupción de manera cotidiana. De muchas maneras, la corrupción consiste en hacer trampa. Estamos acostumbrados a que todo mundo nos quiera hacer trampa para propio provecho, sin el menor dejo de ética. En el ámbito gubernamental, eclesiástico, comercial, y hasta en el deportivo, se hace trampa contra quien se deje.

Me parece bastante claro que los miembros de la selección mexicana no pudieron sobreponerse a la errónea, pero abrumadora convicción de que estaban siendo despojados del juego de una manera tramposa. Y seguramente, en ese momento pensaron que no serviría de nada su garra ni su empuje. Como personajes de tragedia griega, sintieron que, hicieran lo que hicieran, el destino estaba en contra de ellos. Un pensamiento verdaderamente fatalista.

Considero que al seleccionado mexicano promedio (por no decir que al mexicano promedio) le falta una gran dosis de autoestima, y le sobran fuertes dosis de fatalismo. Y si a esto le sumamos algo de complejo de inferioridad ante el extranjero, la mezcla resulta letal en una coyuntura como la del domingo. La dificultad netamente mexicana que implica el trabajo en equipo también está presente, como lo está el nivel técnico de exhibición (para los campeonatos mexicanos), pero no de competición que se requiere para enfrentar las poderosas escuadras extranjeras. Estos factores de nivel futbolístico y de actitud deben ser tomados en cuenta de manera integral, al conformar una selección mexicana, y no solamente la elección del director técnico.

No hay comentarios.: