Como ha sucedido en otras épocas, Torreón atraviesa una crisis económica. Ya le han tocado en suerte situaciones difíciles, como la que se abatió sobre la población de la Comarca Lagunera durante el último lustro de los 50´s.
Muchos conciudadanos nuestros emigraron entonces a Delicias, a Mexicali, al Mante, e incluso, a Chiapas. Nuevas regiones se abrían a la bonanza del algodón, mientras que La Laguna sufría una de las peores sequías de su historia conocida.
Sin embargo, a semejanza de una matrushka rusa, la crisis actual está formada por diferentes niveles de realidad. Existe una crisis propia de Torreón, enmarcada por una crisis nacional, y éstas dos inmersas a su vez en una crisis internacional.
Además, en esta ocasión se trata de una situación que cuenta con múltiples variables que están en juego de manera simultánea. No se trata solamente de la balanza de pagos o de las deudas externa o interna, se trata también de la inseguridad causada por un virtual estado de guerra, de la inquietud social que surge de las carencias creadas por el desempleo masivo, por la pérdida del poder de compra y por el desconcierto político. La realidad se impone de manera irrevocable.
Futuros lectores querrán saber cómo era la vida en La Laguna en el año en que la nación festejaba el bicentenario del inicio de la Independencia y el centenario del inicio de la Revolución. Quizá el sentimiento que predomina en el ambiente, sea el de la incertidumbre. Nunca como ahora, los laguneros saben que no tienen nada seguro. Recuerdan con nostalgia aquéllos tiempos en que la vida era cómoda y risueña, cuando cualquiera podía gastar y deambular por las calles sin problema, fuera de día o de noche.
Torreón era la ciudad más tranquila de México. Prácticamente todo mundo se conocía. Su población, conformada básicamente por inmigrantes mexicanos o extranjeros, era confiada, acogedora, y le tendía la mano a todos. Pero nuestra realidad ha cambiado.
Casi no hay noche en que no se escuchen disparos a la distancia. A veces se trata de verdaderos “diálogos”, largos o cortos, cadenciosos o arrítmicos. Otras veces se trata de un breve monólogo. Inmediatamente después, se oye la sirena de alguna solitaria ambulancia que acude a socorrer a sabrá Dios quién...
Como le sucedió a Europa durante sus dos grandes guerras, la población lagunera recuerda con nostalgia los años dorados de la convivencia pacífica. Años risueños, años de abundancia, de confianza en el futuro. Ahora, en cambio, donde se miraba la claridad del porvenir, solamente se perciba obscuridad incierta.
Ojala que nuestra confianza resurja de sus cenizas, como el mítico Fénix. Que los tiempos duros sirvan para templar las voluntades y para acrisolar nuestra voluntad de vivir.
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