A medida que pasa el tiempo y las comparsas de matachines —locales o foráneas— se profesionalizan, el aspecto de las peregrinaciones y de los danzantes torreonenses ha ido cambiando. En los años cincuentas y sesentas del siglo pasado, el vestuario de matachín era el tradicional: pantalón y faldas rojas con abalorios de carrizo, camisa roja, con la Virgen de Guadalupe bordada en la espalda, la cara cubierta con collares de cuentas metálicas y pequeños espejos. El tocado era de plumas de gallina o de pavo, pintadas de colores. El matachín llevaba en una mano el arco de los guerreros, que servía también para marcar la cadencia al tensar la cuerda y soltar la flecha, para hacer un ruido peculiar. En la otra mano, llevaban una maraca.
Actualmente, los atavíos son más imaginativos, más basados en indumentaria prehispánica mesoamericana, particularmente en la de los mayas, teotihuacanos y mexica.
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