Acolman, cuna de las "posadas"
Hoy por la mañana tuve el gusto de ser invitado de nuevo por mis buenos amigos, Marcela Armendáriz y Antonio Valquier, a las instalaciones de Radio Torreón, para hablar sobre el significado de las posadas.
Ahí tuve la oportunidad de conocer al joven deportista torreonense, César Olvera Gutiérrez, quien hace apenas 8 días dio a conocer su proyecto de cruzar a nado el Canal de la Mancha en agosto de 2009. Se trata de un proyecto ambicioso, pero César posee todo el entusiasmo y la preparación física que requiere la empresa. Además, este joven, como decimos en La Laguna, no hurta, sino que hereda la vocación por los retos deportivos acuáticos, ya que es miembro de la familia Gutiérrez del Bosque, legendaria dinastía de tritones de la Comarca Lagunera.
En cuanto a las posadas y su significado, se afirma que fue el agustino Diego de Soria quien, en 1587, pidió permiso al papa en turno para celebrar misas diarias durante la novena que iba del 16 al 24 de diciembre. Fr. Diego de Soria se encontraba ministrando en el monasterio o convento de Acolman, en el centro de la Nueva España. Recibió el respectivo permiso, y comenzaron a celebrarse las misas, acompañadas de representaciones de la Virgen y San José “pidiendo posada” es decir, un alojamiento digno (posada era sinónimo de mesón).
Sobre este punto nos comenta Antonio Toussaint, en su artículo “La navidad en el México de antaño” (Artes de México núm. 72, 1965, p. 11) lo siguiente: “En 1587, durante un viaje a tierras europeas, fray Diego de Soria, prior del convento mexicano, obtuvo el papa Sixto V la bula de autorización para la celebración de misas en la Nueva España como festejo del “aguinaldo” que se oficiaba del 16 al 24 de diciembre de cada año. Los agustinos, “aprovechando el amplio atrio y la capilla abierta de la iglesia perteneciente al convento de Acolman diéronse a celebrar estas misas con gran boato, viéndose muy concurridas de españoles, criollos e indios”.
Al final del culto, se celebraba una pequeña fiesta donde los fieles, vendados los ojos (fieles cristianos caminando en fe ciega) golpeaban una piñata de siete puntas con un palo. El palo representaba la fortaleza cristiana por medio de la obediencia y la común unión con Dios. La piñata representaba las tentaciones malignas a través de los siete pecados capitales: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Por esta razón, las piñatas tenían siete puntas.
Romper la piñata a ciegas representaba el triunfo de la virtud sobre la tentación, y la recompensa o justo premio consistía en la diversidad de frutas y golosinas que caían del interior de la piñata (desde las alturas) para delicia de los concurrentes.
Después, las posadas dejaron de ser una celebración institucional para convertirse en una celebración popular, en el ámbito de la familia y del vecindario o barrio. Esta costumbre se extendió a toda la Nueva España, donde fue adquiriendo matices propios de cada región.
En la actualidad, nuestras posadas, en su gran mayoría, han dejado de ser celebraciones de la fe, para convertirse en simples fiestas pre-navideñas.
Artículo relacionado:
http://cronicadetorreon.blogspot.com/2007/12/fiestas-navideas-en-1908.html
Ahí tuve la oportunidad de conocer al joven deportista torreonense, César Olvera Gutiérrez, quien hace apenas 8 días dio a conocer su proyecto de cruzar a nado el Canal de la Mancha en agosto de 2009. Se trata de un proyecto ambicioso, pero César posee todo el entusiasmo y la preparación física que requiere la empresa. Además, este joven, como decimos en La Laguna, no hurta, sino que hereda la vocación por los retos deportivos acuáticos, ya que es miembro de la familia Gutiérrez del Bosque, legendaria dinastía de tritones de la Comarca Lagunera.
En cuanto a las posadas y su significado, se afirma que fue el agustino Diego de Soria quien, en 1587, pidió permiso al papa en turno para celebrar misas diarias durante la novena que iba del 16 al 24 de diciembre. Fr. Diego de Soria se encontraba ministrando en el monasterio o convento de Acolman, en el centro de la Nueva España. Recibió el respectivo permiso, y comenzaron a celebrarse las misas, acompañadas de representaciones de la Virgen y San José “pidiendo posada” es decir, un alojamiento digno (posada era sinónimo de mesón).
Sobre este punto nos comenta Antonio Toussaint, en su artículo “La navidad en el México de antaño” (Artes de México núm. 72, 1965, p. 11) lo siguiente: “En 1587, durante un viaje a tierras europeas, fray Diego de Soria, prior del convento mexicano, obtuvo el papa Sixto V la bula de autorización para la celebración de misas en la Nueva España como festejo del “aguinaldo” que se oficiaba del 16 al 24 de diciembre de cada año. Los agustinos, “aprovechando el amplio atrio y la capilla abierta de la iglesia perteneciente al convento de Acolman diéronse a celebrar estas misas con gran boato, viéndose muy concurridas de españoles, criollos e indios”.
Al final del culto, se celebraba una pequeña fiesta donde los fieles, vendados los ojos (fieles cristianos caminando en fe ciega) golpeaban una piñata de siete puntas con un palo. El palo representaba la fortaleza cristiana por medio de la obediencia y la común unión con Dios. La piñata representaba las tentaciones malignas a través de los siete pecados capitales: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Por esta razón, las piñatas tenían siete puntas.
Romper la piñata a ciegas representaba el triunfo de la virtud sobre la tentación, y la recompensa o justo premio consistía en la diversidad de frutas y golosinas que caían del interior de la piñata (desde las alturas) para delicia de los concurrentes.
Después, las posadas dejaron de ser una celebración institucional para convertirse en una celebración popular, en el ámbito de la familia y del vecindario o barrio. Esta costumbre se extendió a toda la Nueva España, donde fue adquiriendo matices propios de cada región.
En la actualidad, nuestras posadas, en su gran mayoría, han dejado de ser celebraciones de la fe, para convertirse en simples fiestas pre-navideñas.
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