La Dra. Kübler Ross
Este parecería un tema propio de la ciencia ficción, si no fuera por tantos casos de este tipo como se registran de manera cotidiana, dondequiera que la gente muere. Los científicos con aprioris materialistas encuentran extremadamente difícil aceptar este tipo de vivencias tan comunes, porque ellos, por definición, no admiten la existencia de una consciencia inmaterial (el alma).
Sin embargo, el pueblo no tiene este tipo de prejuicios científicos (¿puede un científico tener prejuicios? ¿No es una situación que choca contra la indiferencia del no negar ni aceptar hasta examinar la evidencia?). El pueblo acepta la existencia de este tipo de fenómenos, porque los percibe todos los días, y puede describirlos, aunque no pueda explicarlos.
Mi padre murió de cáncer, y tuvo la fortuna de mantener su lucidez hasta el final gracias a que el medicamento que tomaba era relativamente suave, ni adictivo ni alucinógeno. Faltando 15 días para su muerte, comenzó a notar la presencia de su difunto padre (muerto en 1955), la de su hermana (muerta unos meses antes) y la de su madre (muerta en 1917). Decía mi padre que sus parientes le comentaban que pronto alguien iría por todos ellos. A los 15 días, el 30 de abril de 1999, como a las once y media de la mañana, comenzó a experimentar la visión de una luz enceguecedora, a pesar de que su habitación estaba en la penumbra. A los pocos minutos, murió con toda serenidad.
Anoto este caso no porque sea especial, sino porque es el más cercano que me ha tocado presenciar. Pero sé de muchos otros casos en la familia: el de la abuela Antonia, el de mi cuñado Héctor, el de la bisabuela Genoveva. Y de amistades cercanas, hay gran cantidad. De manera que si contáramos los casos que podrían narrar las familias de la región, éstos serían innumerables.
Y si añadimos las premoniciones, esta “historia de lo sobrenatural” sencillamente no cabría en las bibliotecas. Pero insisto, estas son vivencias cotidianas que los científicos materialistas han buscado negar de manera sistemática. Es más fácil negar estos fenómenos que cambiar de paradigma científico. Pero el pueblo tiene su propia sabiduría, basada en la experiencia cotidiana. Y guarda en su memoria todos estos sucedidos, porque sabe que son verdaderos, digan lo que digan los “entendidos”.
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