Ayer leía que unos supuestos burócratas de ambos sexos, fueron sorprendidos en horas de trabajo por la videocámara (probablemente un teléfono celular) protagonizando algo que puede ser llamado, muy eufemísticamente, “crudo romance”.
Me dirigí a la dirección de “Youtube” que se mencionaba, y efectivamente, había una video grabación que mostraba una pareja en situación algo comprometida. Si se trataba de una simulación o no, era igualmente desagradable de ver. Y no es que uno se asuste de las manifestaciones “románticas”, sino porque, según se dijo, se trataba de servidores públicos, en horas de servicio. Y aunque nada en ese video prueba que efectivamente se trata de servidores públicos (quien los conozca podrá saber) me parece que, lamentablemente, se trata de algo bastante verosímil. Es decir, la gente creerá que efectivamente se trata de burócratas, porque éstos tienen pésima fama.
Es proverbial la prepotencia de los servidores públicos. No creen, ni quieren creer, que sus sueldos se pagan con los impuestos de los usuarios a quienes quieren ver “por arriba del hombro”, con desdén, y con verdadero despotismo (despotikos, en Griego, se dice de alguien que trata a los demás como si fuera su dueño).
¿Por qué los servidores públicos no se dedican simplemente a servir y “se bajan de su nube”? Bastantes males sufre ya la sociedad regional como para tener que soportar, además, los caprichos de estas personas. Y quiero que se entienda bien que no estoy hablando de los titulares de alcaldías o regidurías. Me refiero a la pléyade de empleados que “trabajan” en cualquier oficina municipal, estatal o federal: oficinas de pagos, de trámites, pero sobre todo, instituciones de salud.
De ningún otro lugar he escuchado cosas tan diversas como del Seguro Social. Parece que de esa institución cada quien habla “como le va en la feria”. Pero, a decir verdad, es mayoría la que he escuchado quejarse amargamente de los servicios y de los servidores (médicos, enfermeras). Por las atrocidades que me comentan, parecería que se trata de un lugar de tortura y experimentación, donde los “servidores” tienen tanta compasión como los carniceros.
De hecho, nadie tiene que decirme qué pasa dentro. Tengo una prima hermana que, en su primer parto, quedó estéril, porque se alivió sobre una plancha donde hubo múltiples alumbramientos previos y ninguna acción de limpieza. La terrible infección la dejó incapaz de engendrar de nuevo. Y claro, esto sucedió en las instalaciones del Seguro Social de una gran ciudad sureña.
En este sentido, los sindicatos del Seguro no solamente deben defender o solapar a sus agremiados, sino que los deben obligar a prestar el mejor servicio social posible, bajo pena de pérdida de los derechos sindicales. A la vista del sufrimiento del sector más desvalido de La Laguna, no es posible que un sindicato sirva solamente como asociación para la impunidad.
La eficiencia no tiene por qué ser característica exclusiva de los sectores privados. Los empleados del sector público deben “ponerse las pilas” y entender que los usuarios no son la gente que “va a molestarlos” cuando están en sabrosa conversación (o coqueteo, si damos crédito al contenido del video). El usuario es derecho-habiente porque hubo pagos de por medio. El Seguro no le va a dar nada de gratis, ni mucho menos, de limosna. Los usuarios no son mendigos, merecen respeto y el mejor trato.
No veo por qué el Seguro Social no puede hacer eficiente su sistema de citas. ¿No pueden los médicos ajustarse a las citas que ellos mismos han elaborado? ¿Tienen que estar presentes todos los pacientes, aunque solo atiendan a uno a la vez? Que ineptitud, que falta de ética demuestran al tratar a la gente como si fuera ganado.
Claro, sin duda hay buenos médicos y buenas enfermeras, conscientes y muy trabajadores. Ojala todos fueran así. Ojala todos supieran lo que significa ser considerado con quienes padecen enfermedad en cualquier grado. Ojala todos fueran humanos y no simplemente “sindicalizados”.
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