Santiago siempre ha estado presente en el imaginario de Viesca
Como bien lo dice Jaime Muñoz, la universidad es el sitio ideal para el análisis de la realidad desde diversos puntos de vista, bagajes culturales, herramientas metodológicas y teorías sociales. Es una pena que, en las actuales circunstancias, tengamos que participar en el debate, él y yo, a distancia y por escrito.
El asunto que hoy me llama la atención, es el centenario de la toma de Viesca por los revolucionarios magonistas, la noche del 24 al 25 de junio de 1908. Sin duda alguna, se trata de los primeros estallidos de un gran descontento social que habría de manifestarse posteriormente durante la Revolución Mexicana en sus fases Maderista y Constitucionalista.
Pero no es la violencia lo que queremos recordar hoy, pues nada hay que celebrarle a la violencia; llevar a cabo dicha revolución costó un millón de vidas mexicanas. Celebramos el espíritu de equidad y de justicia que inspiraba a los inconformes. En México existe un viejo problema que no tiene solución, no aún. El nuestro es un país de grandes ingresos y a la vez, de pésima distribución de la riqueza.
Este problema existía en 1908 y subsiste hasta el presente. No existe un mecanismo estatal, social, legal o laboral que asegure a todos los mexicanos una vida con ingresos y calidad de vida dignos. El estado de cosas vigente favorece la existencia de un pequeño porcentaje de la población obscenamente privilegiado, mientras que la gran mayoría padece necesidad.
Ni siquiera la aplicación incorrupta de ley garantiza la solución de este problema, pues las leyes no necesariamente son justas. Una ley es solamente una norma sancionada por el Estado, pero no tiene que ser esencialmente justa.
La historia nos enseña pues, que el ejercicio de la violencia no va a solucionar un problema como el de la justa distribución de los ingresos nacionales. Lo que se requiere es un cambio profundo en la mentalidad de los mexicanos. Debemos tomar en serio al “otro”. Debemos tomar en serio el derecho del “otro” (sea jornalero o empresario) al bienestar y a la felicidad. Juárez lo enunció muy claramente: el respeto al derecho ajeno, es la paz.
Pero siempre es más fácil ponerles flores a los muertos, que hacerles caso. Es más fácil llevar coronas al monumento de Juárez, que poner en práctica su recomendación. Es más sencillo dar limosna en cualquier templo, que cambiar de actitud. Nos vamos por lo fácil, no por lo justo. Porque, a final de cuentas, no queremos cambiar. La omnipresente corrupción lo atestigua.
Está bien que recordemos el inicio de una gesta nacional. Pero sería muy bueno también que tomáramos consciencia de los derechos del otro, y dejáramos de atropellarlos. La verdadera paz siempre es el resultado del bienestar social.
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