Escudo de Torreón

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jueves, abril 24, 2008

Humos que matan



Toda ley que proteja a un ciudadano de la agresión que pueda sufrir de otro ciudadano, es buena y equitativa. Una ley que impide que un ciudadano reciba, contra su voluntad, los efectos negativos del humo del cigarro que otro fuma, es positivamente buena.

Muchos fumadores y restauranteros han puesto el grito en el cielo por la aplicación efectiva de la ley llamada “contra los fumadores” pero que debería ser denominada “de protección para los no fumadores”. No se trata de una ley que agrede, es una ley que protege. En efecto, este escándalo de los fumadores pone de relieve el poco o nulo respeto que les han merecido las personas que, sin ser adictos al cigarro o al puro, han tenido que aspirar el humo que aquéllos generan.

El malestar de los fumadores es lógico, pero no justo. El cigarro es una adicción socialmente aceptada, pero no por ello menos destructiva. El adicto está tan apegado a los químicos del humo que inhala, que poco le importa si habrá de morir prematuramente a causa de un cáncer o enfisema pulmonar. Y si su propia salud no le puede, ¿podemos esperar que le importe la salud ajena? Su entendimiento y su voluntad están nublados por el vicio.

La única manera de proteger la salud de quienes no fuman, es precisamente mediante una ley que separe los espacios destinados a fumadores y no fumadores. Esto es algo equitativo y muy racional. Cada quien su espacio. Pero llamar “ridículos” a quienes no fuman solo porque no comparten el vicio y la indiferencia ante la salud ajena, eso sí es verdaderamente ridículo.

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