Durante el tiempo que llevo como Cronista Oficial de Torreón, muchas personas se me han acercado para que “revise” la información histórica de sus textos. Realmente no tengo ningún caso específico en mente, sino el conjunto de una nutrida serie de solicitudes que he recibido para su atención durante dos años.
En muchos casos, se ha tratado de gente verdaderamente responsable que recibe de mí, siempre con el mayor gusto, una opinión o un dictamen sobre su trabajo. De esta manera, sus investigaciones adquieren profundidad y mayor solidez. Y por supuesto, estos autores se responsabilizan por la metodología, el contenido y la seriedad de sus obras.
En cambio, hay otras personas físicas o morales que no buscan una mera opinión orientadora, sino que, de alguna manera, desean que sus obras adquieran validez histórica de manos de un tercero, un responsable, alguien que dé la cara por la veracidad de la información histórica que ellos manejan. De esta manera, se quiere involucrar al Cronista Oficial para que —a título gratuito— corrija, modifique, complete o “enderece la plana” contenida en los textos, escritos con mayor o menor cuidado o seriedad.
Lo ideal sería que la escritura de la Historia se tomara en serio, y que cada autor asumiera la responsabilidad de sus propias afirmaciones, para bien o para mal. La revisión crítica de un escrito por un tercero puede requerir tal cantidad de tiempo y esfuerzo de investigación, que este tercero se convierte, por derecho propio, en coautor. Por lo tanto, si se quiere involucrar a un historiador en la supervisión o revisión de una obra de tal naturaleza, se le debe invitar en términos de coautoría, o bien, cuando acepte renunciar a la coautoría a cambio de una remuneración económica correspondiente al trabajo académico y profesional que realiza en cada caso.
En muchos casos, se ha tratado de gente verdaderamente responsable que recibe de mí, siempre con el mayor gusto, una opinión o un dictamen sobre su trabajo. De esta manera, sus investigaciones adquieren profundidad y mayor solidez. Y por supuesto, estos autores se responsabilizan por la metodología, el contenido y la seriedad de sus obras.
En cambio, hay otras personas físicas o morales que no buscan una mera opinión orientadora, sino que, de alguna manera, desean que sus obras adquieran validez histórica de manos de un tercero, un responsable, alguien que dé la cara por la veracidad de la información histórica que ellos manejan. De esta manera, se quiere involucrar al Cronista Oficial para que —a título gratuito— corrija, modifique, complete o “enderece la plana” contenida en los textos, escritos con mayor o menor cuidado o seriedad.
Lo ideal sería que la escritura de la Historia se tomara en serio, y que cada autor asumiera la responsabilidad de sus propias afirmaciones, para bien o para mal. La revisión crítica de un escrito por un tercero puede requerir tal cantidad de tiempo y esfuerzo de investigación, que este tercero se convierte, por derecho propio, en coautor. Por lo tanto, si se quiere involucrar a un historiador en la supervisión o revisión de una obra de tal naturaleza, se le debe invitar en términos de coautoría, o bien, cuando acepte renunciar a la coautoría a cambio de una remuneración económica correspondiente al trabajo académico y profesional que realiza en cada caso.
En Torreón ha existido la mala costumbre de pensar que el trabajo intelectual es mero pasatiempo, algo que no merece ser recompensado o tasado en términos de beneficio económico. Como si el tiempo invertido en la obra fuera de una clase diferente a la del tiempo de los demás profesionales (“time is money”). Desde luego, hay de obras a “obras”. No es lo mismo el trabajo de un amateur que el de un profesional. En nuestra ciudad ha sido un criterio muy común considerar que la recompensa del esfuerzo intelectual, artístico o científico, sea exclusivamente la “fama”.
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