Como sucede cada año, los torreonenses han comenzado a recorrer la avenida Juárez de oriente a poniente, en peregrinación hacia la basílica de Guadalupe. Se trata de un acto de profunda piedad y devoción, por medio del cual muchos católicos torreonenses presentan sus respetos a la virgen del Tepeyac.
La modalidad torreonense es organizarse en comparsas, una por cada empresa. En la mayoría de los casos, encabeza la banderola, cartel o logotipo de la compañía y las ofrendas florales y monetarias. Detrás de éstas, desfilan los dueños o accionistas y el cuerpo de empleados. Un grupo de danzantes los acompañan, a veces contratados por la empresa. En otras ocasiones, son los mismos empleados quienes lo integran.
Cuando son los trabajadores los que danzan, suelen ensayar la coreografía durante todo un año, a la vez que buscan mejorar o cambiar los diseños de sus trajes de matachines o de danzantes mesoamericanos. Es similar a lo que sucede en España entre los integrantes de las cofradías de Semana Santa. Cada grupo busca mejorar su propio estándar de presentación y su vestuario de años anteriores.
Las peregrinaciones están rigurosamente calendarizadas. Casi todos los días salen varios grupos desde la Alameda (de nuevo el Pensador es punto de referencia) por la avenida Juárez. Las hay diurnas y nocturnas, con procesiones de velas. El último domingo antes del día 12 de diciembre se lleva a cabo la “Peregrinación Grande”, que inicia desde el Estadio de la Revolución, 2 kilómetros más hacia al oriente, debido a la cantidad de gente, de vehículos y carros alegóricos que participan.
Las peregrinaciones de la virgen de Guadalupe constituyen el evento religioso más popular y sagrado del calendario anual torreonense. Mientras que la semana santa es entendida por el pueblo como un período vacacional para el esparcimiento y la diversión, el período de peregrinaciones es percibido y vivido con profunda piedad, recogimiento y seriedad. He visto grupos que ejecutan su danza descalzos sobre la nieve, porque han prometido danzar sin calzado, sea cual sea el clima que impere.
La modalidad torreonense es organizarse en comparsas, una por cada empresa. En la mayoría de los casos, encabeza la banderola, cartel o logotipo de la compañía y las ofrendas florales y monetarias. Detrás de éstas, desfilan los dueños o accionistas y el cuerpo de empleados. Un grupo de danzantes los acompañan, a veces contratados por la empresa. En otras ocasiones, son los mismos empleados quienes lo integran.
Cuando son los trabajadores los que danzan, suelen ensayar la coreografía durante todo un año, a la vez que buscan mejorar o cambiar los diseños de sus trajes de matachines o de danzantes mesoamericanos. Es similar a lo que sucede en España entre los integrantes de las cofradías de Semana Santa. Cada grupo busca mejorar su propio estándar de presentación y su vestuario de años anteriores.
Las peregrinaciones están rigurosamente calendarizadas. Casi todos los días salen varios grupos desde la Alameda (de nuevo el Pensador es punto de referencia) por la avenida Juárez. Las hay diurnas y nocturnas, con procesiones de velas. El último domingo antes del día 12 de diciembre se lleva a cabo la “Peregrinación Grande”, que inicia desde el Estadio de la Revolución, 2 kilómetros más hacia al oriente, debido a la cantidad de gente, de vehículos y carros alegóricos que participan.
Las peregrinaciones de la virgen de Guadalupe constituyen el evento religioso más popular y sagrado del calendario anual torreonense. Mientras que la semana santa es entendida por el pueblo como un período vacacional para el esparcimiento y la diversión, el período de peregrinaciones es percibido y vivido con profunda piedad, recogimiento y seriedad. He visto grupos que ejecutan su danza descalzos sobre la nieve, porque han prometido danzar sin calzado, sea cual sea el clima que impere.
En La Laguna, el culto multitudinario de la virgen de Guadalupe se remonta al siglo XVIII, cuando se realizaban las danzas tlaxcaltecas en el Santuario de Guadalupe de Santa María de las Parras, la vieja capital administrativa, religiosa y cultural de la Comarca Lagunera. De ahí los viejos colonos las llevaron a San José y Santiago del Álamo (Viesca), Matamoros y Torreón.
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