Desde el punto de vista del Partido Maderista, la Revolución Mexicana se consideraba consumada en 1911. Y es que, según la óptica del iniciador de este movimiento popular, todo el objetivo del Plan de San Luis consistía en liberarse de la dictadura de Porfirio Díaz para entrar al libre ejercicio de la democracia.
Sin embargo, la revolución de Madero no era la que concebía Zapata, ni tampoco fue la que posteriormente luchó Carranza. Durante el período 1910-1929, hasta la fundación del Partido Nacional Revolucionario, hubo multitud de caudillos, ideologías e incluso golpes y revoluciones dentro de la misma Revolución.
No hace mucho, Friedrich Katz expresó su asombro ante la “capacidad de lucha de los mexicanos” al referirse a la historia de la Revolución. Para Katz, la lucha de las clases populares fue decisiva para el triunfo de la Revolución, a diferencia —dice— de lo que sucedió en otros países.
Como miembro de la Comisión para la Celebración del Centenario de la Revolución Mexicana, considero de la mayor relevancia profundizar los estudios de las diferentes fases de la lucha social 1910-1929, ya que se le ha dado gran importancia al aspecto militar y político, pero relativamente poco al de la participación ciudadana. Para Katz, no hubiera habido revolución si hubiese faltado el factor “pueblo”.
Esto es particularmente importante si consideramos que La Laguna fue la cuna del Maderismo, y Coahuila, del Constitucionalismo. Si la premisa de Katz es correcta, el triunfo de la Revolución pertenece más al pueblo que a sus líderes. Sin embargo, la historia oficial se apropió de los líderes y dejó en completo olvido a quienes fueron los auténticos revolucionarios. Porque sin seguidores que apoyen, no hay líderes.
El periódico capitalino “La Iberia”, en su edición del sábado 11 de junio de 1910, presenta un encabezado de primera plana que dice, en relación a Francisco I. Madero “El delito de sedición plenamente comprobado. Documentos importantes publicados por la prensa de información”. Entre las diferentes noticias publicadas bajo este encabezado, aparece un telegrama enviado desde Torreón, el 6 de junio de 1910, es decir, 5 meses antes de la fecha del alzamiento revolucionario. Lo transcribo a continuación:
“Torreón, junio 6 de 1910. Los jefes de los antireeleccionistas aquí, fueron aprehendidos por autoridad judicial. Según informes, solicitaron al Jefe Político don Luis G. de Letona permiso para hacer una manifestación en las calles a la llegada del señor Madero, el cual les fue negado, diciendo la autoridad que no tenía bastante policía para cuidar el orden en las calles; pero que podían hacer la manifestación en el teatro ú otro lugar cerrado. Los antireeleccionistas insistieron y como el Jefe Político siguió resistiendo, lo amagaron con que de una vez se lanzarían a la revolución. Entonces fueron consignados al juez, que los mandó aprehender”.
En otro punto comenta dicho periódico que
“la connivencia de Madero con los revoltosos de Torreón es segura, puesto que recibían fondos de los parientes de aquél para fomentar y preparar la revuelta. Se pretende hoy por los anti-reeleccionistas hacer creer que los movimientos revolucionarios son absolutamente locales y sin relación unos con otros; pero parece mentira que los pueblos, hasta hoy pacíficos, de Tlaxcala, de Atlixco y de otros puntos no hayan sentido ese gran descontento por sus autoridades, que los llevara hasta pretender rebelarse en armas, sino cuando la voz de Madero y sus secuaces se dejó escuchar, hablando de “reivindicaciones”.
Y al comentar la relación que había entre líderes que convocaban a la rebelión y los ciudadanos que secundaban, comenta el periódico con gran sarcasmo:
“Los “neo-libertarios” niegan hoy sus palabras de ayer, y con la más inconcebible felonía pretenden echar sobre los incautos que se dejaron seducir por sus palabras, la tremenda responsabilidad de haber alterado el orden público, en un país que a orgullo tiene la paz de que disfruta. Ellos, los que se dicen amigos del pueblo, lo tachan hoy de asesino, de incendiario y de ladrón; lo hacen responsable de los actos reprobables a que lo han arrastrado”.
Si esta declaración era veraz, habrá que revalorar la participación popular (nos interesa La Laguna) en el movimiento revolucionario, y también abrir el capítulo de las pequeñas o grandes traiciones de los líderes contra las bases que les dieron su apoyo.
Sin embargo, la revolución de Madero no era la que concebía Zapata, ni tampoco fue la que posteriormente luchó Carranza. Durante el período 1910-1929, hasta la fundación del Partido Nacional Revolucionario, hubo multitud de caudillos, ideologías e incluso golpes y revoluciones dentro de la misma Revolución.
No hace mucho, Friedrich Katz expresó su asombro ante la “capacidad de lucha de los mexicanos” al referirse a la historia de la Revolución. Para Katz, la lucha de las clases populares fue decisiva para el triunfo de la Revolución, a diferencia —dice— de lo que sucedió en otros países.
Como miembro de la Comisión para la Celebración del Centenario de la Revolución Mexicana, considero de la mayor relevancia profundizar los estudios de las diferentes fases de la lucha social 1910-1929, ya que se le ha dado gran importancia al aspecto militar y político, pero relativamente poco al de la participación ciudadana. Para Katz, no hubiera habido revolución si hubiese faltado el factor “pueblo”.
Esto es particularmente importante si consideramos que La Laguna fue la cuna del Maderismo, y Coahuila, del Constitucionalismo. Si la premisa de Katz es correcta, el triunfo de la Revolución pertenece más al pueblo que a sus líderes. Sin embargo, la historia oficial se apropió de los líderes y dejó en completo olvido a quienes fueron los auténticos revolucionarios. Porque sin seguidores que apoyen, no hay líderes.
El periódico capitalino “La Iberia”, en su edición del sábado 11 de junio de 1910, presenta un encabezado de primera plana que dice, en relación a Francisco I. Madero “El delito de sedición plenamente comprobado. Documentos importantes publicados por la prensa de información”. Entre las diferentes noticias publicadas bajo este encabezado, aparece un telegrama enviado desde Torreón, el 6 de junio de 1910, es decir, 5 meses antes de la fecha del alzamiento revolucionario. Lo transcribo a continuación:
“Torreón, junio 6 de 1910. Los jefes de los antireeleccionistas aquí, fueron aprehendidos por autoridad judicial. Según informes, solicitaron al Jefe Político don Luis G. de Letona permiso para hacer una manifestación en las calles a la llegada del señor Madero, el cual les fue negado, diciendo la autoridad que no tenía bastante policía para cuidar el orden en las calles; pero que podían hacer la manifestación en el teatro ú otro lugar cerrado. Los antireeleccionistas insistieron y como el Jefe Político siguió resistiendo, lo amagaron con que de una vez se lanzarían a la revolución. Entonces fueron consignados al juez, que los mandó aprehender”.
En otro punto comenta dicho periódico que
“la connivencia de Madero con los revoltosos de Torreón es segura, puesto que recibían fondos de los parientes de aquél para fomentar y preparar la revuelta. Se pretende hoy por los anti-reeleccionistas hacer creer que los movimientos revolucionarios son absolutamente locales y sin relación unos con otros; pero parece mentira que los pueblos, hasta hoy pacíficos, de Tlaxcala, de Atlixco y de otros puntos no hayan sentido ese gran descontento por sus autoridades, que los llevara hasta pretender rebelarse en armas, sino cuando la voz de Madero y sus secuaces se dejó escuchar, hablando de “reivindicaciones”.
Y al comentar la relación que había entre líderes que convocaban a la rebelión y los ciudadanos que secundaban, comenta el periódico con gran sarcasmo:
“Los “neo-libertarios” niegan hoy sus palabras de ayer, y con la más inconcebible felonía pretenden echar sobre los incautos que se dejaron seducir por sus palabras, la tremenda responsabilidad de haber alterado el orden público, en un país que a orgullo tiene la paz de que disfruta. Ellos, los que se dicen amigos del pueblo, lo tachan hoy de asesino, de incendiario y de ladrón; lo hacen responsable de los actos reprobables a que lo han arrastrado”.
Si esta declaración era veraz, habrá que revalorar la participación popular (nos interesa La Laguna) en el movimiento revolucionario, y también abrir el capítulo de las pequeñas o grandes traiciones de los líderes contra las bases que les dieron su apoyo.
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