El ya no tan reciente proyecto del diputado torreonense Carlos Bracho González, relacionado con la propuesta de unificación de La laguna de Durango y Coahuila, como era de esperarse, causó reacciones encontradas, incluso entre los miembros de su propio partido político.
Realmente esta clase de proyectos, desde el punto de vista histórico, han sido bastante recurrentes, relativamente cíclicos. Comenzaron casi desde 1785, el año mismo en que Carlos III firmó la separación de La Laguna en dos.
Este monarca nunca tuvo a la vista que La Laguna, por la presencia de los jesuitas y la tutela de las familias aristócratas de los marqueses de Aguayo y los condes de San Pedro del Álamo, era una región con hidrología, identidad, cultura y economía agropecuarias integradas, además de ser potencialmente generadora de una vasta riqueza que ya había demostrado con la explotación y desarrollo de un cultivo comercial como el de la vid.
Y aunque resulta del todo inviable pensar en la realización del proyecto de unificación, no deja de resultar interesante que la identidad regional haya sido tan fuerte como para generar, incluso, movimientos sociales significativos con aquél propósito.
Como Cronista Oficial de Torreón, sin el menor interés político, buscando en cuanto científico social pruebas documentales de la existencia de una identidad regional que retrocede en el tiempo más allá del siglo XX, he localizado dos apuntes periodísticos que, aunque no son los únicos, los comparto, el primero resumido, el segundo, transcrito íntegramente.
El Periódico “La Bandera de Juárez” en su edición del 12 de mayo de 1873, p. 3, menciona que el Sexto Congreso Constitucional iba a cerrar sus sesiones sin haberle dado trámite a las solicitudes de algunos peticionarios. Menciona el caso concreto de los laguneros que buscaban la creación de una entidad federativa “…los pueblos de la Laguna en los Estados de Durango y Coahuila, se alborotan, para exigir con las armas la creación de un Estado…”
Por supuesto, el diario comentaba, con toda la razón del mundo, que esa no era la vía legal ni la más adecuada para hacer que este tipo de solicitudes progresaran: “tratando de imponer desvirtúan todo derecho por el solo hecho de pretender hacerlo valer con las armas en la mano”.
“La Idea” de Villa Lerdo, Durango, en su edición del 1º de octubre de 1892, p. 3 dice lo siguiente:
“Rumores trascendentales. Se nos ha asegurado que en las altas regiones del Gobierno se piensa en declarar Territorio Federal a toda la comarca algodonera, segregando del Estado de Durango, todo el Partido de Mapimí y parte de los de Nazas y San Juan de Guadalupe, y de Coahuila parte de los de Viesca y Parras.
Suponemos que tales rumores reconocen por fundamento la necesidad que hay de terminar la cuestión de límites pendiente entre ambos Estados, y la conveniencia para el desarrollo y fomento de la agricultura, comercio e industrias, de dar unidad en la comarca a las leyes y quitar las trabas que a ellos ponen las diferencias entre las disposiciones hacendarias de uno y otro estado, pues mucho perjudica actualmente a los trabajadores y capitalistas tener divididos sus intereses entre los dos estados y tropezar diariamente con grandísimas dificultades para las menores operaciones, cuando la configuración topográfica del terreno y la naturaleza misma de los negocios los hace inseparables.
Por nuestra parte creemos que si tal proyecto se realizara, mejoraría de una manera incalculable la situación de la comarca, y progresaría rápidamente aprovechando los elementos que posee y que ahora pierde”.
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