Escudo de Torreón

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lunes, agosto 20, 2012

Familias en la Historia Nacional



Los Morelos-Almonte. El presbítero José María Morelos y Pavón fue uno de los grandes caudillos de la guerra de independencia mexicana, y seguramente uno de sus más brillantes estrategas.

José María Morelos fue bautizado con los nombres de “Joseph María Teclo Morelos Pabón”, el 4 de octubre de 1765 en Valladolid (actualmente Morelia, capital de Michoacán). Sus padres fueron don Manuel Morelos y doña Juana Pabón, como se puede leer en el libro de bautismos de dicha parroquia.

Pero, ¿cuáles eran los antecedentes de sus padres? La mayoría de las veces, los grandes héroes parecieran haber surgido de la nada, como si hubieran aparecido simplemente por voluntad de quienes les necesitaban. Por supuesto que José María Morelos tuvo ascendientes, y también descendientes. 

En la partida de matrimonio de sus padres, podemos leer lo siguiente: “Casamiento y velación de D. Joseph Manuel Morelos con Da. Juana María Pérez Pabón. En la ciudad de Valladolid, en diez y ocho días del mes de febrero de mil setecientos y sesenta, habiendo precedido todas las diligencias que dispone el Santo Concilio de Trento, y no resultando impedimento alguno, yo el Bachiller Dn. Francisco Gutiérrez de Robles, teniente de cura, casé in Facie Eclesie y velé según orden de nuestra santa madre iglesia, a D. Joseph Manuel Morelos, español originario del vecindario, y vecino de esta ciudad desde pequeño, hijo legítimo de D. Gerónimo Morelos y de Da. Luisa de Robles, con Da. Juana María Pérez Pabón, originaria de la ciudad de Querétaro y vecina de ésta desde hace más de cuatro años, hija legítima de D. Joseph Pérez Pabón y de Da. Juana María de Estrada, difunta. Fueron padrinos Lorenzo Sendejas Casilda Hernández. Testigos: Marcos Pérez, Antonio Matabuena y otros, y para que conste, lo firmé. Br. Francisco Gutiérrez de Robles”.  Una anotación marginal a esta partida, dice “Se sacó en 20 de julio de 1801”. Esta clase de notas se escribían cuando había que dar testimonio de la partida de referencia, por diversas razones. 





La partida de matrimonio de los abuelos paternos de don José María Morelos, dice lo siguiente: “Casamiento y velación de Domingo Gerónimo Morelos y Luisa de Robles. En el año del Señor de mil setecientos cuarenta y uno, en el día quince de mayo, el Bachiller D. Joseph Carrillo, teniente de cura, casó por palabras de presente y veló según orden de nuestra santa madre iglesia, a Domingo Gerónimo Morelos, hijo legítimo de Diego Morelos y de Juana Sandoval, con Luisa de Robles, originaria de la ciudad de Pátzcuaro, hija legítima de Tiburcio de Robles y de Nicolasa García. Fueron padrinos Miguel Morelos y Matilde Andísavar. Testigos, Bicente Aguilar Y Antonio Francisco, y para que conste, lo firmé. Br. Joseph Carrillo Altamirano”. 
















A finales del siglo XVIII, el padre José María Morelos fue designado cura de Carácuaro y Nocupétaro, comunidades de Michoacán. Ahí conoció a una joven llamada Brígida Almonte, con quien tuvo un hijo, Juan Nepomuceno. El niño, quien nació en 1803, siete años antes del Grito de Dolores, fue llamado Juan Nepomuceno Almonte, porque, por ser su padre un sacerdote católico consagrado y en funciones, no podía llevar su apellido.

El niño pronto se acostumbró al fragor de las batallas, pues su padre lo llevó con él a los diversos sitios donde se peleaba por la independencia. No era de extrañar que tomara la carrera de las armas y de la diplomacia. Fue nombrado general por Antonio López de Santa Ana, y sirvió durante la guerra texana. De hecho, los relatos de la “Masacre de El Álamo” se hicieron siguiendo los apuntes de su diario, que fue encontrado por los rebeldes en el campo de batalla.

Por los servicios distinguidos que prestó durante la batalla de San Jacinto, el general Almonte fue designado Secretario de Guerra por el presidente Bustamante. Posteriormente, Almonte fue designado embajador de México en los Estados Unidos, y pasó a residir en Washington, donde su simpatía y modales le ganaron muchas amistades entre los prominentes de esa capital. Almonte también representó a México en las cortes de Francia e Inglaterra.

El general Juan Nepomuceno Almonte se casó con la señorita María Dolores Quezada el 1º de marzo de 1840, en la parroquia de San Miguel Arcángel, en la ciudad de México (libro de matrimonios 1836-1866). Con esto, doña María Dolores se encontró en el extraño caso de ser la nuera de uno de los padres de la Patria Mexicana, el cura don José María Morelos.

A la vuelta de Santa Ana a México, el general Almonte volvió a ser embajador de México en Washington. No deja de ser curioso que el hijo de don José María Morelos fuera un monárquico recalcitrante. Precisamente por el gran prestigio de que gozaba como hijo de uno de los líderes insurgentes, se dedicó a afianzar la idea de establecer una monarquía en México. El Arzobispo de México y el general Almonte tuvieron un rol protagónico para ir a Miramar y convencer a Maximiliano de que debería venir a reinar a México.

Cuando Maximiliano tomó el poder, nombró al general Almonte su embajador ante Napoleón III, cuya confianza se ganó. Sin embargo, al caer el Segundo Imperio Mexicano, Almonte ya no pudo volver a México. Murió en París la tarde de un domingo de marzo de 1869.

El general Almonte y doña María Dolores Quezada tuvieron una hija, la cual casó con un general Herrán, español al servicio del pretendiente don Carlos de Borbón.

Fuentes: Archivo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; “The New York Times”, 24 de marzo de 1869, p. 1; “La Iberia”, 7 de julio de 1869, p. 1. 


Los Elizondo-Villarreal. A veces, a los seres humanos no les son suficientes sus pobres luces intelectuales o morales para decidir en casos de conciencia, y deben recurrir a la experiencia, erudición o razones de otros para fortalecer, y a veces cambiar, las propias convicciones.

Este es el caso del tristemente célebre teniente coronel Ignacio de Elizondo, soldado insurgente que desertó de las filas de Allende e Hidalgo para pasarse a las de los novohispanos leales al gobierno establecido. Peor aún, si hubiera demostrado su cambio de lealtades de manera abierta, no se le hubiera tomado en cuenta sino como mera mudanza de opinión y vuelta al servicio de las autoridades constituidas, a quienes originalmente les había jurado obediencia. Pero hacerlo de manera encubierta, traicionando la confianza que sus antiguos superiores tenían en él, eso lo convirtió en un renegado, un traidor, un hombre sin honor.

Como es de todos bien conocido, el teniente coronel Ignacio de Elizondo capturó en Acatita de Baján al grupo de insurgentes que se dirigía desde Saltillo hacia Texas, y de ahí a los Estados Unidos. Ignacio de Elizondo estuvo al mando de esa operación en que fue cercenado de golpe el impulso libertador que comenzó en la parroquia de Dolores, en Guanajuato.

Tómese en cuenta, aunque sin disculparlo en lo absoluto, que fue aconsejado por hombres de iglesia, hombres “de ciencia y conciencia” como el subdiácono J. Manuel Zambrano (en 1815 recomendado por el obispo de Nuevo León, Primo Feliciano Marín de Porras) o el cura de Monclova, el padre Galindo, para cometer traición. Debemos recordar que no era el ejército ni el pueblo, sino el clero mismo, quien más odio le tenía a Hidalgo, quien era un sacerdote consagrado y en funciones antes de ser excomulgado por el obispo Manuel Abad y Queipo. Desde el punto de vista del clero fiel al virrey, Hidalgo ponía en peligro la relación entre la Corona y la iglesia novohispana. Y en el ejército de Hidalgo militaban muchos religiosos rebeldes. Era natural que el clero considerara a Hidalgo un gran seductor del clero y del pueblo, y que quisieran capturarlo a cualquier precio, incluso el de la traición.

El teniente coronel Ignacio Elizondo provenía de una antigua familia de militares distinguidos, valerosos y honorables, originarios de lo que actualmente llamamos Coahuila y Nuevo León. Sería una pena que por la trayectoria de un solo individuo pudiera mancharse el prestigio de un linaje completo.

Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal nació en Salinas Victoria, Nuevo León, donde fue bautizado el 20 de marzo de 1766, siendo hijo de José Marcos de Elizondo González y de María Josefa de Villarreal (libro de bautizos 1721-1790). Por ironías de la vida, la parroquia en que fue bautizado fue la de Nuestra Señora de Guadalupe, la misma advocación del estandarte guía del padre Hidalgo.

Su partida de bautismo dice, a la letra: 

“En veinte días del mes de marzo de mil setecientos sesenta y seis años, en esta Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe de Salinas, bautizé solemnemente a Francisco Ignacio, de once días [de] nacido, hijo legítimo de D. Joseph Marcos de Elizondo y de Da. María Josepha de Villarreal, españoles vecinos de este valle. Fueron padrinos Dn. Francisco de Elizondo y Da. Clara María Martínez, a quienes amonesté su obligación y parentesco espiritual, y para que conste, lo firmé. Lic. Joseph Antonio Martínez”.






El teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal era nieto paterno del capitán Bartolomé de Elizondo de la Garza y Francisca Javiera González Treviño. Era bisnieto del general Pedro de Elizondo González, quien nació en Saltillo hacia 1670, y de María de la Garza-Falcón y Rentería. Era tataranieto del capitán Francisco de Elizondo de Aguilar, y de Beatriz González de Paredes y Olea.

Los Elizondo, de acuerdo a los estudios efectuados y documentados por sus actuales descendientes, se apellidaban Elizondo-Urdiñola, y procedían de Oyarzun, en Guipúzcoa. De ese lugar era originaria la familia del conquistador Francisco de Urdiñola.

El teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal se casó con Gertrudis García de la Garza, con quien tuvo once hijos e hijas.
Francisco Ignacio tuvo un hermano llamado José Nicolás de Elizondo Villarreal, quien se casó con una hermana de Gertrudis García de la Garza, María de Jesús García. Este matrimonio procreó a María Victoriana Coleta Elizondo García, quien casó con Francisco José Madero Gaxiola, matrimonio que a su vez procreó nada menos que a don Evaristo Madero Elizondo, patriarca y genearca de los Madero de la Comarca Lagunera.

De esta manera, aunque los Madero no descienden del teniente coronel Francisco Ignacio de Elizondo Villarreal, sí descienden de un hermano de él, y comparten la ilustre y centenaria ascendencia de las familias Elizondo, Villarreal, Treviño y González-de-Paredes.

Como podemos ver por este caso concreto, las familias no pierden su prestigio por las acciones torpes de un solo individuo. Hay muchos descendientes de las ramas Elizondo que han sido y son ciudadanos ejemplares. Es tiempo de quitarles de encima el deshonor de un solo individuo que obró mal, a título personal.
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