Los miembros de la prensa, sea ésta internacional, nacional, regional o local, están obligados a respetar al ciudadano común y corriente. No es posible que un reportero pretenda estar por encima de la voluntad de los ciudadanos, ni por encima de los más elementales principios de ética y buen gusto.
Si es grande o pequeña la empresa mediática para la que laboran, es lo que menos importa. Ningún reportero tiene derecho a actuar con prepotencia, desprecio ni altanería. Entendemos que el reportero es un empleado de su empresa, y que tiene un trabajo que cumplir. Pero se equivoca al pensar que solo su decisión o su interés cuentan. No tiene ningún derecho para atropellar la sensibilidad de los demás, imponiéndose a la fuerza.
Si los reporteros entendieran esta situación, se expondrían mucho menos a las "complicaciones" de su oficio. Gústeles o no, deben respetar el sentir de la gente, máxime cuando ésta se encuentra sumida en una situación de máximo dolor o estrés. Lo mismo aplica para los reporteros de guerra, como para los del ámbito urbano.
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