Escudo de Torreón

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domingo, noviembre 29, 2009

Los "neocristianos" y el Escudo Nacional


Lámina del Códice Mendocino

Uno de los fenómenos sociales (es decir, conductas compartidas de manera colectiva) contemporáneos de Torreón, de la Comarca Lagunera y de México, es el que protagonizan los autodenominados “cristianos”.

Parecería redundante que, de una sociedad que se profesa cristiana (católica o protestante) surjan individuos y movimientos que se etiqueten a sí mismos como “cristianos”. Al parecer, el término “cristiano” lo usan a manera de denuncia. Desde su particular punto de vista, estos cristianos consideran que católicos y protestantes tradicionales han perdido su pureza original, y se han paganizado. En ese contexto, autodenominarse públicamente “cristiano” es poner énfasis en la necesidad de recuperar y vivir la pureza del Evangelio en la sociedad contemporánea.

Probablemente el afán de proclamarse públicamente como “cristianos” tenga que ver con aquélla promesa de Jesús del evangelio de Lucas, de que quien reconozca públicamente a Cristo, él, a su vez, será reconocido en el cielo (Mt. 10: 32-33; Lc. 12: 8-9). No parecen constituir una iglesia determinada, sino más bien la suya es una actitud que busca ser renovadora y que es compartida por individuos de diversas iglesias protestantes o interdenomi-nacionales.

Su prurito de mostrar públicamente su actitud renovadora, a veces los enfrenta –sin querer– con otros sectores de la sociedad que no comparten su entusiasmo ni su fe. Un ejemplo bien conocido, es su negativa a saludar nuestra bandera nacional. Constituye para ellos un grave caso de conciencia. Muchos mexicanos han malinterpretado esta negativa, y piensan que si no quieren saludar, es porque les falta patriotismo, identidad nacional, o peor aún, porque no le tienen lealtad a nuestro país.

La verdad es otra muy diferente. Lo que se niegan a saludar no es la enseña tricolor, sino el escudo nacional colocado en la franja central de nuestra bandera. Y esto por una razón bastante sencilla. Nuestro escudo nacional no procede de la era independiente, ni tampoco de la colonial, sino de la era prehispánica.

El águila sobre el nopal de tunas cardonas, representaba no solamente la mítica señal que Huitzilopochtli, dios tutelar de los Azteca-Mexica, le dio a su pueblo para localizar el lugar de la fundación de una nueva ciudad. Representaba también a Huitzilopochtli mismo (cuyo “nahual” era el águila, de manera semejante a como Zeus se aparecía como águila o cisne) y el nopal con tunas cardonas representaba el altar de los sacrificios y los corazones humanos.

Esta representación de Huitzilopochtli puede verse en una de las láminas del Códice Mendocino, o bien, en el “Teocalli de la Guerra Sagrada”. El significado de este emblema como mito fundacional de la identidad mexica y como fundamento de la práctica sacrificial, ya lo he examinado detenidamente hace años, en mi ensayo “El Águila y la Doncella. Las fundaciones de México”, publicado en 1997.

Por lo tanto, para los neocristianos, el saludo a la bandera implicaría rendir honores a la representación de un “dios pagano” cuya imagen ha subsistido hasta nuestros días. Y para ellos, honrar a un “dios pagano” implicaría caer en “apostasía” y echarse encima maldiciones sin fin. Muchos ciudadanos comunes y corrientes piensan que este escrúpulo de los neocristianos, proviene de una conciencia estrecha y hasta fanática.

Mientras no causen daños a terceros, los neocristianos, como los miembros de cualquier otro credo, están en su derecho de vivir a su manera. Después de todo, en eso consiste la tolerancia religiosa. El presidente Benito Juárez lo enunció con gran lucidez, cuando dijo que “el respeto al derecho ajeno, es la paz”.

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