Escudo de Torreón

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lunes, noviembre 16, 2009

Locke y las revoluciones políticas



Estamos por celebrar el nonagésimo noveno (99) aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, cuyo comienzo ha sido acotado al 20 de noviembre de 1910. El próximo año 2010 se cumplirá el centenario del inicio de esta gesta histórica.

Para iniciar una serie de artículos destinados a celebrar este acontecimiento, comenzaremos hoy con la moderna teoría del Estado, la cual fue concebida por el filósofo John Locke, a quienes muchos consideran “padre del liberalismo”.

En sus “Ensayos sobre el gobierno civil” escritos entre 1679 y 1681, establece que el Estado tiene por objeto la consecución del bien común de los ciudadanos que lo integran. Para Locke —a través del consenso y del contrato social— la soberanía reside en el pueblo, y es el pueblo, no Dios ni la dinastía, quien le da legitimidad al soberano.

Desde el punto de vista del filósofo, el soberano es solamente un mandatario (un gerente, por decirlo así) que debe de respetar y administrar los recursos totales de su país (trabajo, capital, propiedad) para la consecución del bien común. En la medida en que el soberano se desentienda de esta función y objetivo, en esa medida, para Locke, es legítima la rebelión, la revolución.

Esta doctrina política del siglo XVII muestra que el Estado es solamente un medio al servicio del pueblo, y no un fin en sí mismo. Se trata del Estado al servicio del pueblo, y no el pueblo para servicio del Estado. Lo mismo se puede decir del mandatario, que debe de estar al servicio del pueblo, y no el pueblo al servicio del mandatario. Todo eso lo implica precisamente la noción de “bien común”.

Esta doctrina política impactó profundamente la historia del mundo occidental, comenzando por Inglaterra, donde se aplicó para justificar el cambio de la dinastía Estuardo por la de Orange por medio de la “Revolución Gloriosa” de 1688; las 13 colonias anglo-americanas basaron su revolución de independencia contra Jorge III en los enunciados de Locke (1776), y ciertamente la Revolución Francesa (1789) surgió de las ideas de Locke “Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil” y de las de Rousseau “El Contrato Social”.

Desde entonces, el término “revolución” tiene un significado profundo de rebelión contra el Estado o contra el mandatario opresor que no cumple con su función primordial: la búsqueda del bien común. Es importante tener este postulado en mente, para poder entender los diversos procesos, momentos y lecturas de nuestra Revolución Mexicana, iniciada en 1910.

Pues mientras que Madero buscaba básicamente una apertura democrática del Estado Mexicano, los generales designados por el pueblo, Villa y Zapata, representaban grandes sectores de una población agraviada que buscaba la reivindicación de parte del Estado; Carranza será el representante de la institucionalidad porfiriana, maderista y posteriormente constitucionalista, que buscaba la legalidad y continuidad del Estado. A Carranza se le debe la Constitución de 1917, con sus innovaciones en materia de educación y seguridad laboral y social.

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