Las contundentes revelaciones hechas por la autoridad suprema de los “Legionarios de Cristo” el pasado 4 de febrero (New York Times), tomó por sorpresa a los miembros de ese instituto religioso y a los promotores del “Regnum Christi”. Anteriormente, se les había alentado a defender el honor del padre Marcial Maciel por encima de todo argumento en contra, incluso por encima de las evidencias. Prefirieron poner en entredicho los testimonios de quienes ya habían sufrido agresiones inconfesables del padre Maciel.
Este resultó ser un asunto verdaderamente penoso. Tengo amigos y alumnos legionarios, y sé bien de la zozobra espiritual, la orfandad en que quedaron a raíz de estas declaraciones. Sin embargo, es una buena oportunidad para aprender la lección. La otrora soberbia y elitista Legión, ha recibido una gran dosis de amarga humildad. Su fundador jamás llegará a los altares, y siempre se recordará, no su santidad, sino su indignidad como ser humano y como sacerdote.
Sin embargo, cuando la obra procede de Dios, él mismo se encargará de nutrirla y hacerla florecer. En pocas palabras, no solamente los legionarios, sino todos los cristianos, debemos aprender a poner la fe en Dios, y no en los miembros del clero. Jesús lo dijo claramente al hablar de los fariseos y doctores de la Ley “Hagan lo que dicen porque es bueno (es bíblico) pero no los tomen por ejemplo, porque dicen y no hacen” (Ver capítulo 23 de Mateo, versos 1-33).
Una Legión que tenga la fe puesta en Dios y no en los mortales, puede ser el instrumento precioso del Altísimo para hacer el bien. Quizá lo que sucedió marca, no el fin, sino el verdadero principio del carisma legionario.
Este resultó ser un asunto verdaderamente penoso. Tengo amigos y alumnos legionarios, y sé bien de la zozobra espiritual, la orfandad en que quedaron a raíz de estas declaraciones. Sin embargo, es una buena oportunidad para aprender la lección. La otrora soberbia y elitista Legión, ha recibido una gran dosis de amarga humildad. Su fundador jamás llegará a los altares, y siempre se recordará, no su santidad, sino su indignidad como ser humano y como sacerdote.
Sin embargo, cuando la obra procede de Dios, él mismo se encargará de nutrirla y hacerla florecer. En pocas palabras, no solamente los legionarios, sino todos los cristianos, debemos aprender a poner la fe en Dios, y no en los miembros del clero. Jesús lo dijo claramente al hablar de los fariseos y doctores de la Ley “Hagan lo que dicen porque es bueno (es bíblico) pero no los tomen por ejemplo, porque dicen y no hacen” (Ver capítulo 23 de Mateo, versos 1-33).
Una Legión que tenga la fe puesta en Dios y no en los mortales, puede ser el instrumento precioso del Altísimo para hacer el bien. Quizá lo que sucedió marca, no el fin, sino el verdadero principio del carisma legionario.
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