Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

domingo, marzo 23, 2008

Domingo de Pascua


Pantocrátor de la iglesia ortodoxa de San Jorge, New Port Richey.

De acuerdo a la teología cristiana, la resurrección de Jesús tiene profundas implicaciones. Significa que Cristo murió en la cruz, pero no por sus propias culpas, sino por las de los creyentes. Y la prueba es que, una vez cumplida la misión al morir Jesús en lugar de otros, Dios le resucitó de entre los muertos (cosa que no haría por un pecador) y lo glorificó, poniendo la creación entera a sus pies.

Según San Pablo, el apóstol de los no judíos, si Jesús no hubiera resucitado, entonces significaría que no hubo sacrificio sustitutivo, los hechos se reducirían a la simple ejecución romana de un reo que fue aniquilado en la cruz. Sin la resurrección, diría Pablo, “vana sería nuestra fe”.

Es por esta razón que la pascua de resurrección tiene capital importancia en el calendario religioso cristiano. Sin embargo, no siempre hay una consciencia clara del significado de la crucifixión. A lo largo de la historia, se han escenificado crucifixiones que se centran más en la representación del sufrimiento de Jesús, que en las consecuencias de tal sacrificio.

En México, es famosa la representación de la pasión en Iztapalapa. El fenómeno de Iztapalapa es muy interesante, porque ahí se yuxtaponen dos tradiciones teológicas. Antes de la llegada del cristianismo, los mexica celebraban en el Cerro de la Estrella el sacrificio humano que permitía que continuara la vida en el mundo conocido. Efectivamente, se trataba de la fiesta del “Fuego Nuevo”, que se celebraba cada 52 años solares. Todo fuego se apagaba en el Valle de México, y en la noche, cuando las Pléyades llegaban al cenit, los “mensajeros sagrados” eran sacrificados, y en sus pechos se encendía un nuevo fuego, el cual se repartía entre todas las poblaciones del valle. Así comenzaba un nuevo “siglo”, un nuevo período de vida.

Con la llegada de la nueva fe, la vieja costumbre desapareció. Pero comenzó a representarse, también en Iztapalapa, la historia de otro mensajero divino que se sacrificó a sí mismo para que la humanidad tuviera vida y luz. Esta representación, en su versión moderna, comenzó en 1843.

Por lo que se refiere a la Comarca Lagunera, los misioneros dejaron constancia escrita de que los indígenas aborígenes ya hacían representaciones de la pasión en 1603:

“Los mozos se han ya ladinizado [castellanizado] y acuden de buena gana a la iglesia, con cuyo ejemplo los viejos van ya entrando en las obligaciones de nuestra Santa Fe Cristiana, de los cuales algunos se azotan la cuaresma a vueltas de los mozos, que con mucha devoción alaban los oficios de la semana santa, haciendo pasiones de sangre a uso de los mexicanos [mexica] y españoles”.[i]

En los tiempos actuales, prácticamente cada ciudad lagunera cuenta con una o más representaciones de la pasión de Jesús. En el caso de Torreón, la más famosa es la de nuestra Acrópolis de las Noas (acrópolis, ciudad alta). Según algunos registros, lleva más de 30 años de escenificaciones, con una concurrencia de más de treinta mil espectadores.

[i] Corona Páez: “Apuntes sobre la educación jesuita en La Laguna: 1594 – 2007”, UIA Torreón, 2008, pp. 81, 82.

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