Una toma de Sandoval nos muestra la instantánea de una fiesta de disfraces en Parras de la Fuente, aunque por desgracia, no conocemos el año en que se hizo la impresión fotográfica.
Lo primero que notamos es que se trata de una fiesta de género, es decir, de mujeres. No hay varones presentes. Se trata de una fiesta decente de acuerdo al tono moral de la época. Aunque se tratara de una fiesta familiar, no hay asistencia masculina.
Otra cosa que resalta a la vista, es el concepto que se tenía de disfraz de acuerdo a la imagen. No parece haber ningún intento de representar individualidades famosas reconocibles. No hay una Cleopatra (quizá tenía mala reputación) ni una María Antonieta, si bien una de las damas presentes porta lo que da la impresión de ser una corona. Al parecer, en Parras, en esta época no se tenía tanto interés en representar a los famosos de la historia, cuanto en usar la creatividad, la imaginación y dejar de ser uno mismo, tornarse en una fantasía, en un tipo del costumbrismo. Vemos una aguadora, una gitana, una japonesa con sombrilla, una reina, y otras damas cuyos atavíos evocan personajes literarios.
En épocas dominadas por una rígida moral, las fiestas de disfraces constituían un escape a la férula social. Era una ocasión de escapar del rol que la familia y la clase social le había impuesto de manera perpetua a una dama. De alguna manera se dejaba la propia identidad para ser, por unos instantes, alteridad. Se dejaba de ser uno mismo para convertirse en lo otro, lo no yo. Quizáesas fiestas fuesen catarsis de las que las personas salían fortalecidas para continuar siendo ellas mismas. Estos son temas fascinantes para quienes investigan de manera académica en la historia de las mentalidades, en este caso, de las diversiones socialmente aceptadas en correlación con clase, lugar y época.
Lo primero que notamos es que se trata de una fiesta de género, es decir, de mujeres. No hay varones presentes. Se trata de una fiesta decente de acuerdo al tono moral de la época. Aunque se tratara de una fiesta familiar, no hay asistencia masculina.
Otra cosa que resalta a la vista, es el concepto que se tenía de disfraz de acuerdo a la imagen. No parece haber ningún intento de representar individualidades famosas reconocibles. No hay una Cleopatra (quizá tenía mala reputación) ni una María Antonieta, si bien una de las damas presentes porta lo que da la impresión de ser una corona. Al parecer, en Parras, en esta época no se tenía tanto interés en representar a los famosos de la historia, cuanto en usar la creatividad, la imaginación y dejar de ser uno mismo, tornarse en una fantasía, en un tipo del costumbrismo. Vemos una aguadora, una gitana, una japonesa con sombrilla, una reina, y otras damas cuyos atavíos evocan personajes literarios.
En épocas dominadas por una rígida moral, las fiestas de disfraces constituían un escape a la férula social. Era una ocasión de escapar del rol que la familia y la clase social le había impuesto de manera perpetua a una dama. De alguna manera se dejaba la propia identidad para ser, por unos instantes, alteridad. Se dejaba de ser uno mismo para convertirse en lo otro, lo no yo. Quizáesas fiestas fuesen catarsis de las que las personas salían fortalecidas para continuar siendo ellas mismas. Estos son temas fascinantes para quienes investigan de manera académica en la historia de las mentalidades, en este caso, de las diversiones socialmente aceptadas en correlación con clase, lugar y época.
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