Escudo de Torreón

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lunes, octubre 03, 2016

Cultura de guerra





Cuando uno lee ciertos artículos de los diarios del siglo XIX y los del siglo XXI, pareciera no haber diferencia en cuanto a los reportes sobre robos y violencia. Da la impresión de que el país sigue exactamente igual. 

Un texto de corresponsalía del diario decimonónico “El Universal” fechado en Durango el 28 de marzo de 1849, menciona, y cito a la letra: 

“El lunes 26 del corriente fueron asaltados hacia el punto llamado Chachamole, camino de esta ciudad para Nombre de Dios, D. Jesús Castañeda, residente de Zacatecas, D. Mariano González, de Nazas, y dos o tres mozos que acompañaban a ambos. 

El número de los bandidos no bajaba de veinte, los cuales hirieron, aunque no de mucha gravedad, según se dice, a todas las personas mencionadas; y les robaron en dinero y algunos efectos, el valor de más de mil y quinientos pesos. 

Escandaliza la funesta frecuencia con que se perpetúan en territorio del Estado atentados semejantes. Los salvajes [indios] por un lado, y los bandoleros por otro, tienen de tal manera invadidos todos los despoblados, que realmente ha venido a ser entre nosotros una quimera la seguridad individual para todo el que tiene que emprender aun el más pequeño viaje”.

En la sección “Noticias sueltas” del mismo diario, se comenta que “indios bárbaros siguen cometiendo robos y muertes en el Estado de Durango, y cada día se hace más necesaria la realización de las medidas que se han iniciado para exterminarlos de los Estados que sufren esta plaga. 

A continuación insertamos un párrafo del 'Registro Oficial':

‘Según aviso que da la jefatura de Santiago Papasquiaro con fecha 20 del actual, una partida de salvajes dio muerte a dos individuos en las inmediaciones de aquella ciudad. 

En el camino a San Dimas, robaron la mulada de unos arrieros, y aunque salió a perseguirlos una partida de gente armada de San Miguel de Papasquiaro que al fin logró alcanzarlos y matarles un indio, ellos sin embargo los derrotaron, mataron a Ignacio Nevales, hirieron a otros cuatro y les llevaron [robaron] algunos caballos ensillados. 

El día 18, otra pequeña partida de indios asaltó la estancia de Chinacate y se llevó las mulas de un atajo de D. Dionisio Bravo y los caballos de los soldados que escoltaban la carga’”. 


Independientemente de la fuerza o debilidad de los gobiernos del centro y de los estatales para mantener la paz en aquellos tiempos, debemos hacer notar que las provincias, posteriormente estados norteños siempre fueron —y de manera constante— zona de conflicto armado entre los colonos y los aguerridos indios nómadas. 

Con el tiempo se formó una cultura de la guerra. No es casualidad que a los cabecillas insurgentes los hayan atrapado en Coahuila con tácticas de guerrilla, algo que Calleja no pudo lograr con su ejército de línea. Tampoco es casualidad que con norteños se formara una División del Norte en 1913, o la existencia de un estratega de la talla de Francisco Villa. 

Pero también sabemos que, desgraciadamente, una herencia cultural como ésa, puede generar mercenarios, pues la pobreza suele ser la madre de la delincuencia. Si se hubiera hecho en su momento la guerra a la pobreza, quizá hoy no se tendría que hacer la guerra a la delincuencia. 

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