Escudo de Torreón

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jueves, octubre 13, 2016



San Francisco de Asís


Durante el mes de octubre, la Iglesia Católica celebra a algunos de sus místicos más esclarecidos, aquéllos que, por esa vía, llegaron a la cumbre de la santidad de vida. Entre ellos tenemos a Santa Teresita del Niño Jesús, quien fuera proclamada doctora de la Iglesia por sus escritos y doctrinas ascéticas y místicas, tan sencillas como comprensibles.

En octubre se celebra también al inefable Francisco de Asís, el primer estigmatizado de quien se tiene noticia, el santo bueno y humilde, hermano de todas las creaturas. Celebramos también en octubre a Santa Teresa de Jesús, esa recia castellana del siglo XVI que iluminó el camino de la mística con sus “Moradas del castillo interior” y que  también se ganara el título de doctora de la Iglesia. Tenemos asimismo a Margarita María Alacoque, la santa de las revelaciones del Sagrado Corazón.

¿Qué significa el término “místico”? ¿Por qué los místicos católicos, cristianos, judíos y musulmanes se han ganado un lugar especial en sus respectivas comunidades religiosas?

A diferencia de la gran mayoría de creyentes de las religiones de origen bíblico, que conocen sobre la divinidad a base de conceptos, raciocinio o ideología, el místico es una persona que conoce a la Divinidad de manera experimental. Es decir, no tiene tanto ideas sobre Dios, cuanto la experiencia de Dios como una persona viva que se comunica con ella, y con la cual ella se comunica.

El misticismo, esa clase de relación y vía de conocimiento de la divinidad, no es privativa de los cristianos. Hay místicos judíos y musulmanes. Y tienen además algo en común: han experimentado a la divinidad como un purísimo amor transformante.

Para ellos, Dios es amor, un amor que está por encima de todo. Es amor que incendia a quien lo experimenta. Es amor que urge a amar al otro, incluso por encima de las diferencias religiosas.

En realidad, la misma idea se encuentra en una parábola del evangelio de Lucas 10: 25-37, pasaje en el cual un judío y un samaritano viven una experiencia que estaba muy por encima de sus respectivas religiones. Judíos y samaritanos eran entre sí algo semejante a católicos y protestantes en Irlanda, enemigos religiosos declarados.

Los correligionarios del judío caído en desgracia a manos de un asaltante, pasan de largo y lo dejan abandonado en su miseria. Pero es el enemigo religioso, el samaritano, el que lo recoge y lo lleva a una posada para que se recupere de sus heridas, a la vez que se hace cargo de los gastos.

Esta es precisamente la enseñanza de Jesús, de Ibn Arabí, de Rumi, de Israel Baal Shem Tov y de una pléyade de místicos que han experimentado, a lo vivo, el amor de Dios: el amor al necesitado debe de estar muy por encima de las divisiones religiosas. Todos somos familia.

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