San Francisco de Asís
Durante el mes de octubre,
la Iglesia Católica celebra a algunos de sus místicos más esclarecidos,
aquéllos que, por esa vía, llegaron a la cumbre de la santidad de vida. Entre
ellos tenemos a Santa Teresita del Niño Jesús, quien fuera proclamada doctora de
la Iglesia por sus escritos y doctrinas ascéticas y místicas, tan sencillas
como comprensibles.
En octubre se celebra
también al inefable Francisco de Asís, el primer estigmatizado de quien se
tiene noticia, el santo bueno y humilde, hermano de todas las creaturas.
Celebramos también en octubre a Santa Teresa de Jesús, esa recia castellana del
siglo XVI que iluminó el camino de la mística con sus “Moradas del castillo
interior” y que también se ganara el
título de doctora de la Iglesia. Tenemos asimismo a Margarita María Alacoque,
la santa de las revelaciones del Sagrado Corazón.
¿Qué significa el término
“místico”? ¿Por qué los místicos católicos, cristianos, judíos y musulmanes se
han ganado un lugar especial en sus respectivas comunidades religiosas?
A diferencia de la gran
mayoría de creyentes de las religiones de origen bíblico, que conocen sobre la
divinidad a base de conceptos, raciocinio o ideología, el místico es una
persona que conoce a la Divinidad de manera experimental. Es decir, no tiene
tanto ideas sobre Dios, cuanto la experiencia de Dios como una persona viva que
se comunica con ella, y con la cual ella se comunica.
El misticismo, esa clase de
relación y vía de conocimiento de la divinidad, no es privativa de los
cristianos. Hay místicos judíos y musulmanes. Y tienen además algo en común:
han experimentado a la divinidad como un purísimo amor transformante.
Para ellos, Dios es amor,
un amor que está por encima de todo. Es amor que incendia a quien lo
experimenta. Es amor que urge a amar al otro, incluso por encima de las
diferencias religiosas.
En realidad, la misma idea
se encuentra en una parábola del evangelio de Lucas 10: 25-37, pasaje en el
cual un judío y un samaritano viven una experiencia que estaba muy por encima
de sus respectivas religiones. Judíos y samaritanos eran entre sí algo
semejante a católicos y protestantes en Irlanda, enemigos religiosos
declarados.
Los correligionarios del
judío caído en desgracia a manos de un asaltante, pasan de largo y lo dejan
abandonado en su miseria. Pero es el enemigo religioso, el samaritano, el que
lo recoge y lo lleva a una posada para que se recupere de sus heridas, a la vez
que se hace cargo de los gastos.
Esta es precisamente la
enseñanza de Jesús, de Ibn Arabí, de Rumi, de Israel Baal Shem Tov y de una
pléyade de místicos que han experimentado, a lo vivo, el amor de Dios: el amor
al necesitado debe de estar muy por encima de las divisiones religiosas. Todos
somos familia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario