En
1911 gobernaba China su último emperador, Puyi, duodécimo de la dinastía Ching.
Entre los últimos asuntos internacionales que pudo gestionar su gobierno
(abdicó el 12 de febrero de 1912) se encontraba la reclamación por los
atentados de lesa humanidad en Torreón, y el envío de un crucero a México, el
“Hai Chi” , con el objeto de apoyar estas reclamaciones.
El
semanario “El Mañana” en su edición del 22 de junio de 1911, nos permite
conocer la percepción que de estos asesinatos de Torreón tuvieron algunos
medios. En el artículo intitulado “Indemnizaciones de guerra” se expresan,
entre otros, los siguientes comentarios:
“La
reclamación más seria y que tiene más fundamento legal a partir desde los
principios más rudimentarios del derecho de gentes, es la presentada por la
Legación China, por las vidas de sus nacionales sacrificados en Torreón de modo
tan horripilante, que ningún pueblo —tal vez ni la Tierra del Fuego— querría
tener en su historia, ese episodio que excede a la fantasía del novelista más
sanguinario del medio siglo pasado.
Es
preciso tener serenidad y honradez para las cuestiones de grave resolución. No
equivoquemos el patriotismo con la impunidad del delito.
Al
pedir justicia para los infortunados orientales, abogamos por el decoro y por
la dignidad de la Nación. Si estados extraordinarios en la República causaron
estas conflagraciones espantosas, y para desgracia nuestra permitieron la
aparición de ejemplares orgánicos que deshonran a la humanidad, ocurramos
solícitos a la reparación que nos dignifique, si queremos constituir un pueblo
regido por las sanas doctrinas del derecho, que prescriben tirar con resolución
la línea recta en las desviaciones que traza la perversidad del hombre.
Pobres
y desmedrados han sido los argumentos de los que han querido justificar
crímenes de tan increíble enormidad; más vigorosas son nuestras obligaciones
ante el derecho internacional que remite a la protección de los Estados, la
vida y la propiedad de los semejantes diseminados sobre la tierra.
Se
ha lanzado a la exploración pública otra especie que no queremos calificar de
malévola, pero que tampoco puede aceptar un criterio justo. Han dicho algunos
diarios que los chinos presentaron resistencia encarnizada a las fuerzas
rebeldes, y en tal caso —se agrega con censurable hipocresía— “no pueden
quejarse, porque murieron en campaña”, así como suena, en pleno combate, tal
vez por defender a los científicos.
Para
que en acción de guerra valerosa, a la Pascual Orozco, perezcan trescientos
hombres, se necesita un grueso lo menos de mil, bien armados y pertrechados, y
batiéndose disciplinadamente a campo raso, y no en los vericuetos de los
almacenes de seda o de los depósitos de té. Las crónicas en esta matanza son
espeluznantes, y ni por equívoco se puede aceptar una versión que se desprende
de la lógica más incipiente y primitiva.
No
conocemos todavía, desde las guerras púnicas hasta la ruso-japonesa, una lucha
armada en que una parte combatiente pueda hacer juegos malabares con la cabeza
de la otra, o en que le sea posible uncir a su enemigo tranquilamente a la cola
de tres corceles y fustigarlos para que, tomando distintas direcciones, se
lleve el uno la pierna desgarrada, el otro el brazo sangrante y el de más allá
el cráneo arrancado de la médula entre horribles crepitaciones.
Sentimos
el deseo de hacer la apología de los tigres, como individuos de una especie
benevolente”.
Por
la edición del 15 de septiembre de 1911, p. 4, del periódico “El Criterio” nos
enteramos de que China envió su mejor crucero para apoyar las demandas que
causaron las muertes en Torreón. Dice el texto:
“Por
el extranjero. China envía un crucero. El día 8 del actual llegó al puerto de
Nueva York el crucero chino “Hai Chi” al mando del Almirante Chin Pin Kawang.
El alcalde de la ciudad le dio la bienvenida, organizándose después una
recepción a la que asistieron el Ministro chino, el alcalde, algunos marinos
americanos y algunos prominentes miembros de la Legación y de la colonia
asiática.
Se
supone que este crucero fue el enviado por el gobierno chino, para hacer una
visita de cortesía a México, y apoyar las demandas que aquel gobierno hace al
mexicano, por sus nacionales ignominiosamente asesinados en Torreón durante la
pasada revolución”.
El “Hai
Chi” era un magnífico crucero armado en Gran Bretaña, con desplazamiento de
4,300 toneladas y una velocidad de 24 nudos. Medía 129.24 metros de longitud y
estaba equipado con doce calderas que generaban 17 mil caballos de fuerza.
Estaba diseñado para una tripulación de 400 individuos. Su armamento estaba
constituido por dos cañones de 8 pulgadas o sea, de 203 mm., diez de 120 mm.,
22 de 100 mm. Estas características lo convertían en el mejor barco de guerra
del Imperio Chino en 1911.