En 1892, Torreón era una congregación que apenas llegaba —en números redondos— a los 2,800 habitantes. No sería sino hasta el año siguiente que sería erigida en villa, y finalmente, en 1907, alcanzaría la categoría de ciudad.
Su origen como población se remonta a un período que comprende los años 1850-1855, como lo indican las primeras referencias documentales sobre la existencia del “rancho del Torreón”, una de las propiedades del matrimonio Zuloaga-Ibarra.[1] Esto significa que en realidad Torreón cuenta con poco más de 149 años de existir como asentamiento humano moderno, habitado de manera ininterrumpida.
Los pobladores originales (fundadores) del rancho eran laguneros de vieja cepa.[2] El proceso de migración y crecimiento demográfico se dinamizó con la instalación de las líneas del ferrocarril, entre 1883 y 1888. Comenzó a llegar a Torreón gente de Zacatecas, de Aguascalientes y de otros estados de la república que contaban con fácil acceso al transporte ferroviario.
Volviendo al año de 1892, diremos que resulta de particular importancia para la historia de Torreón, porque en ese año se levantó un censo de sus habitantes. El documento original se conserva en el Archivo General del Estado de Coahuila en Ramos Arizpe.[3] Su carátula dice “Expediente 5,467 relativo al censo de la Congregación del Torreón. 1892.”. El documento fue enviado al secretario de gobierno del estado en el oficio 1511 firmado por el titular de la Jefatura Política de los Distritos de Parras y Viesca, el 21 de septiembre de 1892.
Este censo es muy revelador para la historia étnica de Torreón. A 40 años de haber sido fundado, tenía apenas 2,800 habitantes. Y de esos, sólo unos cuantos eran de origen extranjero. Entre éstos se contaban Adolfo Aymes, ciudadano francés de 40 años de edad, nacido en 1852 en “Pierrerne, en los Bajos Alpes”[4]. En el censo aparece catalogado como “Yndustrial” porque era socio de los Veyán, dueños de la fábrica de hilados y tejidos “La Constancia”, de la cual Aymes había sido originalmente sólo un empleado. Otros extranjeros eran Juan Ling, de 33 años, soltero, cajero de ocupación; Esteban Coopwood, de 30 años de edad, bombero de ocupación; G. Reifierre, de 29 años, maquinista; Guella Reifierre, de 23 años (sexo femenino); James Riher, de 26 años, supervisor; “Ellen” Fisher, de 38 años (sexo femenino); Guillermo Yee, de 30 años, operario; Absalón Better, de 50 años, carpintero; Charles “N”., de 36 años, cocinero; A. Thumey, de 20 años, operario; M. Cole, de 24 años, telegrafista; J. Walker, de 23 años, agente; Emma L. Walker, de 22 años, “trabajador”; A.J. Acres, de 25 años, empleado; L. Ling, de 18 años; Youone L. Ling, de 28 años, cocinero; Yorzas M. Brown, de 30 años, “Ynspector”; Castwood, de 37 años, conductor; Sandi F. Bate, de 45 años, maquinista; Jaan H. Clever, de 42 años, conductor,[5] Juan Bates, de 44 años, casado, mecánico.
Encontramos entonces un grupo muy pequeño de presuntos (o comprobados) extranjeros entre 2,800 personas de apellidos castellanos, la inmensa mayoría muy comunes en los asentamientos coloniales laguneros. Estimamos un máximo de 2% de ciudadanos extranjeros —comprobados o probables— entre la población que registra el censo de Torreón de 1892.
Las ocupaciones de los extranjeros mencionados denotan por lo general cierto grado de confianza patronal en sus personas, (de cajeros a sirvientes) o bien, de especialización tecnológica o culinaria. Solo tres o cuatro tienen la categoría de “industriales” por estar relacionados con el capital de la fábrica de hilados y tejidos “La Constancia”.
Entre los nacionales había comerciantes, labradores, jornaleros, operarios, sastres, músicos o filarmónicos, panaderos, caldereros, carreros, jarcieros, artesanos, empleados, mozos, zapateros, mecánicos, ingenieros, herreros, curtidores, carpinteros, meseros, sirvientes, maquinistas, albañiles, tenedores de libros (contadores), obrajeros.
Se puede decir pues que durante sus primeros 42 años de existencia, Torreón era básicamente una población compuesta por nacionales, y en gran medida, por nacionales de origen regional.
Pasemos a revisar los antecedentes genealógicos de algunas de las familias incluidas en este censo de 1892.
Con el número de control 199 de dicho censo, tenemos a Andrés Lira, de 21 años de edad, soltero, labrador de ocupación. De acuerdo a nuestras investigaciones genealógicas, Andrés nació el 3 de febrero de 1873 en Matamoros, Coahuila, donde fue bautizado al día siguiente en la parroquia de Nuestra Señora del Refugio. De acuerdo al libro de bautismos 1870-1875 de dicha parroquia, sus padres eran “Vicente Lira” y “Francisca González”.[6] Esta filiación la confirma el censo de 1892, ya que con el número de control 196 aparece “Visente Lira”, de 80 años de edad, casado, labrador, mientras que el siguiente número de control, el 197, corresponde a “Fran[cis]ca Gonsález”, de 60 años de edad, casada. Es decir, en Torreón vivían Andrés y sus padres. Es importante que comprendamos que Vicente —torreonense por adopción—nació en 1812, cuando se promulgó la Constitución de Cádiz a lo largo y ancho del Imperio Español, y que su esposa Francisca nació en 1832, cuando Texas era parte integral de Coahuila. Es decir, este matrimonio constituye un verdadero puente cultural entre los laguneros coloniales y los torreonenses de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Además de Andrés Lira González aparecen mencionados sus hermanos Dominga (16 años), Bruno (12 años), Lorenzo (9 años) y María (11 años).
Otro caso análogo está constituido por Félix Guerrero, con número de control 62, quien de acuerdo con el censo tenía 26 años en 1892, casado, jornalero. Estaba casado con Salomé García (censo, número de control 63) la cual tenía 19 años de edad. De acuerdo con las fuentes genealógicas, Félix había nacido en el mismo Torreón en 1870 (lo cual haría que tuviera 22 años y no 26). Se habría casado con Salomé en 1890, y lo más interesante, Félix sería hijo de Francisco Guerrero y Antonia Alvarado, pobladores de Torreón casados en 1869. Antonia Alvarado habría nacido en el rancho del Torreón a mediados del siglo XIX,[7] es decir, pertenecía a la primera generación de torreonenses.
Otro caso similar sería el del matrimonio conformado por Natividad Granados y de Refugio Martínez, con los números de control del censo 334 y 335, respectivamente. Se trataba de Natividad Granados Díaz y de María Refugio Martínez Chávez, cuyo hijo, José Tiburcio, nació en la jurisdicción de Viesca, Coah. el 8 de agosto de 1852. Los cónyuges se casaron en la capilla de la Hacienda de Avilés, (antes Villa Juárez, a la orilla del Río Nazas y a poca distancia de Lerdo, Dgo.) el 22 de enero de 1843.[8] Una hija del mismo matrimonio lo fue “María Ysabel Granados” la cual fue bautizada en la parroquia de Santiago, en Viesca, Coah. el 10 de noviembre de 1847 (época de la invasión norteamericana). Ella era hija de “Natividad Granados” y de “María del Refugio Martínez”.[9] Debemos recordar que los primeros torreonenses se bautizaban en Viesca, y posteriormente, en Matamoros, hasta que en 1894 se creó la primera parroquia torreonense, la de Guadalupe.[10]
Doña María del Refugio Martínez Chávez nació a su vez en “Río de Nasas” jurisdicción de Mapimí, Dgo. en 1821, y era hija de Eusebio Martínez y de Felipa. Eusebio su padre nació en el mismo lugar que ella, “Río de Nasas”, jurisdicción de Mapimí, en 1795.
Natividad Granados Díaz habría nacido en 1821 en el “Río de Nasas”, jurisdicción de Mapimí, Dgo. y era hijo de Pedro Granados y Juana Díaz.
De acuerdo con el censo de Torreón de 1892, Natividad tenía 70 años, y de acuerdo con los registros genealógicos, 71; es decir, nació el año de la consumación de la independencia de México o bien el año en que Agustín de Iturbide fue proclamado emperador de México.
En conclusión, la información anterior nos muestra que el rancho, luego congregación del Torreón, estuvo en buena medida habitado y defendido por gente de la misma región que conocía lo que era la vida en las márgenes del río Nazas, gente que conocía los peligros del desierto y de los indios belicosos. Estas personas trajeron consigo una cultura de raigambre lagunera y colonial. La investigación genealógica nos permite conocer los orígenes precisos de las personas que aparecen como pobladores de Torreón en 1892, y ya algunos de ellos eran torreonenses de segunda generación.
Su origen como población se remonta a un período que comprende los años 1850-1855, como lo indican las primeras referencias documentales sobre la existencia del “rancho del Torreón”, una de las propiedades del matrimonio Zuloaga-Ibarra.[1] Esto significa que en realidad Torreón cuenta con poco más de 149 años de existir como asentamiento humano moderno, habitado de manera ininterrumpida.
Los pobladores originales (fundadores) del rancho eran laguneros de vieja cepa.[2] El proceso de migración y crecimiento demográfico se dinamizó con la instalación de las líneas del ferrocarril, entre 1883 y 1888. Comenzó a llegar a Torreón gente de Zacatecas, de Aguascalientes y de otros estados de la república que contaban con fácil acceso al transporte ferroviario.
Volviendo al año de 1892, diremos que resulta de particular importancia para la historia de Torreón, porque en ese año se levantó un censo de sus habitantes. El documento original se conserva en el Archivo General del Estado de Coahuila en Ramos Arizpe.[3] Su carátula dice “Expediente 5,467 relativo al censo de la Congregación del Torreón. 1892.”. El documento fue enviado al secretario de gobierno del estado en el oficio 1511 firmado por el titular de la Jefatura Política de los Distritos de Parras y Viesca, el 21 de septiembre de 1892.
Este censo es muy revelador para la historia étnica de Torreón. A 40 años de haber sido fundado, tenía apenas 2,800 habitantes. Y de esos, sólo unos cuantos eran de origen extranjero. Entre éstos se contaban Adolfo Aymes, ciudadano francés de 40 años de edad, nacido en 1852 en “Pierrerne, en los Bajos Alpes”[4]. En el censo aparece catalogado como “Yndustrial” porque era socio de los Veyán, dueños de la fábrica de hilados y tejidos “La Constancia”, de la cual Aymes había sido originalmente sólo un empleado. Otros extranjeros eran Juan Ling, de 33 años, soltero, cajero de ocupación; Esteban Coopwood, de 30 años de edad, bombero de ocupación; G. Reifierre, de 29 años, maquinista; Guella Reifierre, de 23 años (sexo femenino); James Riher, de 26 años, supervisor; “Ellen” Fisher, de 38 años (sexo femenino); Guillermo Yee, de 30 años, operario; Absalón Better, de 50 años, carpintero; Charles “N”., de 36 años, cocinero; A. Thumey, de 20 años, operario; M. Cole, de 24 años, telegrafista; J. Walker, de 23 años, agente; Emma L. Walker, de 22 años, “trabajador”; A.J. Acres, de 25 años, empleado; L. Ling, de 18 años; Youone L. Ling, de 28 años, cocinero; Yorzas M. Brown, de 30 años, “Ynspector”; Castwood, de 37 años, conductor; Sandi F. Bate, de 45 años, maquinista; Jaan H. Clever, de 42 años, conductor,[5] Juan Bates, de 44 años, casado, mecánico.
Encontramos entonces un grupo muy pequeño de presuntos (o comprobados) extranjeros entre 2,800 personas de apellidos castellanos, la inmensa mayoría muy comunes en los asentamientos coloniales laguneros. Estimamos un máximo de 2% de ciudadanos extranjeros —comprobados o probables— entre la población que registra el censo de Torreón de 1892.
Las ocupaciones de los extranjeros mencionados denotan por lo general cierto grado de confianza patronal en sus personas, (de cajeros a sirvientes) o bien, de especialización tecnológica o culinaria. Solo tres o cuatro tienen la categoría de “industriales” por estar relacionados con el capital de la fábrica de hilados y tejidos “La Constancia”.
Entre los nacionales había comerciantes, labradores, jornaleros, operarios, sastres, músicos o filarmónicos, panaderos, caldereros, carreros, jarcieros, artesanos, empleados, mozos, zapateros, mecánicos, ingenieros, herreros, curtidores, carpinteros, meseros, sirvientes, maquinistas, albañiles, tenedores de libros (contadores), obrajeros.
Se puede decir pues que durante sus primeros 42 años de existencia, Torreón era básicamente una población compuesta por nacionales, y en gran medida, por nacionales de origen regional.
Pasemos a revisar los antecedentes genealógicos de algunas de las familias incluidas en este censo de 1892.
Con el número de control 199 de dicho censo, tenemos a Andrés Lira, de 21 años de edad, soltero, labrador de ocupación. De acuerdo a nuestras investigaciones genealógicas, Andrés nació el 3 de febrero de 1873 en Matamoros, Coahuila, donde fue bautizado al día siguiente en la parroquia de Nuestra Señora del Refugio. De acuerdo al libro de bautismos 1870-1875 de dicha parroquia, sus padres eran “Vicente Lira” y “Francisca González”.[6] Esta filiación la confirma el censo de 1892, ya que con el número de control 196 aparece “Visente Lira”, de 80 años de edad, casado, labrador, mientras que el siguiente número de control, el 197, corresponde a “Fran[cis]ca Gonsález”, de 60 años de edad, casada. Es decir, en Torreón vivían Andrés y sus padres. Es importante que comprendamos que Vicente —torreonense por adopción—nació en 1812, cuando se promulgó la Constitución de Cádiz a lo largo y ancho del Imperio Español, y que su esposa Francisca nació en 1832, cuando Texas era parte integral de Coahuila. Es decir, este matrimonio constituye un verdadero puente cultural entre los laguneros coloniales y los torreonenses de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Además de Andrés Lira González aparecen mencionados sus hermanos Dominga (16 años), Bruno (12 años), Lorenzo (9 años) y María (11 años).
Otro caso análogo está constituido por Félix Guerrero, con número de control 62, quien de acuerdo con el censo tenía 26 años en 1892, casado, jornalero. Estaba casado con Salomé García (censo, número de control 63) la cual tenía 19 años de edad. De acuerdo con las fuentes genealógicas, Félix había nacido en el mismo Torreón en 1870 (lo cual haría que tuviera 22 años y no 26). Se habría casado con Salomé en 1890, y lo más interesante, Félix sería hijo de Francisco Guerrero y Antonia Alvarado, pobladores de Torreón casados en 1869. Antonia Alvarado habría nacido en el rancho del Torreón a mediados del siglo XIX,[7] es decir, pertenecía a la primera generación de torreonenses.
Otro caso similar sería el del matrimonio conformado por Natividad Granados y de Refugio Martínez, con los números de control del censo 334 y 335, respectivamente. Se trataba de Natividad Granados Díaz y de María Refugio Martínez Chávez, cuyo hijo, José Tiburcio, nació en la jurisdicción de Viesca, Coah. el 8 de agosto de 1852. Los cónyuges se casaron en la capilla de la Hacienda de Avilés, (antes Villa Juárez, a la orilla del Río Nazas y a poca distancia de Lerdo, Dgo.) el 22 de enero de 1843.[8] Una hija del mismo matrimonio lo fue “María Ysabel Granados” la cual fue bautizada en la parroquia de Santiago, en Viesca, Coah. el 10 de noviembre de 1847 (época de la invasión norteamericana). Ella era hija de “Natividad Granados” y de “María del Refugio Martínez”.[9] Debemos recordar que los primeros torreonenses se bautizaban en Viesca, y posteriormente, en Matamoros, hasta que en 1894 se creó la primera parroquia torreonense, la de Guadalupe.[10]
Doña María del Refugio Martínez Chávez nació a su vez en “Río de Nasas” jurisdicción de Mapimí, Dgo. en 1821, y era hija de Eusebio Martínez y de Felipa. Eusebio su padre nació en el mismo lugar que ella, “Río de Nasas”, jurisdicción de Mapimí, en 1795.
Natividad Granados Díaz habría nacido en 1821 en el “Río de Nasas”, jurisdicción de Mapimí, Dgo. y era hijo de Pedro Granados y Juana Díaz.
De acuerdo con el censo de Torreón de 1892, Natividad tenía 70 años, y de acuerdo con los registros genealógicos, 71; es decir, nació el año de la consumación de la independencia de México o bien el año en que Agustín de Iturbide fue proclamado emperador de México.
En conclusión, la información anterior nos muestra que el rancho, luego congregación del Torreón, estuvo en buena medida habitado y defendido por gente de la misma región que conocía lo que era la vida en las márgenes del río Nazas, gente que conocía los peligros del desierto y de los indios belicosos. Estas personas trajeron consigo una cultura de raigambre lagunera y colonial. La investigación genealógica nos permite conocer los orígenes precisos de las personas que aparecen como pobladores de Torreón en 1892, y ya algunos de ellos eran torreonenses de segunda generación.
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