Escudo de Torreón

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domingo, octubre 12, 2008

Ser americano en América



Como lo comentaba en la transmisión del jueves pasado desde la UIA-Laguna y Radio Torreón, durante el programa radiofónico “Qué significa ser americano”, este es un calificativo que tiene historia, es decir, su significado ha cambiado con el tiempo.

Cuando los españoles llegaron a las islas del Mar Caribe en 1492, llamaron a sus aborígenes “indios” porque los navegantes iberos pensaron que estaban en algún lugar de las Indias Orientales. Posteriormente, a partir de 1507, el nuevo mundo o continente fue llamado “América” en honor del cartógrafo florentino Américo Vespucio, el primer europeo que pareció darse cuenta de que las tierras descubiertas no pertenecían a las Indias Orientales.

Durante toda la era colonial, que podemos acotar entre 1492 y 1821, el nombre de “América” se aplicó a todas las posesiones españolas y lusitanas en el Nuevo Mundo. La Nueva España se encontraba en la América Septentrional (o del norte). De entonces data el considerar a México, desde el punto de vista geográfico, como parte integral de la América del Norte.

Los españoles europeos reservaban el término “americano” para los españoles nacidos en el Nuevo Mundo. Los españoles nativos de España eran designados en todo documento oficial como “español originario de los Reinos de Castilla”. Al americano se le designaba simplemente como “español”, aunque hubiera nacido en Nueva España y descendiera de muchas generaciones de novohispanos. En cambio, los indios nunca fueron llamados “americanos”.

A finales de la era colonial, el término “americano” no solamente designaba a los súbditos de la Corona española, blancos y nacidos en América. El término ya había adquirido connotaciones políticas. El “americano” comenzaba a pensar en Nueva España ( en el caso mexicano) en términos de nación por derecho propio. La Virgen de Guadalupe era generadora de identidad, desde el momento que hablaba a “los moradores de esta tierra” y que el clero sentenció que esta virgen “no había hecho cosa igual con ninguna otra nación”.

Así, durante las guerras de independencia, el periódico insurgente “El Despertador Americano” (1810-1811, Francisco S. Maldonado y José A. de la Sierra) llamaba a los criollos al movimiento armado, dada la ocupación napoleónica de la madre patria.

Posteriormente, el creciente imperialismo de los estadounidenses anglosajones dividió la América en dos grandes sectores. La primera, la única y legítima sería la de los Estados Unidos de América (en inglés, simplemente “América”). La otra, la América española, sería atomizada y reducida a “Las Américas”, y desde el intento de Napoleón III por fundar en México un imperio latino, todo el territorio al sur del Río Grande o Bravo fue rebautizado como “Latinoamérica”.

Esta pérfida división se encontraba claramente enunciada en la “Doctrina Monroe” y en la del “Destino Manifiesto”. Por la primera, los estadounidenses declaraban que “América era para los americanos”, es decir, que la América Española debía estar bajo la “protección” y “al servicio” de los “americanos”, es decir, de los estadounidenses. Por la segunda doctrina se decía que los americanos anglosajones tenían el derecho divino de tomar lo que quisieran del territorio de la América española, ya que como católicos, los mexicanos y los latinoamericanos en general eran infieles y abominables al Dios de los puritanos. Bajo esta “justificación ideológica” barata, los Estados Unidos declararon una guerra de agresión contra México y le quitaron más de la mitad de su territorio.

Por último, diremos que los españoles modernos (de 100 años a la fecha) reservan el término despectivo “indiano” a todo español que viene a “hacer la América”, es decir, a enriquecerse, sin importar si su fortuna es legítima o ilegítima. El “indiano” es socialmente mal visto en España, por muy rico que sea. Por esa razón, la mayoría de los españoles con fortuna hecha en México, o en algún país latinoamericano, prefiere quedarse aquí para siempre. Nunca serán tratados en España tan bien como pueden ser tratados aquí.

De esta manera, hemos visto que “ser americano” realmente ha significado muchas cosas diferentes, dependiendo del lugar y de la época en que se haya usado el término.

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