Hoy recibí la visita de algunas damas de nuestra ciudad, descendientes de los fundadores de Torreón. Me comentaban que el pasado día 5 de febrero visitaron las oficinas del alcalde, Lic. José Ángel Pérez, y que aunque no pudieron verlo, le dejaron un escrito. Éste presenta sello de “recibido” el 5 de febrero de 2008, en el “Despacho del C. Pdte. Municipal” a las 12.45, más una rúbrica.
A este escrito se anexaba una lista de 200 firmas de ciudadanos de Torreón, muchos de ellos descendientes de los primeros miembros de la colonia alemana de nuestra ciudad.
El escrito tenía por objeto solicitar al alcalde que traslade las esculturas que la colonia alemana regaló a nuestra ciudad en 1907, a lo que será el museo de sitio del Museo Arocena. Dicen las señoras —con toda razón— que un Archivo Municipal no es sitio para las esculturas, sino más bien un museo. Y según explicaron, en el Museo Arocena ya se les construyó un sitio especial para que puedan lucir de manera esplendorosa.
El Director del Archivo Municipal manifestó amablemente estar de acuerdo con el hecho de que un archivo no es lugar para objetos tridimensionales, como son las mencionadas esculturas. Hasta ahí todo parecía ir bien.
Sin embargo, estas señoras me comentaron alarmadas sobre las noticias publicadas por un diario local el miércoles 27 de febrero. Este artículo lleva por encabezado “Instalarán antiguos monumentos de la plaza de armas en el edificio municipal”.
De acuerdo a las señoras que me visitaron, el texto del periódico reproduce toda la argumentación que ellas presentaron por escrito al alcalde el 5 de febrero, pero el diario se la atribuye a un regidor del ayuntamiento. De esta manera, aparentemente, las autoridades pretenden deslindarse de los peticionarios originales y hacer parecer como propia la idea.
Las iniciativas de los ciudadanos para preservar los tesoros culturales de Torreón —me comentaban las señoras— son dignas de aplauso. Es algo que debe fomentarse, el que la ciudadanía se involucre en los trabajos de rescate de nuestro patrimonio cultural. Pero mal se verían los funcionarios apropiándose indebidamente de las ideas e iniciativas de estos grupos de ciudadanos con el objeto de usufructuar los bienes a rescatar.
Argumentan las damas que, una vez sustituidas las esculturas originales por réplicas, la propiedad de las esculturas originales vuelve a la colonia alemana de Torreón. Pero que la intención de esta comunidad es la de restaurar y de preservar este tesoro histórico y cultural, no expuestas al medio ambiente, sino en el Museo Arocena, en una sala especial que ofrezca todas las garantías de control de clima, temperatura, humedad y vigilancia.
En la actualidad, me dijeron, las esculturas están pintadas con óleo, lo cual es una aberración, además de que se encuentran deterioradas. El Museo Arocena ya ha aceptado asumir los trabajos de rescate de estas históricas esculturas.
A este escrito se anexaba una lista de 200 firmas de ciudadanos de Torreón, muchos de ellos descendientes de los primeros miembros de la colonia alemana de nuestra ciudad.
El escrito tenía por objeto solicitar al alcalde que traslade las esculturas que la colonia alemana regaló a nuestra ciudad en 1907, a lo que será el museo de sitio del Museo Arocena. Dicen las señoras —con toda razón— que un Archivo Municipal no es sitio para las esculturas, sino más bien un museo. Y según explicaron, en el Museo Arocena ya se les construyó un sitio especial para que puedan lucir de manera esplendorosa.
El Director del Archivo Municipal manifestó amablemente estar de acuerdo con el hecho de que un archivo no es lugar para objetos tridimensionales, como son las mencionadas esculturas. Hasta ahí todo parecía ir bien.
Sin embargo, estas señoras me comentaron alarmadas sobre las noticias publicadas por un diario local el miércoles 27 de febrero. Este artículo lleva por encabezado “Instalarán antiguos monumentos de la plaza de armas en el edificio municipal”.
De acuerdo a las señoras que me visitaron, el texto del periódico reproduce toda la argumentación que ellas presentaron por escrito al alcalde el 5 de febrero, pero el diario se la atribuye a un regidor del ayuntamiento. De esta manera, aparentemente, las autoridades pretenden deslindarse de los peticionarios originales y hacer parecer como propia la idea.
Las iniciativas de los ciudadanos para preservar los tesoros culturales de Torreón —me comentaban las señoras— son dignas de aplauso. Es algo que debe fomentarse, el que la ciudadanía se involucre en los trabajos de rescate de nuestro patrimonio cultural. Pero mal se verían los funcionarios apropiándose indebidamente de las ideas e iniciativas de estos grupos de ciudadanos con el objeto de usufructuar los bienes a rescatar.
Argumentan las damas que, una vez sustituidas las esculturas originales por réplicas, la propiedad de las esculturas originales vuelve a la colonia alemana de Torreón. Pero que la intención de esta comunidad es la de restaurar y de preservar este tesoro histórico y cultural, no expuestas al medio ambiente, sino en el Museo Arocena, en una sala especial que ofrezca todas las garantías de control de clima, temperatura, humedad y vigilancia.
En la actualidad, me dijeron, las esculturas están pintadas con óleo, lo cual es una aberración, además de que se encuentran deterioradas. El Museo Arocena ya ha aceptado asumir los trabajos de rescate de estas históricas esculturas.
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