Desde la última década del siglo XVI, los laguneros hemos celebrado la Semana Santa de diversas maneras y con diferentes ópticas. El catolicismo conservador, el que tenía sus raíces en la era colonial celebraba esta semana como una recreación de la pasión de Cristo. El énfasis se ponía en los sufrimientos de Jesús, más que en el significado redentor (liberador) de dichos sufrimientos padecidos en lugar de y a favor de la humanidad.
De ahí la popularidad de las representaciones como las de Ixtapalapa. En el contexto mencionado, llegó a ser considerado un gran acto de servicio a Dios el asumir de propia voluntad los sufrimientos exteriores de la pasión de Jesús. Pareciera que el derramamiento de sangre complaciera a la Divinidad, ya por crucifixión, por usar como escapularios espinosas pencas de nopal, o por caminar sobre las rodillas sangrantes.
La enseñanza de la Toráh hebrea y la enseñanza bíblica de Jesús son muy claras. Contienen la esencia del monoteismo ético, a saber: hay un solo Dios a quien nada se le puede dar porque ya lo tiene todo. ¿Cómo servir a ese Dios? Pues sirviendo a los seres humanos en necesidad. El que todo lo tiene, quiere ser amado por medio del amor a los hermanos que requieren de nuestra ayuda. A esto lo llama Santiago “religión pura y sin mancha”.
Como católico torreonense, opino que podemos asumir la pascua de resurrección como una época propicia para la reflexión y para la renovación del compromiso con nuestros congéneres. Que el centenario de nuestra ciudad continúe siendo una buena ocasión para mostrar nuestro regocijo ciudadano y nuestra madurez como creyentes y como seres humanos.
De ahí la popularidad de las representaciones como las de Ixtapalapa. En el contexto mencionado, llegó a ser considerado un gran acto de servicio a Dios el asumir de propia voluntad los sufrimientos exteriores de la pasión de Jesús. Pareciera que el derramamiento de sangre complaciera a la Divinidad, ya por crucifixión, por usar como escapularios espinosas pencas de nopal, o por caminar sobre las rodillas sangrantes.
La enseñanza de la Toráh hebrea y la enseñanza bíblica de Jesús son muy claras. Contienen la esencia del monoteismo ético, a saber: hay un solo Dios a quien nada se le puede dar porque ya lo tiene todo. ¿Cómo servir a ese Dios? Pues sirviendo a los seres humanos en necesidad. El que todo lo tiene, quiere ser amado por medio del amor a los hermanos que requieren de nuestra ayuda. A esto lo llama Santiago “religión pura y sin mancha”.
Como católico torreonense, opino que podemos asumir la pascua de resurrección como una época propicia para la reflexión y para la renovación del compromiso con nuestros congéneres. Que el centenario de nuestra ciudad continúe siendo una buena ocasión para mostrar nuestro regocijo ciudadano y nuestra madurez como creyentes y como seres humanos.
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