Hace exactamente 100 años, los diarios y periódicos de la República Mexicana seguían con toda atención las secuelas jurídicas de un evento que había estremecido al público nacional: se trataba de la injusta absolución del llamado “envenenador de Torreón”, el “Borgia” moderno”.
Todo el asunto comenzó durante la séptima posada organizada por miembros de la sociedad torreonense, el 22 de diciembre de 1905. La reunión se llevó a cabo en el teatro “Ricardo de la Vega” con la asistencia de “lo más granado y elegante de aquella sociedad” y de algunas personalidades extranjeras.
Todo el asunto comenzó durante la séptima posada organizada por miembros de la sociedad torreonense, el 22 de diciembre de 1905. La reunión se llevó a cabo en el teatro “Ricardo de la Vega” con la asistencia de “lo más granado y elegante de aquella sociedad” y de algunas personalidades extranjeras.
Un médico (cuyo nombre omito) de buena posición pero no muy apreciado a causa de su carácter, ofreció a la concurrencia un espléndido regalo: varias botellas de un cognac que dijo tener casi un siglo de embotellado. La concurrencia no solamente aceptó el obsequio, sino que procedió desde luego a ingerir tan añeja bebida.
El médico en cuestión ordenó a su mozo que sirviera el licor, aunque él se abstuvo de probarlo. Casi inmediatamente, varias personas mostraron signos de intoxicación aguda. Uno de los concurrentes, el señor Manuel Treviño Fernández, murió a consecuencia de la ingestión del licor, mientras que otras 18 personas se retorcían, presas de los más agudos dolores. La posada terminó entre el pánico, los gritos y el tropel de las personas que se sentían enfermas.
Hechas las averiguaciones, se supo que el envenenamiento había sido premeditado, es decir, deliberado y con todas las agravantes de la ley.. Sin embargo, en contra de todas las expectativas de la justicia y de la sociedad torreonense que se sentía agredida, el médico fue absuelto de todo cargo y liberado por el Juez Primero de Letras del Distrito de Viesca “por falta de acusación de parte del Ministerio Público”.
Un diario torreonense de la época llamado “Justicia” (órgano de legislación y jurisprudencia) publicó la sentencia dictada el 10 de abril de 1907. Este diario asimismo publicó algunas de las consideraciones sobre el caso que molestaban a los torreonenses, a saber, que el cognac envenenado procedía de la casa del médico; que éste insistió en servir el cognac aún encontra de la voluntad de la señora Fariño de González; que las botellas envenenadas llegaron abiertas al lugar donde se sirvió el licor; haberse rehusado el susodicho médico a probar el licor que se servía.
El médico en cuestión ordenó a su mozo que sirviera el licor, aunque él se abstuvo de probarlo. Casi inmediatamente, varias personas mostraron signos de intoxicación aguda. Uno de los concurrentes, el señor Manuel Treviño Fernández, murió a consecuencia de la ingestión del licor, mientras que otras 18 personas se retorcían, presas de los más agudos dolores. La posada terminó entre el pánico, los gritos y el tropel de las personas que se sentían enfermas.
Hechas las averiguaciones, se supo que el envenenamiento había sido premeditado, es decir, deliberado y con todas las agravantes de la ley.. Sin embargo, en contra de todas las expectativas de la justicia y de la sociedad torreonense que se sentía agredida, el médico fue absuelto de todo cargo y liberado por el Juez Primero de Letras del Distrito de Viesca “por falta de acusación de parte del Ministerio Público”.
Un diario torreonense de la época llamado “Justicia” (órgano de legislación y jurisprudencia) publicó la sentencia dictada el 10 de abril de 1907. Este diario asimismo publicó algunas de las consideraciones sobre el caso que molestaban a los torreonenses, a saber, que el cognac envenenado procedía de la casa del médico; que éste insistió en servir el cognac aún encontra de la voluntad de la señora Fariño de González; que las botellas envenenadas llegaron abiertas al lugar donde se sirvió el licor; haberse rehusado el susodicho médico a probar el licor que se servía.
Otros diarios coetáneos comentaban la terrible paradoja de que hubiera un cadáver, dos botellas de cognac envenenado con “aconitina” y que a la vez no hubiera culpable. La aconitina es un veneno más poderoso que el curare, y ataca el sistema nervioso provocando la muerte. Al parecer, el caso fue cerrado sin culpar a nadie. Fuente: “La Iberia. Diario español de la mañana”. Martes 14 de mayo de 1907. Número 802.
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