La Revolución
Mexicana, en sus diversas etapas, fue exitosa porque dispuso de una innovación
que le permitió un rápido triunfo, al menos en lo que se refiere al
derrocamiento de Porfirio Díaz: el ferrocarril. En efecto, los expeditos movimientos
de tropas, artillería y caballada, fueron posibles gracias a la existencia,
tanto de las locomotoras, como del tendido de vías férreas a través de
poblaciones estratégicas, como Ciudad Juárez, Torreón o Zacatecas. La
legendaria toma de Ciudad Juárez no hubiese existido sin el ferrocarril.
La ironía es que
ese avance tecnológico, logrado por el régimen del general Díaz, fue el factor
que permitió el triunfo en su contra.
En la
actualidad, la llamada “Primavera Mexicana” surge gracias a la existencia de
equipos móviles de telefonía y comunicación vía Internet, que hacen posible la
transmisión de información a través de las redes sociales. La información
circula a la velocidad de la luz, y permite la interacción y retroalimentación
de miles, de millones de personas, jóvenes la mayoría. Aunque la mayoría de
estos jóvenes del México actual no sean muy dados a leer los libros
tradicionales en soporte de papel, sí se encuentran muy bien informados a
través de redes sociales, noticiosas y de los líderes de opinión que las usan.
Esta nueva
situación es una posibilidad que la famosa escuela de Frankfurt no consideró.
Para aquéllos académicos alemanes del primer tercio del siglo XX, algunos
poderosos medios de comunicación (radio, prensa) y ciertos grupos de poder, hacían
causa común y conspiraban para defender intereses mutuos, creando
deliberadamente y de manera planeada, una realidad mediática y ficticia con el
objeto de mantener “feliz y tranquila” a la sociedad.
Aquéllos
académicos nunca pensaron que llegaría el día en que la tecnología haría
posible una comunicación interpersonal, multitudinaria e instantánea, libre de
los filtros de la radio y la prensa controladas, y con un enorme poder de
convocatoria. Se trata de una alternativa tecnológica para la comunicación que
ya ha demostrado su eficacia durante este año electoral. Y aunque no se trata
de una “primavera” en el sentido político, pues México (afortunadamente) no es
un país totalitario, sí se trata de un “amanecer” en el sentido crítico y
social de los jóvenes. Creo que desde 1968, no se veía algo así. Su movimiento
original “#Yo soy 132” arremete contra la existencia de un duopolio mediático
que estos jóvenes estudiantes consideran lesiona o coarta la vida democrática
del país. Buscan pues, mejorar las condiciones para un ejercicio democrático
transparente y sin manipulaciones. A la vez, han manifestado que no buscan derrocar
a un “tirano” (como sucedió en Praga en 1968, o recientemente en el Medio
Oriente) ni tampoco acabar con una candidatura presidencial. Desean que se les
hable con la verdad, sin artificios demagógicos ni retóricos.
Todos estos
jóvenes son hijos de la crisis –no han conocido en toda su vida sino años de
crisis económica mexicana- y desean que haya un cambio en las condiciones del
juego del poder en México. El poder al servicio del pueblo, y no el pueblo al
servicio del poder. En el fondo, es muy sencilla su postura.
Sin embargo, aún
queda otro elemento en el tablero de las posibilidades políticas: ¿qué desea
Estados Unidos en México para el próximo sexenio? O dicho de otro modo ¿A quién
desea en la silla presidencial, y para qué? Por lo general, los mexicanos
consideramos que nuestra política interior es solo nuestra. Pero la historia,
esa maestra sabia y llena de experiencia, indica otra cosa. Aclaro que este
texto es fruto de mi reflexión personal, y no representa ninguna otra voz que
la mía propia, como Cronista que analiza un fenómeno social nacional previo a las
elecciones.