Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

jueves, diciembre 31, 2009

La percepción ciudadana



Hoy termina el 2009, y con el año termina también la gestión de José Ángel Pérez Hernández como alcalde de Torreón. Sin duda alguna, este gobierno municipal será recordado como uno de los peores que haya tenido nuestra ciudad. Esta afirmación se basa no solamente en la apreciación personal de este Cronista Oficial, sino en las muchísimas opiniones externadas por innumerables ciudadanos a lo largo del cuatrienio.

Sin querer dudar de la buena voluntad de Pérez Hernández, las cosas no le salieron bien en lo absoluto. La corrupción, la violencia, el secuestro y la inseguridad de la ciudadanía alcanzaron niveles nunca antes vistos en nuestra ciudad, que ahora es tristemente famosa por ello.

Pérez Hernández mostró una gran falta de tacto político al enemistarse con el Gobernador de Coahuila, al punto de llevar la querella hasta los más altos tribunales del país. Y es que el municipio no es una empresa, ni el Gobierno del Estado una empresa mayor, ni los ciudadanos empleados, como para pretender manejar los asuntos públicos bajo este esquema. Hizo falta sensibilidad política para hacer equipo con el Gobierno del Estado y con la ciudadanía.

El centro de nuestra ciudad luce peor que nunca, manoseado con proyectos urbanos impuestos que no respetaron la dignidad de nuestra ciudad. Quienes trabajaron en este asunto, no reconocen la autoridad de la historia arquitectónica, solamente reconocen la suya propia. Nadie quedó satisfecho, ni los locatarios, ni la ciudadanía.

Pero el sol nunca se ha podido tapar con un dedo, y en las votaciones para renovación de gobiernos municipales, la ciudadanía torreonense le pasó la factura de sus desaciertos al alcalde y al partido bajo el cual militó.

Ya desde ahora, este Cronista Oficial advierte aciertos del nuevo gobierno municipal, el cual entrará en funciones mañana viernes 1º de enero. El primer acierto consiste en la configuración de un cabildo municipal verdaderamente plural. El segundo, el de confiar la Dirección del Archivo Municipal a una persona que llena el perfil académico, el doctor en Historia, Rodolfo Esparza.

Para finalizar, este Cronista Oficial de Torreón externa sus mejores deseos de bienestar, éxito y paz a la ciudadanía torreonense y lagunera, presente y ausente, para este año de 2010 que comenzará en unas horas.

martes, diciembre 29, 2009

Militares Laguneros: Manuel de Riaño Martínez



En esta ocasión nos ocupa otro militar de la Segunda Compañía Volante de Parras. Esta compañía de caballería, como he comentado anteriormente, patrullaba la mayor parte de la Comarca Lagunera de Coahuila y Durango, es decir, Parras, Viesca, Mapimí y puntos intermedios, entre 1784 y 1797.

Se trata del Alférez 2º Manuel de Riaño, que de acuerdo a la hoja de servicios elaborada en 1798, era originario de la ciudad de México, de 31 años de edad, y era de sangre noble, como tantos otros novohispanos distinguidos por su linaje y hechos. De acuerdo a la misma hoja, Manuel había servido como cadete desde el 15 de febrero de 1785 hasta el 1º de octubre de 1796, fecha en que fue promovido a Alférez 2º.

Manuel de Riaño sirvió 11 años, 2 meses y 15 días en la Compañía Volante de San Carlos de Parras, la cual tenía su base de operaciones en el pueblo de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila). Prestó servicios también en la Compañía del Presidio de la Bahía del Espíritu Santo (en la Texas Novohispana), donde se encontraba todavía en 1798.

La hoja de servicios ya mencionada indica que Manuel había servido en 5 campañas generales, 11 “mariscadas” (es decir, incursiones de guerra que no llegaban a ser campañas permanentes) de las cuales comandó cuatro, y muchas otras salidas contra los indios enemigos, contra quienes tuvo 13 “funciones” de guerra. En la última de ellas aprehendió a “un gandul” que “con la mujer y un hijo, se habían metido en una cueva”.

Hay que recordar que los indios contra los que luchaba la Compañía Volante de Parras no eran los antiguos y extintos laguneros, sino indios belicosos que procedían del norte a través del Bolsón de Mapimí y que cometían multitud de robos y asesinatos entre los habitantes de la Comarca Lagunera. Aquéllos conocidos como Tobosos, Comanches y Apaches son un buen ejemplo.

El final de la hoja de servicio de Manuel de Riaño, contiene las siguientes observaciones de sus superiores: “Valor: lo tiene”. “Aplicación: regular”. “Capacidad: bastante”. “Conducta: mala”. “Estado: soltero”.

Manuel de Riaño fue bautizado el 3 de abril de 1768 en la parroquia de La Asunción de la ciudad de México, como Manuel Joseph Vicente de la Luz Riaño y Martínez de Olivares, hijo de Joseph Manuel de Riaño Fernández Campuzano y de María Guadalupe de Jesús Martínez de Olivares (Libro de Bautismos 1764-1769).

Manuel, como otros miembros de su familia, encontró en La Laguna su hogar. Volvió de Texas y se casó en Viesca, el 5 de diciembre de 1807, a los 41 años de edad. Su novia era María Antonia Pérez de Castro, originaria de Parras, donde nació en 1776. Hija de este matrimonio fue María Mónica Silvana de Riaño y Castro, bautizada en la iglesia de San José y Santiago, en Viesca, el 7 de mayo de 1808.

Hermano de Manuel fue José María, que fue bautizado el 25 de octubre de 1760 como Joseph María Ignacio Miguel de Riaño y Martínez de Olivares en la parroquia de La Asunción, en la ciudad de México. Sus padres fueron Joseph Manuel de Riaño Fernández y María Martínez de Olivares. (Libro de Bautismos 1760-1763).

José María de Riaño se casó en Viesca el 16 de abril de 1809. Su novia fue María Josefa de Alcalá y Mancha, nacida en 1779 en Parras, hija de Juan de Alcalá y de Mariana Mancha.

domingo, diciembre 27, 2009

Militares Laguneros: Juan Esteban Solís Portillo



Otro de aquellos recios y valientes soldados que patrullaban la Comarca Lagunera, fue Juan Esteban Solís Portillo, originario del rancho de San Antonio, en la jurisdicción del Real de Minas de Santa Bárbara, en el actual Estado de Chihuahua, que por entonces, al igual que nuestra Comarca, era parte de la Nueva Vizcaya. Juan Esteban fue bautizado en la parroquia de Santa Bárbara el 3 de enero de 1752, y sus padres fueron Francisco Solís y Ana del Portillo. (Libro de Bautismos 1683-1810).

Juan Esteban tenía por oficio la agricultura, y no sabía leer ni escribir. A los 26 años sintió el llamado de las armas. El 25 de noviembre de 1778 sentó plaza en el Escuadrón de Milicias Provinciales del Parral. Los datos que le tomaron en esa época, indican que tenía el pelo castaño obscuro, los ojos cafés (“pardos”), la nariz afilada, color blanco, “barbilampiño” y una cicatriz en la frente, en el nacimiento del pelo. José Esteban no había padecido los estragos de la viruela, cuyas cicatrices era tan común encontrar en la gente de la época.

El 1 de octubre de 1779, Juan Esteban pasó a servir en el piquete del Cerro Gordo. En esa época, por “piquete” se entendía al número de soldados y oficiales que se sacaban de una compañía militar para alguna operación en particular. Cinco años más tarde, el 1 de febrero de 1784, Juan Esteban, pasó como voluntario a servir en la nueva Compañía Volante de San Carlos de Parras, que era la unidad de caballería que patrullaba las poblaciones y rutas comerciales de la Comarca Lagunera. En 1797 continuaba activo en esta Compañía Volante, e incluso se reenganchó para servir por otros 6 años en ella. En la revista militar que se llevó a cabo en San Gerónimo, el 6 de marzo de 1800, aparece encabezando la lista de soldados.

sábado, diciembre 26, 2009

Arrendamiento del Rancho del Torreón 1885-1886


Don Ricardo Hickman Flores e hija.

Entre los muchos documentos depositados en el Centro de Investigaciones Históricas de la UIA-Torreón, se encuentra el contrato de arrendamiento del Rancho del Torreón, por el bienio 1885 y 1886, siendo el arrendador don Andrés Eppen, en representación de Doña Luisa Ibarra de Zuloaga. Los arrendatarios eran don Ricardo Hickman Flores y don Guadalupe Suárez

A continuación, se transcribe el texto original:
“Lic. José Sariñana. En Villa Lerdo, cabecera del Partido de Mapimí, a los tres días del mes de enero de mil ochocientos ochenta y cinco, por ante mí, el Escribano Público de la Nación, ciudadano Lic. José Sariñana y testigos, comparecieron los señores Don Andrés Eppen por una parte, y por la otra los señores Don Guadalupe Suáez y Don Ricardo Hickman, a cuyas personas doy fe conocer con capacidad legal para obligarse, mayores de edad, casados y vecinos de la municipalidad de Matamoros de la Laguna en el Estado de Coahuila, los tres de profesión agricultores; y dijeron:

Que el señor Don Andrés Eppen según la carta poder que exhibe y se insertará, está facultado ampliamente por la señora Doña Luisa Ibarra de Zuloaga para contratar el arrendamiento del Rancho del Torreón, propiedad de la dicha señora, y en tal concepto, cumpliendo con las instrucciones que de ella ha recibido, el dicho contrato de arrendamiento lo ha celebrado con los citados señores Suárez e Hickman, y para que surta sus efectos lo consignan en el presente instrumento bajo las cláusulas siguientes.

PRIMERA: El arrendamiento se sujetará exactamente a todas y cada una de las condiciones bajo las cuales lo tenía el señor Florencio Madaríaga, según la Escritura Pública que con este señor se otorgó en la ciudad de Parras de la Fuente a diez de octubre de mil ochocientos ochenta y uno ante el Escribano Público ciudadano Francisco Meave, siendo el término de este arrendamiento el de dos años que son los de mil ochocientos ochenta y cinco y mil ochocientos ochenta y seis, con la advertencia que se hizo en la cláusula segunda de aquella escritura para el caso de venta de la finca.

SEGUNDA: El precio de la renta será de tres mil pesos anuales, como lo acuerda la cláusula tercera de la propia escritura, con la garantía prendaria que determina la cláusula décima tercera, bajo el concepto de que la señora Arrendadora, o quien en derecho la represente, podrá pedir la posesión de la prenda tan luego como lo estime conveniente a sus intereses, y quedando obligados los señores Arrendatarios solidaria y mancomunadamente por todas las obligaciones del arrendamiento.

TERCERA: Los señores Arrendatarios por todas las obligaciones que contraen en este contrato quedan expresamente domiciliados en esta Villa. La carta en virtud de la cual obra el señor Don Andrés Eppen doy fe tenerla a la vista y que literalmente dice: Parras, a 26 de noviembre de 1884. Sr. D. Andrés Eppen. San Antonio del Coyote. Estimado amigo y señor. Por la presente queda usted facultado para celebrar contrato de arrendamiento del Rancho del Torreón con la persona que ofrezca garantías suficientes ateniéndose a las instrucciones que me permito adjuntarle en carta por separado, de mi apoderado de esa misma fecha. Si fuere necesario que ratificase la escritura de arrendamiento, por no ser la presente poder en forma, con gusto lo hará su Affa. Atta. y S. S. Luisa Y. de Zuloaga. Firmado Andrés S. Aguayo. Como en la misma carta anteriormente inserta, se expresa que la señora propietaria ratificará el presente contrato, así lo procurará el presente contrato, así lo procurará el Sr. Don Andrés Eppen, como lo deja consignado expresamente en este instrumento.

Leído que les fue a los señores otorgantes, manifestaron estar conformes con su tenor, obligando a su cumplimiento todos sus bienes presentes y futuros. Firmaron siendo testigos los señores Don Silvano Zúñiga y Moreno y Don Manuel Ávila, mayores y vecinos. Doy fe. Firmados. Ricardo Hickman, Guadalupe Suárez, Silvano Zúñiga y Moreno, Manuel Avila, Andrés Eppen, José Sariñana E.P.

Se sacó de su registro el mismo día del otorgamiento por la parte del Sr.Don Andrés Eppen, en las dos fojas con las estampillas prescritas por la ley. Certifico. Un signo. Un sello que dice: “José Sariñana, Notario Público” Firmado. José Sariñana”.

miércoles, diciembre 23, 2009

Protesta formal y toma de posesión



El próximo viernes primero de enero de 2010, el Teatro Nazas de nuestra ciudad será declarado recinto oficial, para la celebración de la sesión solemne de cabildo, en la cual el ciudadano Eduardo Olmos Castro y los integrantes del nuevo cabildo, rendirán la protesta de ley como integrantes del nuevo gobierno municipal. Esta función ciudadana iniciará a partir de las siete de la tarde.

El Cabildo Municipal quedará constituido con las siguientes personas: Rodrigo Fuentes Ávila, Primer Regidor; Blanca Alicia Maltos Mendoza, Segundo Regidor; José Elías Ganem Guerrero, Tercer Regidor; Juan Antonio Martínez Barrios, Cuarto Regidor; Xóchitl Gómez Narváez, Quinto Regidor; Félix Andrea Ruiz Martínez, Sexto Regidor; María Luisa Castro Mena, Séptimo Regidor; José Reyes Blanco Guerra, Octavo Regidor; Marcelo de Jesús Torres Cofiño, Noveno Regidor; María Margarita del Río Gallegos, Décimo Regidor; Rodolfo Gerardo Walls Aurioles, Décimo Primer Regidor; Martha Esther Rodríguez Romero, Décimo Segundo Regidor; Lucrecia Martínez Damm, Síndico, y Luz Natalia Virgil Orona, Síndico de Primera Minoría.

lunes, diciembre 21, 2009

Tierra de oportunidades




Una de las características distintivas de la formación de las poblaciones comarcanas, particularmente de la Ciudad de Torreón, ha sido su pluralidad étnica que se traduce en un cosmopolitismo presente en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana.

Al ir de compras, lo hacemos en establecimientos cuyos orígenes están ligados al esfuerzo de inmigrantes primigenios cuyos descendientes conocemos, tratamos y apreciamos. Mexicanos, españoles, chinos, franceses, palestinos, libaneses, alemanes, -la lista de etnias sería larga y variada- todos ellos crearon comercio, trabajo, fuentes de riqueza para nuestra sociedad, y sobre todo, un estilo de vida particularmente notable para los fuereños que residen algún tiempo entre nosotros.

Cuando compramos dulces de leche o vinos generosos de Parras, jocoque fresco o seco, paella, pan árabe, fabada, hojas de parra, comida china cantonesa -tan apreciada en la Región- o postres como los dedos de novia, pocas veces somos concientes de la naturalidad con que hemos incorporado a nuestra dieta diaria alimentos de tan variado origen y presencia tan relativamente reciente.

En el texto denominado “Volviendo a las Raíces” depositado en el Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana (Fondo 55) la Sra. María Antonia Juy de Valdés logra preservar una tradición oral de más de un siglo de antigüedad.

¿Quién no recuerda haber comprado con Juy? Entre las remembranzas de la infancia del autor de este Mensajero, surge la de estar sentado a la barra de la tienda sobre un banco individual de madera y alambrón, saboreando una paletita de dulce por cortesía del establecimiento mientras se surtía el pedido semanal de abarrotes...

Demos la palabra a la señora María Antonia Juy de Valdés:

“La historia de la familia Juy se remonta al año de 1898, cuando en una aldea al sur de China, cerca de Cantón, llamada Toi San, vio por vez primera la luz un niño, al que le pusieron Juy Kin Fu”. Su papá fue médico y su mamá había muerto, por lo que al llegar a la adolescencia pensó en venir a América a seguir a sus hermanos José y Alberto que ya radicaban en la Ciudad de Torreón, pues había corrido el rumor de que estaba en apogeo la región algodonera y que empezaba a crecer la ciudad por las oportunidades de trabajo que se ofrecían”.

“Después de 40 días de travesía por barco llegó a las playas de Manzanillo, el 1o.de mayo de 1913, según consta en su tarjeta de inmigrante, habiendo zarpado de Hong Kong”...”ya le esperaba su hermano mayor (10 años mayor que él) quien había recorrido ya el camino y empezaba a abrir brecha en Torreón, estableciendo un negocio de abarrotes situado en la esquina de Juárez y Blanco llamado “La Vencedora”, que permaneció sirviendo a la comunidad lagunera ininterrumpidamente hasta 1962.”.

”Papá era un jovencito de 14 años cuando llegó a Torreón, desconocía por completo el idioma castellano, solo contaba a su favor el gran entusiasmo y deseos de aprender y trabajar. Su hermano lo mandó a estudiar primaria en la escuela “Centenario”. Posteriormente, estudió la carrera comercial con el profesor Julián Treviño formando parte de la primer generación de esa institución”.

“Durante la revolución de 1917 (sic) el General Francisco Villa a su paso por Torreón solicitó a los hermanos Juy su cooperación de un furgón de maíz para su ejército, el cual le fue puesto en la estación del ferrocarril a la hora fijada del día convenido.

Mi padre, junto con sus dos hermanos, vivieron el desarrollo de esta progresista ciudad de Torreón. En ese lapso papá conoció a mamá, María Antonia Báez Rodríguez, que nació en Minillas, Zacatecas, el 13 de junio de 1905”.

A través de estas líneas, percibimos claramente la historia de muchas, muchísimas familias laguneras que proceden de inmigrantes tanto mexicanos como extranjeros, que tuvieron el valor, tanto de atreverse a soñar con una vida mejor, como de intentar hacer realidad ese sueño. A pesar de todas las crisis, la Comarca Lagunera fue, y sigue siendo, una tierra de oportunidades.

viernes, diciembre 18, 2009

93 aniversario de la Toma de Torreón en 1916



Hoy por la tarde, en punto de las 18 horas, el Museo General Francisco Villa, S.C. (Donato Guerra, entre Abasolo y Ocampo) cerró su ciclo de actividades, el cual inició el 2 de abril para conmemorar la segunda toma de Torreón por el general Francisco Villa, y culminó hoy, con la rememoración del 93 aniversario de la tercera toma de Torreón por el mismo general, el 23 de septiembre de 1916.

Se contó con la presencia de su director, el señor Fernando Garza, del elenco del grupo de teatro del mismo museo, la banda de música del Colegio América, el Cronista de la ciudad hermana de Gómez Palacio, señor Pablo Amaya, la presencia del Cronista de la ciudad de Matamoros, Coahuila y Presidente de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas, A.C. Profr. Matías Rodríguez Chihuahua; un público muy selecto y entusiasta, así como el Cronista Oficial de Torreón, que escribe estas líneas.

La ceremonia contó con la ejecución del Himno Nacional Mexicano, de la Marcha de Zacatecas, y nuestra polca tan regional como tradicional, “De Torreón a Lerdo”. Participaron asimismo excelentes actores del grupo mencionado, personficando a Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, La Adelita, y La Rielera.

Este Cronista Oficial de Torreón dio lectura a un texto con su percepción del contexto político y militar en que se dio la toma de Torreón de 1916. Al final de la ceremonia, el Profr. Matías Rodríguez Chihuahua, en su calidad de Presidente de la Asociación Nacional de Cronistas, entregó un reconocimiento a este cronista, mismo que se arriba se muestra.

A continuación, el texto de nuestra participación.

“El ya muy próximo 23 de diciembre, se cumplirá el 93 aniversario de la tercera toma de Torreón por el general Francisco Villa, que fue a la vez la cuarta toma revolucionaria de la ciudad, si consideramos la Maderista del 15 de mayo de 1911. Desde luego, esta toma de Torreón por Villa no se encuentra en la historia oficial de la Revolución, porque en ese momento, Carranza y los Estados Unidos habían dejado a Villa, fuera de toda legalidad.

Para comprender el cabal significado de esta acción de armas, debemos adentrarnos un poco en el contexto de la época, y del significado de la revolución como un conjunto heterogéneo de acciones, líderes y objetivos.

El término “revolución” tiene un significado profundo de rebelión contra el Estado o contra el mandatario tirano u opresor que no cumple con su función primordial: la búsqueda del bien común. Es importante tener este postulado en mente, para poder entender los diversos procesos, momentos y lecturas de nuestra Revolución Mexicana, iniciada en 1910.

Sabemos que en general, se reconocen dos grandes períodos revolucionarios: el de la lucha maderista, y el de la lucha constitucionalista.

Mientras que Madero peleó básicamente por una apertura democrática del Estado Mexicano, los generales designados por el pueblo soberano, Villa y Zapata, representaban la lucha de grandes sectores de una población profundamente agraviada que buscaba la reivindicación de parte del Estado.

Por su parte, Carranza sería el representante de la conservadora institucionalidad porfiriana, maderista y posteriormente constitucionalista, que buscaba la legalidad y continuidad del Estado, con él mismo a la cabeza, sin la interferencia de “advenedizos” e improvisados. A Carranza se le debe la Constitución de 1917, con sus innovaciones en materia de educación y seguridad laboral y social, en buena medida inspirada en las demandas de los trabajadores torreonenses en la época en que Carranza fue gobernador de Coahuila.

Pero a Carranza se le puede imputar también, el haber pactado con los estadounidenses para luchar contra sus propios compatriotas, e incluso, el haber luchado contra los intereses y los ejércitos auténticamente revolucionarios del pueblo, representados ideológica y militarmente en la División del Norte y el Ejército del Sur. Miremos un poco más de cerca la historia de la ruptura:

El 23 de junio de 1914, Villa tomó la ciudad de Zacatecas contrariando las órdenes de Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Ahí derrotó al General Luis Medina Barrón. La División del Norte cobró una gran notoriedad y prestigio, y esta lucha y la toma de Torreón del 2 de abril, fueron claves para derrotar a Huerta.

Los desacuerdos entre Villa y Carranza tuvieron un breve receso mediante la celebración del Pacto de Torreón, verificado en las instalaciones del Banco de Coahuila entre la División del Norte y la División del Noreste, el 8 de julio de 1914. Se llegó al acuerdo de que Villa presentaría disculpas a Venustiano Carranza, quién seguiría como primer jefe; a Francisco Villa se le otorgaría el grado de general de división. Villa reconoció a Venustiano Carranza, pero le impuso ciertas condiciones, como asumir la presidencia interina y convocar a una Convención de generales y gobernadores revolucionarios para señalar la celebración de elecciones y formular un programa de gobierno. El pleno consenso en los términos, nunca se logró.

Agobiado militar y políticamente, Huerta renunció el 15 de julio de 1914. A pesar de la victoria, Villa estaba molesto con Venustiano Carranza, quien lo rechazaba por “advenedizo” y “bandolero”. Prueba de ello, que el Primer Jefe nunca le concedió a la División del Norte el grado de Ejército ni a Villa el grado de general de división.

Con un telegrama, Venustiano Carranza rechazó todo acuerdo con Villa. Este telegrama significaba la ruptura definitiva entre ambos líderes, entre la revolución del pueblo y la revolución desde el poder. En ese mismo año de1914, Venustiano Carranza citó a una convención de las fuerzas revolucionarias, para obtener consensos entre ellas, y de alguna manera, darle unidad ideológica, política y militar a las distintas facciones, pero siempre con la pretensión de que estuvieran bajo su mando.

Carranza no imaginó que la Convención de Aguascalientes determinaría que él renunciara como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, a la vez que Villa renunciara a su vez al mando de la División del Norte, para proceder a nombrar a un presidente de la República con carácter de interino. El designado para este cargo fue el General Eulalio Gutiérrez.

Al verse contrariado, Carranza desconoció la soberanía de la Convención de Aguascalientes y rompió con ella, aún cuando hubiera sido su propia creación. Obregón secundó a Carranza, quien se refugió en Veracruz.

En diciembre de 1914, Villa tomó la Ciudad de México, a nombre del gobierno de la Convención, junto con su aliado Emiliano Zapata, con quien celebró el Pacto de Xochimilco, por el cual Francisco Villa aceptaba el Plan de Ayala en lo relativo al problema de la tierra, y en el que acordaban llevar a la presidencia a un civil identificado con la Revolución. De esta manera, los dos ejércitos del pueblo concordaban en la importancia del problema agrario en México, que era en realidad un problema de propiedad de los medios de producción y de justa distribución de la riqueza para los mexicanos.

Sin embargo, ni Carranza ni Obregón se habían cruzado de brazos, antes bien, prepararon el contra-ataque desde Veracruz. Sabían que derrotar a la División del Norte era crucial para poder imponer su propia voz en el país. Entre el 6 y el 15 de abril de 1915, Villa fue sucesivamente derrotado por Álvaro Obregón y los constitucionalistas en la famosa sucesión de batallas de Celaya y León, donde Obregón logró derrotar a la División del Norte. Fue un enfrentamiento de armas y estrategias, la caballería de Villa contra las trincheras, la artillería y ametralladoras de Obregón. La estrategia de la coetánea Primera Guerra Mundial, la guerra de trincheras, había aparecido a la vez que llegaba el ocaso de la caballería, la cual pasó a ocupar su lugar en la historia.

Francisco Villa tuvo que replegarse hacia el norte. A fines de 1915, decidió invadir Sonora; pero ya no contaba con el apoyo de los estadounidenses, quienes le habían cortado el aprovisionamiento de armas y municiones, para dárselo a Carranza y a los constitucionalistas.

Con el gran poder de la artillería y de las nuevas tecnologías (faros antiaéreos apuntados a la caballería nocturna) los constitucionalistas de Plutarco Elías Calles lo derrotaron en Agua Prieta el 1 de noviembre, y los del general Diéguez en el Alamito.

Quienes piensen que la historia de la Revolución o de la política mexicana es endógena, es decir, generada en México para el consumo de los mexicanos, se equivoca rotundamente. La historia de la Revolución, y la de nuestra nación, se podría decir que es la historia de las intromisiones y de los intereses de Estados Unidos sobre nuestros recursos y nuestros mercados, y marginalmente, sobre nuestra ciudadanía.

En 1915, tras una serie de negociaciones, los Estados Unidos reconocieron oficialmente al gobierno de Venustiano Carranza. Con esto, Villa y sus hombres quedaron fuera de la ley. Triunfaría la Revolución que los Estados Unidos querían que triunfara. El gobierno norteamericano había cambiado su actitud hacia Villa y le impuso un embargo de armas. Carranza recibió entonces el apoyo de los estadounidenses en la forma de suministro, ahora ya de manera legal, para que derrotaran a las de Villa. Vencido militarmente, con un ejército pobre, Villa se dedicó a hostilizar al gobierno de Venustiano Carranza.

Furioso por la jugada estadounidense que lo dejaba anulado, decidió vengarse atacando Columbus, Nuevo México, el 9 de marzo de 1916. En ese poblado, los villistas atacaron un destacamento de caballería del ejército estadounidense, confiscaron caballos y mulas, incendiaron el pueblo y mataron estadounidenses y mexicanos por igual.

El 16 de marzo de 1916, cruzó la frontera la expedición “punitiva” del General Pershing, la cual se prestó para un mayor lucimiento del genio guerrillero de Villa.

Francisco Villa tuvo que cambiar de estrategia en las campañas subsiguientes. Sin reconocimiento oficial y sin suministros, era imperioso el autofinanciamiento, y para ello recurrió al saqueo y a los préstamos forzosos.

A pesar de todo, Villa avanzó sobre la ciudad de Chihuahua, derrotando a su guarnición carrancista el 26 de noviembre de 1916. Se impusieron préstamos forzosos al comercio.

La toma de Torreón: diciembre de 1916

Villa avanzó sobre Camargo, siempre perseguido, y toma el lugar. Ahí ocurren los lamentables hechos relacionados con la ejecución de mujeres.

De ahí decide avanzar sobre Torreón. El 19 de diciembre de 1916 llegan sus tropas a la estación Bermejillo, y de ahí, avanzan hacia Gómez Palacio. El 20 de diciembre, los jefes constitucionalistas reciben órdenes de abandonar las posiciones periféricas y hacerse fuertes en Torreón.

Torr­­eón estaba defendida por el General Severino Talamante, y bajo sus órdenes, estaban los generales Fortunato Maycotte, Luis Herrera, y Francisco Martínez. Al parecer, estas fuerzas se concentraron en la Alameda Zaragoza de Torreón, que era el límite oriental de la ciudad.

Los villistas eran 1,300 hombres, bajo las órdenes de los generales Pablo C. Seáñez, Julio Reza y Margarito Salinas. Estos jefes entraron a Torreón siguiendo una ruta paralela a la vía del ferrocarril desde Gómez Palacio, por el flanco oriente, mientras el propio Villa llegaba a Gómez Palacio. Es de suponerse que los villistas se hicieron visibles más o menos desde donde ahora se encuentra la colonia Los Ángeles, ya que desde la alameda, los constitucionalistas dispararon sus baterías para dispersarlos. En 1916, ese terreno estaba prácticamente despoblado.

Mi antecesor como Cronista de Torreón, Eduardo Guerra, menciona el detalle de que la imprenta que se encontraba ubicada en González Ortega y Morelos, justo enfrente de la fuente de El Pensador, se encontraba imprimiendo las noticias del 21 de diciembre al mediodía, entre el estruendo de los cañones. A la caída de Torreón, esta imprenta, como todas las demás que editaban libros o periódicos, fueron obligadas a sacar a la calle sus prensas, cajas y tipos, para prenderles fuego. “El Radical” fue quemado con todo y edificio. Se dijo que Villa no quería que ni periódicos ni libros “hablaran mal de él”.

Los hombres de Villa se apoderaron del Cerro de Calabazas. defendido por el general Juan Carrasco. Desde ahí, los hombres de Villa avanzaron hacia el sur apoderándose del Puerto del Huarache y de La Polvorera. El 23 de diciembre por la noche, las fuerzas constitucionalistas abandonaron la plaza, dejando a Torreón en manos de Villa, quien entró triunfante a las diez de la noche.

En la estación de ferrocarril, Villa obtuvo un valioso cargamento de barras de oro y plata de las compañías mineras de Santa Bárbara, Chihuahua. Otro botín fue el dejado por el general Juan Carrasco, de 400 talegas de monedas, con mil pesos cada una. Algunas casas comerciales fueron saqueadas, como El Puerto de Veracruz, la Zapatería Francesa y El Modelo. Villa le impuso a la ciudad un préstamo forzoso de dos millones de pesos, que hubo de reducir a uno por falta de circulante en la ciudad. Cada colonia extranjera fue obligada a pagar una parte de este préstamo.

Hasta la artillería carrancista cayó en manos de los villistas. Entre las bajas villistas se encontraban el coronel Samuel Rodríguez, quien murió durante el combate de la alameda, el coronel José Rodríguez, durante el asalto al cerro de calabazas, el 22 de diciembre. Por el lado de los constitucionalistas murieron el general Luis Herrera y el coronal Miguel Orozco.

Villa salió finalmente de Torreón rumbo al norte, con un botín de guerra de once trenes, artillería, parque y cuatro millones de pesos.

De esta manera y por última vez en Torreón, Francisco Villa hizo gala de la brillante estrategia militar y guerrillera que le caracterizaba, la misma que atemorizó a Huerta, a Obregón, a Carranza, y al mismo Pershing”.

jueves, diciembre 17, 2009

1612 y 1613 en la historia hidrológica lagunera


La balsa de "totora", prima sudamericana de la "naboya" lagunera

Los años de 1612 y 1613, fueron memorables en la historia hidrológica de la Comarca Lagunera, llamada por entonces Provincia de La laguna. Muchas personas piensan que no existen registros de la conducta del Nazas y del Aguanaval sino hasta tiempos modernos, pero esto no es verdad. Basta dar un vistazo a los manuscritos de los archivos, como el del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Torreón.

En 1612, las avenidas del Río Nazas, desde principios de julio hasta finales de septiembre, fueron extraordinarias, al punto de que los laguneros de entonces no recordaban algo parecido en 30 años. En el pueblo de San Ignacio, las primeras avenidas dejaron su iglesia sin los estribos que la apuntalaban, y la tercera avenida, la derribó por completo. Es un dato de tomar en cuenta, que los primeros bordos de defensa edificados para proteger a una población de las avenidas del Nazas, se construyeron ese año en ese pueblo, 356 años antes que los de Torreón de 1968. Y aunque el pueblo salió ileso, no sucedió así con la iglesia.

En el pueblo de San Pedro, el río excavó una gran boca o hendidura por la cual se coló el agua a parte del pueblo, pero con la fuerza que traía el agua, el río abrió un enorme canal, y la amenaza resultó ser tan grande, que los habitantes de San Pedro huyeron despavoridos. Hay que recordar que La Comarca Lagunera era tierra de misiones, y que los pueblos estaban poblados por indios. En la era colonial, los pueblos solían ser de indios. En el caso de los ya citados, se trataba de indios laguneros. Quienes huyeron despavoridos en San Pedro eran indios laguneros, y recordaban que en una ocasión semejante, se había ahogado un gran número de sus ancestros.

Así que entre rayos y tormenta, huyeron los sampetrinos, caminando con el agua hasta la cintura, y en las partes profundas de los esteros, navegando sobre sus naboyas, esas balsas tan poco mencionadas por nuestra historia regional, construidas con rollos de espadaña o tule, amarrados entre sí. Buscaron refugio entre los mezquitales o en los sitios altos donde pudieran guarecerse.

Durante el año de 1613 pasó exactamente a la inversa. Fue tal la sequía, que los indígenas temían que el río se secase por completo. Ellos sabían y daban testimonio de que, en el pasado prehispánico, esto había sucedido muchas veces, y que el fenómeno siempre llevaba consigo una lucha a muerte entre las “naciones” por la posesión de los esteros de la laguna grande. Los esteros en tiempo de secas aparecen dibujados en el mapa glosado de Núñez de Esquivel y de Dionisio Gutiérrez, de 1787. Es revelador que las primeras luchas por el agua no se dieron entre españoles y tlaxcaltecas en Parras, sino en la cuenca de la Laguna de Mayrán desde siglos, quizá milenios atrás.

En tiempos de sequía, quienes lograban la posesión de los esteros contaban con agua y peces para algún tiempo. Pero la situación misma de sequía generaba grandes hambrunas, que muchas veces se “resolvieron” –tal fue el testimonio de los aborígenes en 1613- con la lucha de unas “rancherías”, “naciones” o “grupos” contra otros, sobre todo contra aquellos grupos con los cuales tenían enemistad, con el objeto de matarlos y comérselos. Es decir, en tiempos de hambre extrema, la guerra con fines de antropofagia fue una práctica de los aborígenes laguneros. Afortunadamente, no llegaron a este punto en 1613, ni nunca más incurrieron en algo semejante.

Próxima, la transición política



A escasos días para la toma de posesión del gobierno municipal de Torreón por Eduardo Olmos Castro, la identidad de la gran mayoría de los miembros de su gobierno, continua siendo desconocida para la mayor parte de la ciudadanía.

En cambio, en los círculos políticos propios y ajenos al Partido Revolucionario Institucional, esta información se ha ido filtrando a medida que se genera. Ojalá que se haya aquilatado la trayectoria profesional y el espíritu de servicio de cada uno de los que serán funcionarios de la siguiente administración.

Porque, sin duda alguna, esta nueva gestión municipal tendrá una oportunidad de oro para hacerse del voto permanente, y no solamente de castigo, de los torreonenses. Rescatar Torreón de su situación actual va a requerir visión y un gran esfuerzo conjunto del gobierno municipal y de la ciudadanía. El Partido Revolucionario Institucional puede ser fiel a su razón histórica de ser –el espíritu revolucionario, es decir, el espíritu de promoción de la calidad de vida de todos los ciudadanos- y ganarse así, por mérito propio, esta plaza electoral.

Próxima ya la celebración del centenario de la Revolución Mexicana, nuestros gobernantes locales no deben pensar ya en la revolución de Madero, de Villa y de Carranza, sino en otra, la que alivie las condiciones de desempleo, de pauperización y de inseguridad que padece un enorme sector de la población torreonense. Difícilmente una revolución puede ser institucional, pero el espíritu de revolución, que es espíritu de cambio, ése sí puede ser avivado y aplicado conforme a las circunstancias concretas, sin quebrantar la institucionalidad ni el estado de derecho.

Por supuesto que cuando hablamos de una revolución en el estado de cosas, hablamos de un giro, un cambio pacífico y benéfico, generado desde el poder y ciertamente legal. Lo que menos necesita México, es más violencia. Es tal el deseo de la ciudadanía torreonense de que acabe la violencia y la inseguridad, que se puede decir que fue el factor decisivo para el triunfo de Eduardo Olmos Castro.

Ser el Cronista Oficial de Torreón, con carácter vitalicio, implica un espíritu de servicio a la ciudadanía torreonense, no a un partido político. Como Cronista de todos los torreonenses, no he estado, ni estoy ligado, al PAN, ni al PRI, ni al PRD, ni a ningún otro partido. Solamente estoy felizmente obligado a la ciudadanía torreonense.

Así pues, con la libertad que me da mi postura académica y apartidista, le deseo el mayor de los éxitos al alcalde entrante, el Lic. Eduardo Olmos Castro y a los miembros de su gobierno. No es poca cosa la promesa electoral que han hecho, el rescate de Torreón. Como Cronista Oficial de Torreón y como simple ciudadano, interesado en el bienestar de los torreonenses, apoyamos desde ahora la consecución de dicha meta.

A mis lectores torreonenses, les manifiesto mi deseo de que pasen unas felices fiestas invernales, y que el año, ya próximo, de 2010, venga acompañado de salud, bienestar, mucho éxito, y sobre todo, de paz...

miércoles, diciembre 16, 2009

Militares Laguneros: Lorenzo de Almonte



En el marco de la serie de artículos que denominamos “Militares Laguneros”, como ya hemos explicado anteriormente, conservamos y celebramos la memoria de aquéllos militares que nacieron en nuestra región, o bien, que lucharon por nuestra región y sus habitantes, defendiéndolos de los ataques de los indios belicosos durante la era colonial. Había un cuerpo de caballería llamado oficialmente la “Compañía Volante de San Carlos de Parras”, o “del Álamo”, acantonada en El Álamo (Viesca, Coahuila) y cuyos escuadrones patrullaban la Comarca Lagunera.

Este concepto de “fuerte” dotado con “cuerpos de caballería” lo adoptaron posteriormente los anglosajones para establecer sus fuertes y regimientos en regiones amenazadas por la actividad beligerante de los indios. Los laguneros contábamos con esos beneficios militares, basados en el “presidio” español y en la “compañía volante” de caballería, cuando los estadounidenses ni siquiera contaban con un “oeste” propio.

En este artículo recordaremos a Lorenzo de Almonte Ríos, originario de la ciudad de Durango, donde nació el año de 1754, hijo legítimo de Hilario de Almonte y de Francisca Xaviera de los Ríos, quienes se casaron en el actual Sagrario Metropolitano de Durango el 7 de febrero de 1735.

Lorenzo era un joven promedio de su época. Su estatura era aproximadamente de un metro y sesenta, pelo negro, ojos grises, tez morena clara, con nariz ancha, cara lampiña, y rostro con algunas marcas de viruela. A los 24 años de edad, esto es, en 1778, Lorenzo era sastre de oficio. Seguramente le resultaba algo aburrido, ya que en ese mismo año, el 24 de septiembre, entró a servir en el Cuerpo de Dragones Provinciales de la ciudad de Durango.

En dicho cuerpo prestó sus servicios durante un año. El 1 de octubre de 1779, Lorenzo se incorporó al destacamento del Pasaje, presido (fuerte) ubicado sobre el cruce del Río Nazas. Por dicho fuerte o presidio, los viajeros que seguían el Camino Real desde Zacatecas, pasaban a Mapimí y mucho más al norte, a Chihuahua y al Nuevo México.

El 1 de febrero de 1784, Lorenzo se incorporó como elemento de la Compañía Volante de San Carlos de Parras, y se reenganchó en la misma, en el Álamo de Parras (Viesca) el 1 de enero de 1797.

En la recomendación para los premios de “tres tiempos” (sobresueldo por tres plazos de servicio militar de seis años cada uno, de acuerdo a la Ordenanza de 1766) que se redactó en el Álamo de Parras (Viesca) el 1 de octubre de 1797, Lorenzo Almonte aparece como uno de los agraciados. Tenía 18 años, 6 meses y 19 días de servicio continuo e ininterrumpido, caracterizados por su “constancia y buen proceder”.

lunes, diciembre 14, 2009

Los viejos agricultores del algodón



El 27 de mayo de 1928, la Cámara Agrícola Nacional de la Comarca Lagunera organizó en el Parque España de Torreón, una cena de gala para condecorar a los agricultores laguneros de la vieja guardia, aquellos que destacaron por su visión, esfuerzo y constancia. Por supuesto, no todos ellos eran torreonenses, ya que procedían de otros lugares de La Laguna, o de los estados de Coahuila o Durango, e incluso, de más lejos.

Los valores que serían objeto de reconocimiento fueron el esfuerzo, la constancia y la honradez. Los agricultores más antiguos que fueron nominados y para quienes se ofreció la gala, fueron Pedro Camino Ruiz, Adalberto Viesca, Gil Ornelas, los hermanos Félix y Doroteo Ramírez, Natividad Mora, Gerardo Orúa, Sabás Flores, Inés Torres, Epifanio Pereyra, Mariano Rocha, Sabás Valdés, Vidal Arellano y Sóstenes Hernández.

El señor Carlos González Fariño, en su calidad de presidente de la Cámara Agrícola Nacional de la Comarca Lagunera, fue el anfitrión de la ceremonia y de la cena, a la cual asistieron los alcaldes de Torreón, Gómez Palacio, Lerdo, Matamoros y San Pedro, el general Gonzalo Escobar, así como una gran concurrencia.

Una comisión de tres señoras fue la encargada de entregar las medallas a quienes obtuvieron el respectivo reconocimiento. La medalla “al esfuerzo y la constancia” estaba hecha con oro de 21 kilates, y la recibieron los señores Félix Ramíres, Doroteo Ramírez, Adalberto Viesca, Pedro Camino, Gil Ornelas, Juan Salinas y Natividad Mora.

El reconocimiento “A la honradez y la constancia” consistió en una medalla de plata pura, y se le otorgó a los señores Inés Torres, Epifanio Pereyra, Mariano Rocha, Sabás Valdés, Vidal Arellano y Sóstenes Hernández.

Estos viejos agricultores, ya como dueños de ranchos y haciendas, o ya como pequeños propietarios o trabajadores a sueldo, fueron reconocidos como los agricultores de mayor edad en su época y como ejemplos de virtud laboral. Algunos de ellos se contaban entre los primeros colonos de Torreón. Revisemos algunos datos biográficos.

El Señor Gil Ornelas Martínez nació en Peñón Blanco, Durango, el 4 de septiembre de 1859, durante la Guerra de Reforma entre liberales y conservadores, pocos años antes del establecimiento del Imperio de Maximiliano. Fueron los padres de Gil el señor Cayetano Ornelas, quien había nacido en Durango en 1824 (apenas un año después de la abdicación de Agustín de Iturbide) y la señora Florentina Martínez, con quien se había casado tres años antes, el 16 de octubre de 1856, en Peñón Blanco, Durango. Los abuelos paternos de Gil fueron los señores Clemente Ornelas y Florencia Núñez, vasallos de Carlos IV y Fernando VII en la ciudad de Durango, en la Nueva España.

Don Cayetano Ornelas y su familia dejaron Peñón Blanco para establecerse en la recién fundada Colonia de San Pedro, en el año de 1870. Los secretos del cultivo del algodón los aprendió el pequeño Gil de su padre. Peñón Blanco fue uno de los lugares de Durango donde primero se cultivó y benefició el algodón con hilanderas, generando así una cultura del algodón, la cuál trajeron consigo los inmigrantes que procedían de aquél lugar.

En 1874, cuando surgió San Pedro de las Colonias en el lugar que ocupa actualmente, don Cayetano envió a su hijo Gil a estudiar a Parras y a Lerdo. Volvió a San Pedro para convertirse en administrados de ranchos. En 1898 se independizó y se convirtió en arrendatario de predios algodoneros. En 1907 compró el agostadero de San Pablo, y lo dotó de agua y encabezó las obras de rehabilitación de los derechos “tajo de la trasquila” que tomaba sus aguas del Nazas, en un lugar llamado “Cantarranas” y “Vega del marrano”.

En 1907 concibió la idea de construir una presa, lo cual se llevó a cabo por su iniciativa y bajo su administración en los años de 1910 y 1911. Ese fue el origen de la afamada “presa de la trasquila” la cual derivaba el agua con el sistema “Mann” cilíndrico rodante. Era la segunda de América Latina con este sistema, la primera estaba sobre el Río Valparaíso, en Chile. Después de la de la trasquila, se contruyó la de San Marcos, también sobre el Nazas, propiedad de Purcell y Cía. Así se abrieron al cultivo algodonero los predios de San Pablo y la ampliación de Nuevo Texas, ambas propiedades de Gil Ornelas.

Para 1928, el señor Gil Ornelas contaba con medio siglo como agricultor de la fibra blanca.

Nota: alguna información de este texto se puede encontrar en la hemeroteca de El Siglo de Torreón. Otra procede de los archivos de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

sábado, diciembre 12, 2009

El Instituto de Vacunación de Torreón


Caricatura sobre las primeras vacunaciones (siglo XVIII)

En artículo pasado hablábamos sobre las epidemias que azotaron a la Comarca Lagunera durante el último año del siglo XVI y la primera mitad del XVII. Nuestra Comarca parece haber sido pasto de enfermedades transmisibles desde su misma colonización.

En nuestra región hubo múltiples brotes de enfermedades, entre ellas, la “fiebre pestilencial” (o sea, contagiosa) de 1787, con una gran cantidad de muertos. En Parras fue tan significativa la mortandad, que se agotaron las sepulturas en la Parroquia, y hubieron de ser abiertas fosas en el Santuario de Guadalupe y en el ex-colegio de los jesuitas.

En 1798, una nueva epidemia de viruela azotó nuestra región. Sin embargo, y aunque ya se habían hecho pruebas en años anteriores, no fue sino hasta 1819 que el rey Fernando VII ordenó a sus súbditos la inoculación de la vacuna contra la viruela.

En 1847, entre otras enfermedades, se reportaba en Parras, Álamo de Parras (Viesca), Mapimí y Mazapil, el sarampión. En 1849, una epidemia de cólera mató un buen número de laguneros de distintas poblaciones. En 1851, nuevamente atacó la viruela.

Habíamos visto en el artículo arriba mencionado, que en Torreón hubo epidemia de viruela en 1894 y en 1904. Los torreonenses no se quedaron cruzados de brazos. En mayo de 1907 se inauguró el Instituto de Vacuna de Torreón, con un éxito tal, que los periódicos que celebraron el primer aniversario de dicho Instituto en 1908, comentaban en sus páginas que no se había vuelo a ver en nuestra ciudad un solo caso de viruela.

Ninguno de los Institutos de Vacuna de Coahuila podía igualar ese récord de inmunización entre sus respectivas poblaciones, según comentaban los mismos diarios. En el caso de Torreón, se contaba además con un laboratorio que guardaba el virus para usarlo en la fabricación de las vacunas. En 1908, este laboratorio surtía de virus y vacunas a todo el Estado de Coahuila, y aún al de Nuevo León.

viernes, diciembre 11, 2009

Cuarto y último informe municipal



Hoy se llevó a cabo el cuarto y último informe de gobierno del alcalde saliente, el C. José Ángel Pérez Hernández. El evento se verificó en el Teatro Nazas de esta ciudad de Torreón, declarado recinto oficial con este propósito. Estaba programado para iniciar a las doce horas.

Una hora antes, desde la presidencia municipal de la avenida Matamoros, entre las calles Galeana y Ramón Corona, iniciaba una marcha que se dirigía a las afueras del Teatro Nazas. Se trataba de la movilización de los trabajadores del Sindicato Mayoritario al Servicio del Ayuntamiento, quienes declaran estar muy inconformes con presuntas acciones nepotistas del alcalde Pérez Hernández.

El alcalde rindió su informe, mientras que una fuerte seguridad custodiaba el Teatro Nazas hasta a dos cuadras a la redonda, con vallas y elementos policíacos. Será la historia la que tenga la última palabra en torno al desempeño del Partido Acción Nacional en este período de gobierno municipal que ya termina.

martes, diciembre 08, 2009

El cometa de 1607 y las epidemias en La Laguna



En la memoria de los comarcanos de mayor edad, está grabado a fuego el recuerdo de los estragos de la gripe española. Quienes la contrajeron y la sobrevivieron, ya han muerto. Quienes la recuerdan, es porque escucharon de sus padres o abuelos estrujantes relatos sobre la gran mortandad que esta pandemia ocasionó en 1918 en nuestra región.

El libro de González Arratia, “La epidemia de Influenza Española en la Comarca Lagunera” da cuenta de este fenómeno, así como de las epidemias de viruela maligna de 1894 y de 1904, las cuales afectaron significativamente a la población. Siendo Torreón una ciudad tan nueva en el ámbito de una comarca cuya historia escrita se remonta al siglo XVI, cabe preguntarse ¿cuáles fueron las primeras epidemias que azotaron a la Comarca Lagunera?

Por los relatos misioneros sabemos que la primera peste o epidemia que hubo en las recién fundadas misiones de la Comarca Lagunera, fue la de sarampión y viruela, en 1600 y 1601. Las misiones, apenas fundadas en 1598, habían congregado una buena cantidad de indios para su evangelización. Esa contigüidad física, sin duda alguna favoreció la rápida propagación de la enfermedad.

Los indios aborígenes de la región eran llamados genéricamente “laguneros” por vivir en las riveras o islotes del sistema hidrológico formado por el Río de las Nazas, la Laguna Grande (de Mayrán) y el Río Buenaval (Aguanaval). Estos indígenas no habían estado antes expuestos a las enfermedades comunes de Occidente, e incluso, de la Nueva España. Sus organismos no habían generado anticuerpos contra esas enfermedades. Precisamente por esta razón, resultaban tan mortíferas en ellos.

En 1607, la vista del cometa Halley, que ocupaba aproximadamente 90 grados de la bóveda celeste, los aterrorizó, ya que tenían dicho de parte de sus mayores, que la aparición de cometas significaba siempre grandes mortandades. En esa ocasión, como en muchas otras, los indios más ancianos quemaron en grandes hogueras, canastas de fibras vegetales repletas de pescados y de frutos del mezquite. Se trataba de ofrendas propiciatorias, buscando la benevolencia del cometa.

Pero a pesar de las ofrendas de los indios laguneros, hubo una gran epidemia de viruelas. Desde luego, el cometa nada tenía que ver con esta pestilencia, pues a la Comarca Lagunera solían llegar muchos indios gentiles que provenían de la provincia de Quahuila, al norte, y era muy común que llegaran enfermos, huyendo de las pestes que azotaban aquel reino. El contagio era pues, inevitable.

En 1615, la gran sequía y hambruna que padecieron los habitantes indígenas de la Comarca Lagunera, fueron fenómenos climáticos y sociales que ocasionaron innumerables muertes, y que propiciaron la aparición de una nueva peste, aunque no se ha dejado constancia de su naturaleza.

Los años de 1622 y 1623 marcan una de los períodos más negros en la historia de las epidemias regionales, ya que en esos años, varias enfermedades atacaron de manera simultánea, a saber: la viruela, el “dolor de costado”, el “tabardete” y el “garrotillo”. El castellano antiguo denominaba “dolor de costado” a la pleuritis o neumonía, y como en La Laguna se describe como peste, debió tratarse de una neumonía viral (contagiosa). El “tabardete”, “tabardillo” o “Matlazáhuatl”, era el nombre con que se designaba el tifo exantemático, o tifo contagioso. El “garrotillo” era el nombre castellano de la enfermedad que conocemos como difteria. A los españoles, los síntomas de ahogamiento les recordaba la muerte por “garrote vil” o estrangulamiento. De ahí el nombre.

Fue tan terrible la mortandad entre los indios laguneros en ese período, que los misioneros comentaban que indios mexicanos y tlaxcaltecas estaban llenando, poco a poco, los tremendos huecos demográficos dejados por aquéllos. La razón era muy sencilla. Tlaxcaltecas y mexicanos contaban con los anticuerpos de los cuales los laguneros carecían. En la Nueva España, donde vivían estos indios sedentarios, el contacto con las enfermedades de Occidente había comenzado un siglo antes que en la Comarca Lagunera.

Las primeras oleadas de enfermedades fueron, sin duda alguna, las más mortíferas para los laguneros. El proceso natural de inmunización costó demasiadas vidas. Las epidemias siguieron, como la de viruela en 1650, y muchos indios la padecieron de manera benigna. Pero la gran mayoría sucumbió durante las epidemias iniciales. La mezcla biológica con tlaxcaltecas y mexicanos le permitió a algunas familias de laguneros, en Parras y en Viesca, evitar la completa extinción de sus linajes.

domingo, diciembre 06, 2009

Frío de cuerpo y alma



Diciembre ha traído consigo temperaturas invernales. Para quienes no hayan vivido en Torreón, esto puede sonar bastante obvio. Y sin embargo, si algo se puede decir del clima de nuestra ciudad, es que es completamente impredecible. La regla es que no hay regla. Hemos tenido períodos calurosos en diciembre y hasta en enero, años en que pareciera no existió el invierno, salvo por tres o cuatro días. Y ha habido años en que el termómetro bajó a menos once grados Celsius, como sucedió al inicio de la década de los sesentas del siglo pasado.

Durante este otoño 2009 hubo días relativamente fríos y lluviosos en Torreón, con un frío bastante moderado. La mayoría de los jóvenes vestía de manera casi veraniega, y solo algunos portaban suéter. Pero desde hace tres o cuatro días, la percepción del frío ha sido general, pues todas las personas se cubren con chamarras, abrigos y prendas gruesas, particularmente por las mañanas y las noches.

Las temperaturas han estado bajas durante el inicio de las labores cotidianas. Es decir, entre las ocho y las nueve horas, estos días de diciembre hemos tenido temperaturas de cinco, cuatro, tres y dos grados Celsius sobre el cero. Sin embargo, estos han sido días soleados, y la temperatura ha ascendido a medida que transcurre el día, para bajar de nuevo en la noche.

La percepción generalizada de los laguneros es que las fiestas decembrinas son inminentes. Pues mucha gente aquí considera que el frío es mensajero y marco ideal para tales fiestas. Sin embargo, y a pesar de que esta percepción suele ser como un gatillo que dispara las compras de fin de año, la verdad es que el comercio se encuentra grandemente deprimido. Y aunque en otros años, que parecen ya lejanos, el centro comercial se congestionaba con coches y peatones apenas iniciaba diciembre, no ha sucedido así este año.

Los torreonenses hemos tenido siempre la fama de “manirrotos”, es decir, de gastadores. Seguramente las bonanzas algodoneras del pasado nos hicieron espléndidos con nuestros bienes. Sin embargo, se nota que es poca la gente que puede seguir ejerciendo su característica liberalidad. Sobre todo en esta época, se nota que la nuestra se ha convertido en una ciudad triste.

martes, diciembre 01, 2009

Matachines, "tradición antiquísima"



Es ya bien sabido que la danza de matachines constituye uno de los rasgos culturales que nos dejaron nuestros abuelos tlaxcaltecas en la Comarca Lagunera. Y aunque quizá las de Torreón sean las peregrinaciones con matachines más largas y mejor ataviadas, no son originarias de Torreón. Estas danzas llegaron con los emigrantes de Parras, Viesca y Matamoros (en Coahuila). Parras y Viesca fueron municipios tlaxcaltecas desde su fundación, y en el siglo XIX, Matamoros se pobló con gente de ambos lugares. En su jurisdicción y con mucha gente de Matamoros, Viesca y Parras, se creó el municipio de Torreón el 24 de febrero de 1893.

Por consiguiente, los matachines han estado presentes en la expresión de la religiosidad comarcana desde el siglo XVIII, que es cuando aparece la primera constancia histórica de su existencia y actividad, en el Santuario de Guadalupe de Parras.

Viesca fue fundada como colonia tlaxcalteca por el Pbro. Manuel Valdés, a finales del primer tercio del siglo XVIII, esto es, en 1732. Este lugar mantuvo intactas sus tradiciones tlaxcaltecas, entre las cuales se contaba la de la danza de los matachines.

Un artículo del diario “El Siglo de Torreón” fechado el 17 de mayo de 1925, página 4, menciona esta costumbre como algo celebrado desde antiguo en Viesca. Veamos su texto:

“Viesca, Coah. mayo 15. Siguiendo la antigua costumbre implantada desde hace muchos años, hoy también se verifica la función de matachines en honor del apóstol Santiago. Ayer por la tarde, vestidos con uniformes y con la imagen del santo a la cabeza, desfilaron por la calle de Orilla del Agua los matachines y hoy por la mañana la ceremonia religiosa, al aire libre, donde se bailará sin descansar. Algunos años anteriores, la violación a la Constitución se hacía de una manera más escandalosa, pues los matachines danzaban por las calles hasta llegar a la puerta del templo, donde se bailaba, y al otro día recorrían las calles de la población”.

Otro artículo del mismo diario, también referente a la misma actividad en Viesca, dice textualmente:

“Viesca, 21 de mayo de 1926. Los pequeños agricultores de la localidad, siguiendo la tradicional costumbre religiosa, festejaron el día de “San Isidro” con danzas de “matachines” que se celebró en las goteras [afueras] de la población, donde por lo regular tienen sus sembrados, habiendo concurrido un gran número de familias a presenciar las grotescas contorsiones del baile que hacían los individuos vestidos de “indios” con chimal y arco, notándose, entre todos ellos, una señorita que al “son” de la tambora y violín, desempeñó perfectamente su papel, y a quien los concurrentes aplaudían con demasiado entusiasmo. A pesar de ser esta una fiesta antiquísima, este año tuvo gran animación, tal vez por que la cosecha anual de trigo promete abundante fruto. La festividad se desarrolló en el más perfecto orden”.

No podemos dejar de notar en este artículo, que el redactor no simpatizaba con la danza de matachines ni con las tradiciones indígenas. Sin embargo, es interesante que describa los instrumentos musicales propios de esta danza, la tambora y el violín, así como el atuendo de arco y escudo (chimal). En cuanto a su comentario sobre la señorita, resultó poco caballeroso y bastante misógino.


Enlace a un artículo de la Crónica de Torreón sobre los matachines como herencia tlaxcalteca: