Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

lunes, febrero 08, 2016

Elogio de la fortaleza



En sus bodas de oro matrimoniales

El pasado 23 de enero, a las dos de la mañana, falleció la señora María Concepción Páez Martínez, madre de este cronista oficial. Contaba con 93 años de edad, los cuales vivió con una salud a toda prueba, salvo el último, en que algunas complicaciones de una fractura de cadera terminaron con su vida. 

Mi madre siempre fue una de esas personas que por naturaleza poseen belleza, un porte distinguido y sentido de la propia dignidad, sin afectación alguna y sin hacer menosprecio de nadie. Nació en la ciudad de San Luis Potosí el 7 de junio de 1922. 

Por su padre, D. Antonio Páez Sánchez y su abuelo paterno, D. Rafael Páez Saavedra, mi madre procedía de una antigua familia de terratenientes y militares de Guatemala, los Páez-Monteseros. La familia de su madre era propietaria, desde el siglo XVIII, de la gran hacienda e ingenio de las Tuzas, en Alaquines, San Luis Potosí, siendo sus ancestros los Martínez-Saldierna y Moctezuma.

La revolución y el reparto agrario cambiaron la suerte de su familia inmediata. Hubieron de migrar a Torreón a finales de los años treinta con el objeto de obtener mejores condiciones de vida, ya tan mermadas por los cambios revolucionarios y sociales de la época. Aquí en Torreón conoció al que habría de ser mi padre, don Félix Edmundo Corona de la Fuente, ingeniero originario de Monterrey y de familias norteñas de siglos de antigüedad. 

Luego de tratarse por un tiempo, unieron sus destinos y formaron una familia de cinco hijos: Enrique Edmundo, Félix Edmundo, Elba Olimpia (que reside en la Ciudad de México), Sergio Antonio y María Concepción [Gabriela] Corona Páez.

Mi madre siempre fue una persona con la fortaleza de un roble y una voluntad férrea. De ella aprendí el valor de la constancia, de la disciplina, del no quebrarse jamás ante la adversidad. Poseía un alma de guerrero samurái. Solía decir que educaba a sus hijos para que triunfaran en la vida, y si al final la amaban, sería ganancia. Pero la prioridad era formarlos para triunfar. 

Mi madre quedó viuda el 30 de abril de 1999, después de más de 50 años de matrimonio, y de varios más de cuidar a mi padre enfermo. Viuda, se dedicó como siempre a su hogar, ya que como mujer muy independiente, nunca quiso vivir en casa de ninguno de sus hijos. Cuidar sus mascotas, mirar programas televisivos de interés (fue ella quien me despertó el gusto por la historia), recibir a hijos y nietos, salir al cine o al café, hacer sus compras, siempre con ese gran sentido de independencia personal. 

Su muerte fue como su vida: estoica, fuerte, sin quejas. De cara al final, frente a frente, como el navegante que emprende viaje a sabiendas de que jamás volverá, y sin embargo, confiado en descubrir nuevos y maravillosos mundos. Y en su caso, por fin, al lado de mi padre. 

No hay comentarios.: