Escudo de Torreón

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miércoles, septiembre 26, 2012

El Himno Nacional, un testimonio interesante





Durante el año de 1853, siendo presidente don Antonio López de Santa Anna, y para mayor seña, el 12 de noviembre, el gobierno mexicano convocó a un concurso para premiar el mejor trabajo que pudiera hacer las funciones de “Himno a la Patria”.  A juicio del jurado, el ganador fue el potosino Francisco González Bocanegra. Su “Himno”, de diez estrofas, fue declarado el ganador del certamen en el Diario Oficial de la Federación, el 3 de febrero de 1854.

Ese Himno, al que ahora conocemos como “Himno Nacional Mexicano” es muy interesante, porque manifiesta claramente el sentir de la época sobre los héroes que nos dieron Patria. Muchos protagonistas e innumerables testigos de la gesta libertaria, aún vivían. Y el himno de González Bocanegra fue aclamado por los mexicanos por patriótico y veraz.

Sin embargo, habrá que preguntarse por qué el Himno Nacional Mexicano, compuesto durante la ya mencionada era de Santa Anna, quien fuera enemigo jurado y traidor a Iturbide, menciona precisamente a Iturbide como libertador en su estrofa VII y elogia el Plan de Iguala en la IX, y no dedica una sola palabra a Hidalgo o a Morelos, a Javier Mina ni a Vicente Guerrero. Y cito:

Estrofa VII "Si a la lid contra hueste enemiga, nos convoca la trompa guerrera, de Iturbide la sacra bandera, mexicanos, valientes seguid. Y a los fieles bridones les sirvan las vencidas enseñas de alfombra; los laureles del triunfo den sombra a la frente del Bravo Adalid".

Estrofa IX “Y el que al golpe de ardiente metralla de la Patria en las aras sucumba, obtendrá en recompensa una tumba donde brille de gloria la luz: y de Iguala la enseña querida a su espada sangrienta enlazada de laurel inmortal coronada formará de su fosa la cruz”.

Estas “omisiones” muestran que en los primeros tiempos de la República, nadie le disputaba a Iturbide el honor de ser el Libertador de México. Hidalgo y Morelos seguían siendo recordados como curas de pueblo, rebeldes y bandoleros, promotores de muertes absurdas y de lo que parecía ser una guerra de limpieza étnica (Basta con leer el texto de la excomunión de Abad y Queipo y su comparación con la guerra de independencia de Haití).

Iturbide, en cambio, era percibido como el iniciador y consumador de la Independencia Mexicana en base al Plan de Iguala (24 de febrero de 1821), los Tratados de Córdoba (24 agosto de 1821), la entrada triunfal a la ciudad de México, por fin independiente (27 de septiembre de 1821) y la redacción del Acta de Independencia del Imperio Mexicano (28 de septiembre de 1821). 

Además, a Iturbide se le percibía como un Defensor de la Fe que separó políticamente a México. Y lo hizo para no tener que obedecer los decretos de una España que, desde 1820, se tornó furiosamente jacobina y anticlerical, y que preparaba la legislación para que en Nueva España se desmantelara el poder del clero y los fueros del ejército. Evidentemente ni el clero novohispano, riquísimo y poderoso, ni los grupos de poder, iban a obedecer sumisamente estos decretos. 

Fue entonces que el clero alentó la independencia política de México como medio para mantener su poder y sus privilegios. Mientras que en las monedas de los reyes de Europa se leía “Dei Gratia” (Por la Gracia de Dios), en las de Iturbide, ya asunto al trono imperial, se leía “Dei Providentia” o sea, “por la Providencia de Dios”. Iturbide fue considerado por el pueblo como el “mesías” enviado por Dios para salvar la religión católica en México. 

Toda esta visión la plasmaba el Himno Nacional Mexicano, antes de que le quitaran estrofas “políticamente incómodas”. Era muy cuesta arriba para los posteriores gobiernos republicanos, liberales y masónicos de la época de Juárez, reconocer que la fundación del Estado Mexicano, cualquiera que fuera la forma que asumiera, monarquía o república, había sido fundado con la bendición directa y patrocinio del clero novohispano, conservador y monárquico. Por esta razón, el Acta de Independencia de México es un documento poco difundido. Dice “demasiado”.

Hidalgo, Morelos, Allende, Mina, Guerreo y los otros héroes posteriormente conocidos como forjadores de la independencia, adquirieron relevancia cuando Vicente Riva Palacio, nieto de Vicente Guerrero, escribió la versión oficial y liberal, de la historia Patria, en la cual su abuelo era el heredero directo de una estafeta imaginaria que comenzaba con Hidalgo.

Este Cronista no es un clerical. Tampoco milita en partido político alguno. Es un simple académico, un investigador que busca y difunde la verdad de los hechos. No tiene compromisos ni banderas ideológicas. Para él, los documentos son los únicos garantes de la verdad.