El 15 de mayo se cumplieron 96 años del terrible asesinato de chinos en Torreón. Los acontecimientos de 1911 fueron propiciados por la toma de Torreón a manos de los maderistas. Sin embargo, difícilmente podría decirse que fueron solamente los maderistas los responsables de este hecho atroz. En realidad, como en el caso de Fuenteovejuna, toda la población fue responsable del asesinato, aunque en Torreón se trataba de una masacre de inocentes. Los documentos de archivo nos permiten saber con certeza de que el racismo antichino no constituyó un evento aislado, sino una campaña continua orquestada durante el Porfiriato y posteriormente por los clubes antichinos de diversos entidades del país. La matanza del 15 de mayo fue el equivalente de un pogrom, pero el sentimiento racista y las actitudes asesinas duraron mucho más tiempo, en Torreón (y en México) como lo atestiguan los archivos municipales.
En la Comarca Lagunera, la tradición oral minimizaba los hechos, como era de esperarse. Nadie se sentía culpable por la muerte de estos seres humanos, el hecho mismo era recordado de manera anecdótica y hasta cómica, sin culpas ni culpables. Nadie consideraba vergonzozo que algo así hubiera ocurrido en Torreón.
En 1911 gobernaba China su último emperador, Puyi, duodécimo de la dinastía Ching. Entre los últimos asuntos internacionales que pudo gestionar su gobierno (abdicó el 12 de febrero de 1912) se encontraba la reclamación por los atentados de lesa humanidad en Torreón, y el envío de un crucero a México, el “Hai Chi” , con el objeto de apoyar estas reclamaciones.
El semanario “El Mañana” en su edición del 22 de junio de 1911, nos permite conocer la percepción que de estos asesinatos de Torreón tuvieron algunos medios. En el artículo intitulado “Indemnizaciones de guerra” se expresan, entre otros, los siguientes comentarios:
En la Comarca Lagunera, la tradición oral minimizaba los hechos, como era de esperarse. Nadie se sentía culpable por la muerte de estos seres humanos, el hecho mismo era recordado de manera anecdótica y hasta cómica, sin culpas ni culpables. Nadie consideraba vergonzozo que algo así hubiera ocurrido en Torreón.
En 1911 gobernaba China su último emperador, Puyi, duodécimo de la dinastía Ching. Entre los últimos asuntos internacionales que pudo gestionar su gobierno (abdicó el 12 de febrero de 1912) se encontraba la reclamación por los atentados de lesa humanidad en Torreón, y el envío de un crucero a México, el “Hai Chi” , con el objeto de apoyar estas reclamaciones.
El semanario “El Mañana” en su edición del 22 de junio de 1911, nos permite conocer la percepción que de estos asesinatos de Torreón tuvieron algunos medios. En el artículo intitulado “Indemnizaciones de guerra” se expresan, entre otros, los siguientes comentarios:
“La reclamación más seria y que tiene más fundamento legal a partir desde los principios más rudimentarios del derecho de gentes, es la presentada por la Legación China, por las vidas de sus nacionales sacrificados en Torreón de modo tan horripilante, que ningún pueblo —tal vez ni la Tierra del Fuego— querría tener en su historia, ese episodio que excede a la fantasía del novelista más sanguinario del medio siglo pasado.
Es preciso tener serenidad y honradez para las cuestiones de grave resolución. No equivoquemos el patriotismo con la impunidad del delito.
Al pedir justicia para los infortunados orientales, abogamos por el decoro y por la dignidad de la Nación. Si estados extraordinarios en la República causaron estas conflagraciones espantosas, y para desgracia nuestra permitieron la aparición de ejemplares orgánicos que deshonran a la humanidad, ocurramos solícitos a la reparación que nos dignifique, si queremos constituir un pueblo regido por las sanas doctrinas del derecho, que prescriben tirar con resolución la línea recta en las desviaciones que traza la perversidad del hombre.
Pobres y desmedrados han sido los argumentos de los que han querido justificar crímenes de tan increíble enormidad; más vigorosas son nuestras obligaciones ante el derecho internacional que remite a la protección de los Estados, la vida y la propiedad de los semejantes diseminados sobre la tierra.
Se ha lanzado a la exploración pública otra especie que no queremos calificar de malévola, pero que tampoco puede aceptar un criterio justo. Han dicho algunos diarios que los chinos presentaron resistencia encarnizada a las fuerzas rebeldes, y en tal caso —se agrega con censurable hipocresía— “no pueden quejarse, porque murieron en campaña”, así como suena, en pleno combate, tal vez por defender a los científicos.
Para que en acción de guerra valerosa, a la Pascual Orozco, perezcan trescientos hombres, se necesita un grueso lo menos de mil, bien armados y pertrechados, y batiéndose disciplinadamente a campo raso, y no en los vericuetos de los almacenes de seda o de los depósitos de té. Las crónicas en esta matanza son espeluznantes, y ni por equívoco se puede aceptar una versión que se desprende de la lógica más incipiente y primitiva.
No conocemos todavía, desde las guerras púnicas hasta la ruso-japonesa, una lucha armada en que una parte combatiente pueda hacer juegos malabares con la cabeza de la otra, o en que le sea posible uncir a su enemigo tranquilamente a la cola de tres corceles y fustigarlos para que, tomando distintas direcciones, se lleve el uno la pierna desgarrada, el otro el brazo sangrante y el de más allá el cráneo arrancado de la médula entre horribles crepitaciones.
Sentimos el deseo de hacer la apología de los tigres, como individuos de una especie benevolente”.
Por la edición del 15 de septiembre de 1911, p. 4, del periódico “El Criterio” nos enteramos de que China envió su mejor crucero para apoyar las demandas que causaron las muertes en Torreón. Dice el texto:
“Por el extranjero. China envía un crucero. El día 8 del actual llegó al puerto de Nueva York el crucero chino “Hai Chi” al mando del Almirante Chin Pin Kawang. El alcalde de la ciudad le dio la bienvenida, organizándose después una recepción a la que asistieron el Ministro chino, el alcalde, algunos marinos americanos y algunos prominentes miembros de la Legación y de la colonia asiática.
Se supone que este crucero fue el enviado por el gobierno chino, para hacer una visita de cortesía a México, y apoyar las demandas que aquel gobierno hace al mexicano, por sus nacionales ignominiosamente asesinados en Torreón durante la pasada revolución”.
El “Hai Chi” era un magnífico crucero armado en Gran Bretaña, con desplazamiento de 4,300 toneladas y una velocidad de 24 nudos. Medía 129.24 metros de longitud y estaba equipado con doce calderas que generaban 17 mil caballos de fuerza. Estaba diseñado para una tripulación de 400 individuos. Su armamento estaba constituido por dos cañones de 8 pulgadas o sea, de 203 mm., diez de 120 mm., 22 de 100 mm. Estas características lo convertían en el mejor barco de guerra del Imperio Chino en 1911.
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