Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

lunes, noviembre 25, 2013

Fragmentación de la identidad lagunera



Cuando surgió oficialmente la jurisdicción de la actual Comarca Lagunera, al crearse la Alcaldía Mayor de Parras, Laguna (San Pedro) y Río de las Nazas (San Juan de Casta, ahora León Guzmán, Durango) en 1598, se creó una jurisdicción con unidad, a la cual se le llegó a conocer como el “País de La Laguna”.

En esa época, el término “país” era sinónimo de “región” o “comarca”, nada que ver con la designación de un estado soberano. El referente de identidad era el gran sistema hidrológico integrado por los ríos “Nazas” y “Buenaval” y las lagunas que formaban, la de Parras, la del “Caimán” (Tlahualilo) y la del Álamo de Parras (Viesca). El gentilicio “lagunero” procede del hecho de vivir en esa comarca de lagunas.

En aquellos años, la identidad de los laguneros (la occidental, que es la que heredamos) era sumamente sólida, porque solo había dos bandos entre sus habitantes: los católicos súbditos del rey, y los bárbaros “infieles” que buscaban destruirlos. Como sucede en cualquier región o país en guerra, sus colonos se solidarizaron entre sí, cobrando mayor consciencia de sí mismos, de su cultura occidental y de su identidad frente a la alteridad.

Sin embargo, la división de su territorio en diversas jurisdicciones ha ido apagando esa consciencia del origen común. La primera división la ejecutó Carlos III, al separar La Laguna entre dos provincias, la de Coahuila y la de la Nueva Vizcaya, actualmente Estado de Durango. La separación se firmó en Aranjuez, en mayo de 1785.  

En el antiguo País de La Laguna, fueron surgiendo nuevas jurisdicciones, como la de Parras, su antigua capital; Viesca; Matamoros, San Pedro, Torreón, Francisco I. Madero. Y a medida que se ha fraccionado, se va olvidando el origen común.  Parras no recuerda ya que fue la capital política, judicial, religiosa y cultural de todo el País de La Laguna. Ha olvidado que la laguna era “La laguna de Parras”.

Claro, con los siglos y el creciente uso del agua para cuestiones agrícolas, la laguna se achicó y quedó en la jurisdicción de San Pedro, al poniente de Parras. Esto, más el hecho de que la enorme hacienda de San Lorenzo de La Laguna no incluía la jurisdicción de Parras, hizo que los parrenses asociaran el nombre de dicha hacienda con el de La Laguna. Mutilaron en sus mentes la Comarca Lagunera original, reduciéndola al territorio que ocupaba la Hacienda de San Lorenzo de La Laguna.

Cada jurisdicción ha ido creando nuevas identidades, o al menos, intentos de identidad. Se busca la diferencia, más que la herencia común. Y en esto, la ciudad de Torreón se lleva las palmas, en su intento de desligarse de la historia y la cultura colonial lagunera, para imaginarse a sí misma como una Venus moderna, que surge adulta y por su propia virtud en las aguas de la historia, sin antecedentes ni contextos previos. Pero Torreón no existiría si no fuera por la sólida economía algodonera de La Laguna, la cual comenzó a surgir desde el siglo XVIII. Nuestros nahuatlismos son de origen colonial, igual que nuestros matachines.   

viernes, noviembre 22, 2013

Medio siglo desde la muerte de John F. Kennedy






Hoy, 22 de noviembre de 2013, se cumple medio siglo desde el asesinato del presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, en Dallas, Texas. El magnicidio se consumó el 22 de noviembre de 1963.

En esa época yo tenía 13 años de edad, y recuerdo perfectamente la conmoción que causó el hecho en nuestra ciudad. Los boletines radiofónicos, a veces contradictorios, informaban sobre el supuesto estado de salud del presidente. El contenido de estos boletines procedía del hospital al cual fue llevado Kennedy. Tardaron horas en admitir que el mandatario había muerto.

En Torreón, y de hecho en el mundo entero, inmerso en la llamada Guerra Fría, había incertidumbre sobre el significado y las consecuencias posibles del hecho. La crisis de los misiles rusos en Cuba y los acontecimientos de Bahía de Cochinos estaban muy frescos en la memoria social, y se creyó en un principio que el magnicidio podría provocar una guerra nuclear. Se sospechaba, en un primer momento, que Cuba era la nación responsable del asesinato. Y las relaciones de Cuba con la Unión Soviética eran muy estrechas. Un ataque de represalia a Cuba significaría un enfrentamiento directo con los soviéticos.

Kennedy había sido el presidente estadounidense más popular, y hasta querido, en México. Era el primer presidente católico de su nación, lo cual no pasaba inadvertido a los mexicanos de entonces. Su visita a la ciudad de México fue apoteósica. Fue la única visita de un mandatario extranjero comparable a la primera de Juan Pablo II, por el entusiasmo y por la cantidad de personas que aclamaban.   

Kennedy también apoyó a México (y a la América Latina) con la “Alianza para el Progreso” (ALPRO), programa de ayuda de decenas de miles de millones de dólares. En la era Kennedy, llegaron a La Laguna pies de cría de borregos merinos y de ganado fino para los ejidos. Lamentablemente, y aún con esos estímulos multiformes, la cultura de muchos ejidatarios laguneros no cambió. Los borregos acabaron como materia prima de muchas barbacoas, y no como inicio de producción y acumulación de excedentes económicos para la reinversión.

Sobre los Kennedy parecía existir una maldición, ya que hubo varias muertes trágicas entre ellos. El hermano mayor de John, Joseph, murió en combate en la Segunda Guerra Mundial. John fue asesinado en Dallas siendo presidente en funciones. Su hermano Robert fue asesinado en Los Ángeles siendo candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Y el hijo de John Fitzgerald Kennedy, John Kennedy Jr. (John-John) murió joven y sin descendencia en un accidente aéreo, al estrellarse en el mar la avioneta que tripulaba.

La viuda de John Fitzgerald Kennedy, Jacqueline Bouvier, mantuvo, por décadas, un papel protagónico  como socialité de nivel mundial.  




jueves, noviembre 21, 2013

Oribe, el futbolista de oro




¿Quién en La Comarca no sabe quién es Oribe Peralta Morones? Guerrero destacado del equipo local de futbol, el Santos Laguna, héroe del balompié olímpico y actual goleador de la selección mexicana rumbo a la copa mundial Brasil 2014, como lo demostró fehacientemente en los juegos de ida y vuelta contra la selección de Nueva Zelanda. 

Oribe es torreonense de nacimiento, vecino de La Partida, municipio de Torreón, actualmente en la zona suburbana de esta ciudad. Nació el 12 de enero de 1984. Sus padres son el señor Miguel Ángel Peralta Ruelas y la señora Julieta Morones Trejo de Peralta. Fueron sus abuelos paternos el señor José Peralta y la señora Petra Ruelas de Peralta, y los maternos, el señor Juan Morones Reza y la señora Octavia Trejo de Morones.

Oribe ha demostrado ser un jugador noble y sufrido, de orígenes modestos, educado, con sus valores muy bien puestos y sin actitudes protagónicas. Es un jugador que entiende bien que un equipo no está configurado únicamente por goleadores, sino que a veces hay que sacrificar el lucimiento personal para dar un buen pase, un pase que pueda convertirse en gol, aunque otro nombre y apellido se lleve el crédito. 

Para él, el secreto del trabajo en conjunto está en que cada jugador haga su trabajo, aunque al final, solo haya un goleador. Finalmente, el tanto se le acredita al equipo entero. Con esta mentalidad, Oribe ha contribuido de manera significativa a las victorias del Santos Laguna y de la selección mexicana, pues ha sido factor decisivo de los goles anotados a favor. 

Pareciera estar predestinado al oro de los torneos, ya que como hemos visto en alguna ocasión, su nombre tan poco común, “Oribe”, se deriva del latín “Aurifex”, “artífice que trabaja en oro”, según el Diccionario de la Real Academia Española.  Torreón y la Comarca Lagunera se enorgullecen de este jugador de tan alto quilataje.







martes, noviembre 19, 2013

Cuatrocientas mil entradas






Agradezco a los lectores de este blog de Crónica de Torreón su interés y constancia. El día de hoy este blog ha recibido la visita número cuatrocientos mil. 

Esta cantidad de lecturas puede ser muy baja y hasta irrelevante si la comparamos con las entradas que manifiestan los blogs de las estrellas de cine. Pero para el género “Crónica de una ciudad”, se trata de un número muy alentador. 

Este blog está considerado por los expertos de la U.N.A.M. como el más antiguo de su tipo, en funciones. Desde 2006, este Cronista Oficial se encuentra atento a los fenómenos sociales de nuestro entorno, para comentar aquéllas cosas que interesan a los laguneros, y particularmente, a los torreonenses. 

Muchas gracias por sus visitas.

La reliquia, las virtudes y los santos





Una de las instituciones sociales que parecen caracterizar a la norteña ciudad mexicana de Torreón es la llamada “reliquia”. Este es un evento social de carácter popular que involucra aspectos filantrópicos, religiosos y gastronómicos.

Es muy frecuente que entre las clases medias y populares de Torreón, muchas familias organicen y compartan de manera tradicional, año con año, esta comida. En realidad, la “reliquia” es la concretización anual de un culto perenne relacionado con algún santo o advocación de la Virgen. Una familia devota de San Judas Tadeo, de la Virgen de Guadalupe, de la Virgen de San Juan de los Lagos, etc., con ocasión de la fiesta anual del santo, prepara un cuantioso festín de asado de puerco acompañado de una guarnición de siete sopas de pasta. 

La carne representa el alimento del cuerpo; y las sopas, el alimento del alma. Al parecer, cada una de estas sopas representa la voluntad de prometer al santo, de parte del creyente, el ejercicio de las siete virtudes opuestas a los pecados capitales: La humildad, contra la soberbia; la generosidad, contra la avaricia; la castidad, contra la lujuria; la paciencia, contra la ira; la templanza, contra la gula; la caridad, contra la envidia; la diligencia, contra la pereza.

Esta comida se distribuye de manera gratuita entre todos aquellos comensales que lo soliciten. Desde luego, los vecinos de la familia que ofrece la “reliquia” saben de antemano que ese la comida estará disponible, porque se trata, no de un evento aislado en el tiempo, sino que se repite año con año como una manda o voto hecho al santo.

Pero la “reliquia” no es solo comida. Siempre va acompañada de un acto litúrgico en familia o en pequeña comunidad de familiares y vecinos e invitados. Ordinariamente implica el rezo de cinco misterios del rosario, con todas sus letanías. Este acto de veneración al santo antecede al reparto de la comida. En muchas ocasiones, una danza de “matachines” (parte de nuestra herencia cultural tlaxcalteca) señala desde temprano el domicilio donde se ofrecerá una “reliquia”. Estos danzantes pueden ser contratados por la familia, o bien, puede tratarse de un grupo de personas que aportan su danza personal como ofrenda al santo en cuestión y en esa casa en particular.

Una vez terminado el rezo, se procede a la distribución de la parte gastronómica de la “reliquia”. La familia y los invitados especiales comen en los platos de la casa; los vecinos que no fueron al rezo pero sí a la distribución de la comida, suelen llevar sus propios platos. Cuando son muchos los solicitantes, forman fila y van pasando frente a las grandes ollas que contienen las sopas y el asado de puerco.

El asado de puerco es un guiso de trozos de carne de puerco (pierna, lomo) cocidos en una salsa hecha a base de chile rojo (chile ancho colorado, poblano seco), tomate y cebolla. Las sopas son de las llamadas “de pasta” y que se sirven secas, no caldosas: fideo, letras, almeja, semilla de melón, etc.

La “reliquia” en su conjunto constituye pues un acto de culto de carácter netamente ético, filantrópico, destinado a servir al ser humano en necesidad. Está muy lejos de la autoflagelación penitencial e individualista con que muchas personas de las clases populares de México creen agradar a la Divinidad, a los santos o a la Virgen. Sin duda hay un gran trasfondo cultural de origen prehispánico en esas actitudes masoquistas, tan dolorosas como estériles, con las cuales la “reliquia” nada tiene que ver.

Es muy interesante que en Torreón, la “reliquia” permanece como una comida o institución de carácter popular. No ha gozado de la aceptación directa o movilidad ascendente que otros platillos y otras prácticas, han tenido.

La celebración y consumo de la “reliquia” pertenece al ámbito del “pueblo”, esta es la percepción de las clases altas y medias de Torreón. Aunque puede suceder que algunas familias pudientes apoyen económicamente a quienes organizan la celebración, estas familias nunca pensarían en adoptar la costumbre para sí. Existe un cierto desdén por lo que tenga sabor popular o de mexicanidad, porque “no viste” socialmente. La tendencia va hacia la valoración de lo extranjero, lo “americano” (por “estadounidense”) y lo elitista.

Así, muchas familias de las clases más desahogadas se reúnen a celebrar y venerar a la advocación alemana de la Virgen rubia de Schoenstadt. Y están en todo su derecho. La religiosidad tiene derecho a manifestarse de acuerdo a posición y cultura, siempre y cuando nadie resulte agredido o lastimado. Y mejor aún si alguien resulta beneficiado, como en el caso de la “reliquia”.

Los torreonenses, al igual que los adolescentes (Torreón es una ciudad adolescente) pensamos que el mundo nació con nosotros. Realmente asumimos que la celebración de la “reliquia” surgió con nosotros por “generación espontánea”.

Pero la realidad es que la “reliquia” no es una institución originaria de Torreón. Estamos ante un caso de difusión cultural por migración. Con la apertura de las líneas de ferrocarril (1884-1888) Torreón quedó sujeto a la migración regional, nacional e internacional, y también a la adopción de las innovaciones tecnológicas o culturales que personas de otros ámbitos pudieran traer consigo. 

Llegaron la energía e iluminación eléctrica, los motores de vapor y de combustión interna, llegaron las modas, y también llegaron nuevas formas de celebración religiosa. Y decimos “nuevas” no porque fueran realmente nuevas, sino porque en la Comarca Lagunera fueron percibidas como nuevas.

En nuestro libro “El País de La Laguna”, mostramos la gran inclinación que tenían las clases populares de origen regional —colonizadoras de Torreón— hacia la celebración cotidiana y familiar de liturgias de origen virreinal: las “acostadas” y “levantadas” de niño, el rezo del rosario, la organización de danzas religiosas, etc. 

La celebración de la “reliquia” añadió elementos nuevos, al incorporar la obligación de preparar y compartir una comida a base de carne de puerco y sopas. La carne de puerco y el pavo o guajolote constituían los ingredientes “de lujo” de las comidas de origen popular.

Así que la “reliquia” era percibida como un verdadero banquete, y el nivel de compromiso que implicaba una obligación anual de este tipo era mayor que la versión regional lagunera, que solamente ofrecía pan dulce. Pero también, para satisfacción de los creyentes que se comprometían a celebrar la “reliquia”, la “gratitud” o la “complacencia” del santo venerado sería mayor. Es decir, la versión zacatecana del culto popular (con su “asado de boda”) podía reemplazar con ventaja la versión regional (solo pan). De ahí la paulatina adopción de esta costumbre.

La “reliquia” llegó a la Comarca Lagunera con los inmigrantes zacatecanos. Sabemos que había cierto flujo de migrantes de aquella región hacia Viesca (entonces San José y Santiago del Álamo) en la era colonial. Pero los que popularizaron la celebración de la “reliquia” en la Comarca Lagunera, fueron los zacatecanos que comenzaron a llegar cuando la Comarca Lagunera y Torreón quedaron conectados con el estado vecino por medio del ferrocarril.

En Zacatecas, la “reliquia” tiene muchos años de existir, tantos que el término “reliquia” zacatecana” es de viejo cuño y se refiere a la celebración religiosa de un santo con un platillo formado por asado de puerco y siete sopas de pasta. A diferencia de lo que ha pasado en Torreón, en Zacatecas la “reliquia” ha sido aceptada por los más altos círculos sociales y hasta existen restaurantes especializados en “reliquia”, como “El Pueblito” en la ciudad de Zacatecas.

La “reliquia” ha sido presentada entre las muestras gastronómicas “Los sabores de la tierra” organizadas por la Universidad Autónoma de Zacatecas. En esta muestra se ha distinguido formalmente entre la “reliquia” de asado y siete sopas, y la “reliquia” de atole de maíz, pinole y pan ranchero, es decir, entre la “reliquia” salada y la dulce. La “reliquia” de asado y siete sopas constituye uno de los platillos tradicionales de inmemorial de Valparaíso y Villa de Cos, en Zacatecas, entre otros lugares de ese estado de la federación.

En conclusión: la Comarca Lagunera ha tenido, desde la era virreinal, múltiples manifestaciones de culto privado. Las danzas, las “acostadas” y “levantadas” del Niño Dios han sido las tradiciones populares de carácter rural que más han pasado al ámbito urbano con los migrantes regionales. Los migrantes zacatecanos aportaron a la cultura religiosa y gastronómica de Torreón y de la Comarca Lagunera, esa forma particular y específica de veneración del santo, la “reliquia”, cuyo aspecto gastronómico consiste de asado de puerco acompañado de las siete sopas de pasta. 

Esta es una forma profundamente bíblica de culto, ya que “dar de comer al hambriento” es quizá la actividad religiosa más altamente valorada por los primeros cristianos (Mt. 25: 35)



lunes, noviembre 18, 2013

A tres años de ser designada Torreón como "Ciudad Heroica".

El Torreón, origen de nuestra ciudad


Hace tres años, el 21 de octubre del 2010, y en el contexto de las celebraciones del Centenario del inicio de la Revolución Mexicana, Torreón fue designado como “Ciudad Heroica” y “Sitio Histórico de Interés Nacional” por la Comisión Dictaminadora de la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas. 

¿Cuáles son los méritos de nuestra ciudad para recibir tal distinción?

En el pasado, la población torreonense ha padecido diversas oleadas de violencia. Entre 1850 y 1900, los ataques de indios eran relativamente frecuentes en la Comarca Lagunera. Sin embargo, los momentos más aciagos los vivieron los ciudadanos torreonenses durante la Revolución Mexicana.

El ejército revolucionario Maderista tomó Torreón el 15 de mayo de 1911, causando angustia y sufrimiento a sus habitantes, y de manera particular, a los vecinos de origen chino que fueron cruelmente perseguidos y masacrados por las mencionadas fuerzas Maderistas. 

Como dice el New York Times del 23 de mayo de ese año, Reportes incompletos de las condiciones en Torreón comienzan a llegar a esta ciudad (Nueva York), Describen una situación desesperada. En el mismo sentido va lo dicho por El Criterio del 27 de agosto de 1911, 17 de septiembre y 24 de septiembre del mismo año, así como la transcripción de la orden de aprehensión girada contra los Casiano y Benjamín Argumedo como participantes del genocidio. 

No solamente las penurias que pasaron los chinos locales a raíz de esta toma, sino las de todos los demás torreonenses, le merecerían ambos títulos, de ciudad heroica e histórica. Sin embargo, hay más razones de por medio.

Las ediciones del Imparcial del 9 y 10 de octubre de 1913 y del Demócrata del 30 de septiembre de 1914, atestiguan la magnitud de las luchas entre federales y los revolucionarios de la recién creada División del Norte bajo el mando de Francisco Villa, hechos ocurridos durante el otoño de 1913. La ciudad de Torreón volvió a ser amagada y ocupada, como lo dice el texto hemerográfico del 9 de octubre.

Entre muchos otros, los ejemplares de los diarios El Imparcial del 7 y 11 de abril de 1914, así como del Independiente del 5 de abril de ese año, constituyen evidencia histórica de los combates habidos en Torreón durante su tercera toma revolucionaria, en la primavera de 1914. Torreón se convirtió en un formidable centro militar, y las bajas de la batalla por Torreón fueron las más numerosas de cualquier batalla revolucionaria. Torreón se convirtió en un infierno”, como lo atestiguan dichos diarios. Durante la lucha, nuestra población fue cañoneada por el artillero Felipe Ángeles.

El Nacional del 30 de diciembre de 1916, habla de las fechorías de Francisco Villa y su diezmado ejército en la Comarca Lagunera. De hecho, se trata de la cuarta toma de Torreón, aunque por estar ya distanciado Villa de Carranza, ya no se considera oficialmente una toma revolucionaria” de la ciudad. Torreón y su ciudadanía nuevamente padecieron los embates de la guerra y de la ocupación militar.

Nuevos sufrimientos padecieron los habitantes de Torreón en marzo de 1929, al ser bombardeada la ciudad con artefactos explosivos e incendiarios desde el aire, además de sufrir ametrallamientos contra blancos civiles. Se trataba del alzamiento Escobarista, que se oponía a los planes supra-presidenciales de Plutarco Elías Calles. Estos enfrentamientos constituían las últimas secuelas de la Revolución Mexicana, y a Torreón le tocó en suerte padecerlas, como una Guernica mexicana, toda proporción guardada.

Y si a todo lo anterior se le suma el sufrimiento causado por la violencia y la inseguridad que padece de unos años acá la Comarca Lagunera, encontramos más que ganado a pulso el título para Torreón como "Ciudad Heroica".  

martes, noviembre 12, 2013

Coahuila, Texas y el general López de Santa Anna

El "Señor Santiago" de Viesca, Coahuila

El surgimiento del norte de México en la conciencia nacional es un fenómeno relativamente reciente. La “tierra adentro”  o “provincias del interior, internas” por contraposición a las provincias de la “tierra afuera” eran algo muy poco conocido para los habitantes de las ciudades virreinales: México, Puebla, Valladolid, Guanajuato, San Luis Potosí, Guadalajara, y hasta para Zacatecas, que era algo así como la “frontera” del mundo civilizado.  

Durante siglos, estas “provincias internas” del norte fueron habitadas por colonos españoles, tlaxcaltecas, negros y de diversas etnias indígenas y castas. Se caracterizaban estas tierras por sus difíciles condiciones de existencia, ya que sus poblaciones siempre estaban en peligro de ser atacadas por los indios enemigos. Para fines del siglo XVIII, la Comandancia General de las Provincias Internas constituía prácticamente un virreinato separado de Nueva España, precisamente porque se requerían decisiones administrativas y militares rápidas. De otra manera y dadas las enormes distancias, estas decisiones se dificultarían bajo un sistema centralista. La capital de esta comandancia estuvo en la ciudad de Chihuahua, en el norte-centro de la actual República Mexicana, aunque luego hubo cambios. 

Si este sistema hubiera tenido tiempo para consolidarse, hubiese sido más difícil la penetración de colonos estadounidenses. Pero no fue así. Por diversas circunstancias, la administración de estas provincias norteñas —reducidas a simples gubernaturas— volvió a la persona del virrey en la ciudad de México. Saltillo era la “puerta” de la tierra adentro. 

Existían vínculos mucho más fuertes entre Coahuila y Texas que los que podrían existir entre la ciudad de México y Texas. Realmente están muy poco estudiados aquellos aspectos de la separación de Texas en cuanto fenómeno regional, con independencia de las pretensiones territoriales de los Estados Unidos. ¿Hacia dónde se orientaban las lealtades de los coahuilenses-texanos, y por qué? Esta pregunta aún está por responderse.

Quizá sea poco conocido el hecho de que La Laguna, y particularmente el pueblo de San José y Santiago del Álamo, conocido también como Álamo de Parras (Viesca, Coahuila) tuvo particulares vínculos con la colonización de Texas a finales del siglo XVIII y principios del XIX, con la fundación del histórico fuerte del Álamo (remember the Alamo) y con la guerra de independencia de dicho territorio en 1835-1836.

La Segunda Compañía Volante del Álamo de Parras fue creada en la jurisdicción de Parras (Coahuila) el 1 de febrero de 1784.  Sus soldados fueron reclutados en el pueblo de San José y Santiago del Álamo (Viesca, Coahuila). En 1798 la Compañía fue trasladada a la jurisdicción de Mapimí (Durango), luego a San Gerónimo, cerca de Chihuahua, y provisionalmente, a San Antonio de Béxar (Texas) a donde llegaron con sus familias en 1803. Finalmente, se establecieron en la misión semiabandonada de San Antonio de Valero. Eran más de 200 hombres, mujeres y niños los que se establecieron ahí. 

Desde 1807 comenzó a ser conocida la reconstruida misión como “El Álamo” debido a la compañía volante que lo habitaba. Cuando estalló la guerra separatista de Texas en 1835, los soldados de la compañía volante pelearon tanto del lado mexicano como del lado independentista, según sus intereses y lealtades. Pedro Herrera, Nepomuceno Navarro y Manuel Tarín sirvieron toda la campaña en la Compañía de Texanos de Juan N. Seguín, e incluso pelearon en la batalla de San Jacinto. José Toribio Losoya estuvo entre los muertos de la toma del Álamo. Cuando el ejército mexicano se rindió, el antiguo comandante de la Segunda Compañía Volante del Álamo de Parras, José Francisco Ruiz, estuvo entre aquellos que firmaron la declaración de independencia texana.

Por otra parte, los últimos mexicanos en salir de San Antonio fueron precisamente Castañeda y la Compañía del Álamo de Parras, quienes abandonaron la población cuando Juan Seguín y su compañía de voluntarios texanos llegaron como avanzada del ejército de la nueva república. 

En seguida mostramos el texto de un documento de la época de la guerra de Texas. Este documento  se originó en el obispado de Durango, e iba dirigido principalmente al clero de la diócesis, con el fin de auxiliar al general Santa Anna:
    
“Con f(ec)ha 20 de junio último nos dirigió del Mineral de Canelas el Yl(ustrísi)mo obispo nuestro prelado un oficio cuyo literal tenor es el siguiente:

“Quando p(o)r todas partes se manifiesta justamente conmovida por el fatal suseso de guerra q(u)e ha (h)echo caer prisionero entre los tejanos al Digno Primer Gefe de la República el Ex(elentí)s(i)mo Señor D(o)n Antonio Lópes de Sana Anna; y se apresta de todos modos a dar pruebas reales y efectivas de la cinceridad y pureza de sus sentimientos, cooperando eficasmente a rezarzir esta quiebra del honor nacional, y a procurar al Yl(us)ttre prisionero el recobro de su libertad perdida, debe sin duda la parte del clero aspirar con sus demostraciones a dar ideas claras de q(u)e en tal funesto acaso es muy uno su sentir con el de todos nuestros compatriotas = Procuremos cuanto está al alcanze de los medios pazíficos de nuestro sagrado ministerio, preceder a todos con el ejemplo p(ar)a q(u)e la opinión no se extravíe, y q(u)e nadie vea cosa alguna, ni oiga nada en ningún Ec(lesiásti)co q(u)e le pueda servir de escándalo: empleemos sobre todo p(ar)a ganar a favor de la patria las Divinas Misericordias las armas poderosas del ruego, q(u)e son tan propias de nuestro instituto: Oremos al Señor. A este fin ordeno que en la Santa Yglesia Catedral y en todas las demás Yglesias Seculares y Regulares de la Diócesis se cante cuanto antes una misa solemne de rogación p(o)r los espresados fines de que se avisará anticipadam(en)te al Pueblo p(ar)a su concurrencia; y que a la oración Pro Pace que tengo mandada, se substituya la de Tempore Belli mientras dure la guerra contra los colonos, recomiendo a V.SS. el cuidado de q(u)e esa orden se circule con toda brevedad a las personas q(u)e corresponda p(ar)a su más pronto cumplimiento. = Mas porque esta clase de auxilios aunque llenos de virtud, y aunque ellos por bentura son los más seguros p(ar)a el buen logro de cualquier ardua empreza, nada puede desmerecer con q(u)e los proporcionemos de otra especie q(u)e active y anime visiblemente las providencias del resorte temporal, yo no dudo prometer del buen sentido y patriótico zelo de mis muy caros hermanos los Ec(lesiásti)cos todos de la Diócesis, q(u)e voluntaria y gustosam(en)te cederán alguna parte de sus escasas fortunas p(ar)a el sostén de tan justa causa: poco podrá ser, no lo ignoro, q(u)e soy presencial testigo de la penuria en que muchos viven; pero varias pequeñezes reunidas darán alguna mediana cantidad, que agregándose al resultado de providencias ya dictadas sobre los fondos piadosos, será presentada por V.SS. en clase de donativos, aunque sea p(o)r partes según se proporcione su colectación; y a este fin podrá disponerse q(u)e las ceciones personales se remitan directamente a V.SS. p(o)r los Curas de cada Parroquia, encargándose ellos mismos de hablar a los Ec(lesiásti)cos de su comprehención, q(u)e por otra vía no hayan tal vez adelantado sus donativos”.

Y lo transcribimos a V. p(ar)a que obre sus efectos en ese curato, y esperamos que los donativos q(u)e hagan los Ec(lesiásti)cos residentes en él, los remita V. a este gobierno Ec(lesiásti)co con la brevedad posible. 
Dios guarde a V. m(ucho)s a(ño)s.  Durango Julio 1º de 1836. José Cayetano Salcido. José Eustaquio Fernández. Bernardino Bracho. Sr. Cura de Parras Pbro. Dn. Silvestre Vicente Borjas”.             

domingo, noviembre 10, 2013

Un ojo al gato, y otro al garabato





Una de las maneras más interesantes y apasionantes para representarnos la mentalidad y la vida cotidiana de las sociedades del pasado es a través del concepto de “cultura material”.  Con este nombre podemos denominar todos aquellos aspectos tangibles que hacen referencia a las necesidades de una sociedad dada, en cierto lugar y momento de la historia.

Desde luego, la manera como se resuelvan las necesidades, e incluso lo que se experimenta como necesidad depende de la sociedad, lugar y época de que se trate. Las necesidades también son históricas, no son inmutables y eternas.

En la Comarca Lagunera urbana y suburbana de principios del siglo xxi, el televisor es un artefacto con el que los comarcanos resolvemos ciertas necesidades (necesidades impensables, por inexistentes, para los laguneros del siglo xviii), como las siguientes: información instantánea (noticieros en vivo), información científica o divulgativa (documentales), entretenimiento (futbol; videoclips; telenovelas, películas); entretenimiento y/o identidad regionales (nuestro equipo de fútbol contra sus pares del país),  identidad nacional, etc.

En la Comarca Lagunera, como en muchas otras regiones del mundo, la existencia de un significativo número de artefactos electrónicos para la comunicación instantánea, nos remite a las implicaciones sociales de la posesión y uso de tales artefactos. Existe una también significativa audiencia receptora.De acuerdo a las necesidades propias de la clase social y dependiendo del ingreso, es posible generar excedentes para adquirir uno o varios de estos artefactos. El telerreceptor supone además la existencia de la energía eléctrica —relativamente económica— distribuida de manera eficiente a los hogares o sitios de trabajo. La invención y posesión del televisor supone la existencia de verdaderas cadenas de innovaciones como los bulbos, transistores, chips y microchips.

En pocas palabras, un simple artefacto —cualquiera que éste sea— supone toda una cultura que le da origen, uso y sentido. Se sitúa en una sociedad, en una época, incluso en una determinada percepción de la noción misma de necesidad. Al volver a nuestro ejemplo, diremos que en la Comarca Lagunera del siglo xviii, el televisor y la televisión era impensables porque no habían surgido las condiciones económicas, sociales, tecnológicas ni ideológicas que crearon la  necesidad de su invención y que le dieron sentido como innovación en el siglo xx.

En cambio, hay artefactos que se usaron en nuestra Región en otras épocas, cuyo uso era muy congruente con su propio tiempo y circunstancias. Un caso típico es el “garabato”, es decir, la jaula, canastilla o gancho en el que se colgaba la carne fresca o seca y también los embutidos. En nuestros días resolvemos esa necesidad —que se reduce a la conservación en buen estado de los alimentos cotidianos— con el refrigerador, el congelador y la química.  Sin embargo, en el siglo xviii la necesidad que mantenía en uso al garabato era la protección, más que la conservación.  Es decir, la carne seca y los embutidos ya estaban tratados para que duraran algún tiempo sin descomponerse (con las técnicas del deshidratado, conservación en salmuera, vinagres, escabeches, etc).

La verdadera necesidad en aquel tiempo consistía en que esos alimentos debían ser protegidos de ratones, gatos, perros u otros animales. El garabato nos habla de condiciones de ruralidad, de familias que convivían o interactuaban en un mismo entorno espacial con animales “domésticos” tales como ratas y ratones y el gato. Un gato o dos podían ahuyentar a los roedores y controlar su abundancia. Pero entonces surgía una nueva situación: había que preservar carnes y embutidos de la amenaza del gato.  Había que estar, literalmente, “con un ojo al gato y otro al garabato”.