Escudo de Torreón

Escudo de Torreón

martes, enero 30, 2007

La madre hacia 1900

Si por mentalidad entendemos la manera como una sociedad percibe la realidad en cierto lugar y época, y también la manera como expresa esta percepción, entonces mostraremos lo que significaba la madre en la Comarca a principios del siglo XX. ¿Cuál era la imagen representativa? ¿Cuáles eran aquellos rasgos y valores que distinguían a la madre? ¿cómo debía relacionarse una persona con su madre?

Para ilustrar esta manera de percibir y de expresar, presentamos una imagen que ya en su época fue catalogada como arquetípica de la figura de la madre. También transcribimos el pensamiento infantil probablemente una recitación escrita por un niño de primaria en su diario de escuela por propia iniciativa, y que corresponde en lugar y tiempo con la fotografía.



"Ciertamente adorada mamacita, no has pensado en que mi pluma está aún entorpecida para expresar, con exquisito tino y de un modo discreto y elocuente, el inmenso cariño que se siente por estos seres a quien tanto amamos y de quien toda entera es nuestra vida.

Sí, para hablar de las madres es preciso ponernos de rodillas y adorarlas, contemplarlas cual ángeles del cielo en su excelso y grandioso paraíso. Y como a Dios en su divino trono, con profundo respeto venerarlas.

Besar sus frentes límpidas y puras, llegando en nuestro amor hasta el exceso de ofrendarles la fe de nuestras vidas, con ellos nuestra alma en cada beso.

Grabad con sangre exenta de pecado la dulce imagen siempre idolatrada de la mujer que, al darnos la existencia, nos dio con ella la mitad de su alma.

Y aquellas que reposan en la tumba y hayan dejado su misión cumplida, pongámosles las flores que en nuestra alma regaron con el néctar de su vida.

Ya veis, queridos condiscípulos, cuánto vale ese inmenso tesoro incomprendido, ese raudal de amores sacrosantos. Vivas les damos nuestros tiernos besos; muertas, el fuego venturoso en que se inflama el casto amor de su cariño santo".

lunes, enero 29, 2007

¿Regreso del transporte eléctrico?

En vista de los recurrentes problemas de transporte público a base de camiones de motor de explosión de diesel o gasolina, sería conveniente recordar que uno de los sistemas más efectivos que han funcionado en la Comarca Lagunera fue el de los tranvías eléctricos. Su nombre legal era Ferrocarril eléctrico de Lerdo a Torreón porque, de acuerdo a la ley entonces vigente, un tranvía que se desplazara entre dos entidades federativas (Durango y Coahuila) era un ferrocarril. El tranvía eléctrico era uno de los sellos de la modernidad de la Comarca Lagunera, ya que el circuito Lerdo-Torreón estuvo entre los tres primeros que se establecieron en México.

Los recorridos del tranvía en la zona urbana en 1908 eran de la siguiente manera. Desde el 1 de abril hasta el 31 de agosto la circulación comenzaba a las cinco y treinta de la mañana. Del 1 de septiembre al 31 de marzo, comenzaba a las seis. Los tranvías salían simultáneamente de Lerdo hacia Torreón y de Torreón hacia Lerdo.



Continuaban saliendo a intervalos de quince minutos hasta las ocho y treinta de la noche. A partir de esa hora, salían cada 35 minutos. A las once y quince de la noche, todos los tranvías de las corridas ordinarias debían estar guardados en su estación de Gómez Palacio, Durango. Había una corrida extraordinaria (costaba el doble) que salía a las once y quince de la noche de Gómez Palacio hacia Torreón, de donde volvía a las doce de la noche hacia Lerdo, y desde ahí volvía para finalizar en Gómez a las doce y cuarenta y cinco de la noche.

El Ferrocarril Eléctrico de Lerdo a Torreón tenía en 1908 servicio de primera y segunda clase. De Lerdo a Gómez Palacio el pasaje de primera clase costaba 12 centavos, y el de segunda, seis. De Gómez Palacio a Torreón costaba otros doce centavos en primera clase, y seis en el servicio de segunda. De Lerdo a Torreón se viajaba en primera clase por 24 centavos. Si se viajaba a puntos intermedios, se cobraba la mitad de la tarifa.

El Ferrocarril Eléctrico de Lardo a Torreón contaba con 4 circuitos. Los tranvías del primer circuito salían de la calle Ramos Arizpe, continuaban por la avenida Hidalgo, daban vuelta en la calle Treviño y volvían por la avenida Matamoros. Los del segundo circuito salían de la calle Ramón Corona, continuaban por la avenida Matamoros,daban vuelta en la calle Ramos Arizpe y volvían por la avenida Hidalgo. El tercer circuito comenzaba en la calle Ramos Arizpe, continuaba por la avenida Hidalgo, doblaba en la calle Galeana y volvía por la avenida Matamoros. El circuito cuatro iba de la calle Ramos Arizpe a la metalúrgica (Peñoles).

domingo, enero 28, 2007

Secuelas del comer

Según las estadísticas recientes, Coahuila es el estado de la federación que ocupa el primer lugar en casos de enfermedades asociadas positivamente a la obesidad.Es decir, que nuestro estado ocupa el primer lugar en problemas médicos de "gorditos" y "gorditas" de la República Mexicana. La verdad es que la obesidad se ha vuelto un verdadero problema en muchas de las regiones del planeta que cuentan con un poder adquisitivo relativamente mayor. Un caso claro es el de los Estados Unidos, donde el constante y significativo incremento del número de casos de obesidad tiene alarmados a los médicos.

¿Por qué hay un incremento considerable en el número de obesos? Sin duda alguna, los cambios en la relación entre la ingesta y consumo calóricos del género humano han generado, al menos en parte, estos resultados tan inconvenientes.

Los cambios han sido cuantitativos: la gente puede comer más. Esto es verdad, ya que los seres humanos de otras épocas comían sin llegar a la plena satisfacción. Faltaba comida y sobraba trabajo. En un mundo básicamente rural y agropecuario, los campesinos trabajaban siete días a la semana. Su eficiencia de producción de alimentos para el autoconsumo o la comercialización no era la nuestra, porque no contaban con variedades mejoradas como lo hacemos nosotros, ni con otros elementos de capital, fertilización, mercadotecnia, etc. Comían menos y trabajaban más.

Los cambios también han sido cualitativos: las zonas urbanas son más numerosas y mucho más grandes que antaño. El tipo de trabajo físico que demanda la vida en la ciudad no es comparable al que se realiza en el agro. La vida laboral del asalariado citadino se ha reglamentado, se ha domesticado con la semana de número reglamentario de horas de trabajo y con otras prestaciones que la han vuelto relativamente cómoda y bien remunerada. Hay tiempo para el ocio y dinero para disfrutarlo. En este contexto, comer es una diversión moderna, tan moderna como los torreonenses y su tradición de desayunar, comer o cenar fuera de casa, costumbre que les ha ganado la fama de manirotos.

Otro elemento de cambio cualitativo consiste en que hoy en día consumimos cosas diferentes a las que comían nuestros abuelos. Pensemos en la cantidad de carne roja que se ingiere en las comidas cotidianas, y cómo este alimento -la mayor parte del tiempo- estuvo ausente de la mesa de nuestros antepasados. Con esta dieta de carnes se han hecho presentes muchas enfermedades degenerativas. Los refrescos gaseosos dulces o "light" y la comida "chatarra" embolsada o "fast" constituyen modalidades de alimentación urbana y suburbana relativamente recientes. Y por si esto fuera poco, nuestras materias primas y productos terminados destinados a la cocina, están llenos de químicos conservadores, hormonas para el crecimiento animal, etc.

Por último, podemos advertir que con los factores mencionados concurre un cambio de mentalidad (ideas socialmente compartidas) en torno al significado y al valor que se le atribuye al acto de comer y al impacto que este hecho tiene en la estética personal vigente. La gente delgada ha estado de moda desde los años sesenta, cuando surgió aquel inolvidable fenómeno mediático llamado "Twiggy". Desde entonces, la humanidad occidental aceptó y adoptó la delgadez como propuesta estética. Desde entonces, quienes no encajan naturalmente en el paradigma de la esbeltez, se han torturado a base de dietas. Han padecido hambre y han comido lo que sea con tal de no ingerir "comida verdadera", todo por no engordar. La gente ha trastocado sus viejos hábitos alimenticios y ha sometido a gran estrés su aparato digestivo y demás órganos. No es casualidad que en esta misma época se hayan incrementado como nunca los casos de bulimia y anorexia. En pocas palabras: de manera paradójica, la obesidad y sus secuelas irrumpen en nuestra vida cotidiana mientras más se le trata de evitar por medio de artificios diferentes al sano equilibrio de consumo y gasto de energía. La enfermedad parece ser el precio de la abundancia.

jueves, enero 25, 2007

Familias centenarias de Torreón: Montemayor y del Canto

Quizá una de las familias de más antigüedad que poblaron el norte de México, sur de los Estados Unidos y por supuesto Torreón, es la que lleva por apellido Montemayor y sus descendientes, originalmente de Montemayor

El apellido se le debe a Diego de Montemayor, cuyos datos permanecen en el Archivo General de Indias, sección de la Casa de Contratación de Sevilla (aduana internacional de España en el siglo XVI). Encontramos que Diego de Montemayor era vecino de Málaga (Andalucía) y que era hijo de Juan de Montemayor y de Mayor Hernández. En primeras nupcias estaba casado con Inés Rodríguez, y ambos pasaron a la Nueva España según registros del 7 de diciembre de 1548. Diego se casó otras dos veces, su segunda esposa fue María de Esquivel, y la tercera, Juana Porcallo y de la Cerda.

Diego fue Alcalde Mayor de Saltillo en 1580. El 5 de abril de 1588 fue nombrado Tesorero de la Real Hacienda y teniente de gobernador y de capitán general desde los ojos de Santa Lucía (Monterrey) hasta Parras y lo demás que había hasta el río Grande y hasta la Laguna. Fue Alcalde Ordinario de Saltillo en 1591, y su escribano en 1593. En 1596 Diego de Montemayor organizó a doce familias de Saltillo para ir a fundar Monterrey.

Estefanía de Montemayor y Porcallo, hija del tercer matrimonio de Diego, se casó con Alberto del Canto, fundador de Saltillo en 1577.

Por su parte, la familia del Canto tenía un remoto origen medieval, pues procedía de María do Canto, casada con Joao Fernandes de Souto Mayor a finales del siglo XIV y principios del XV. Los tratadistas portugueses mencionan que originalmente este apellido era do Kent y que procedía de Inglaterra. Pero lo cierto es que los Do Canto se habían establecido en Guimaraes, en Portugal. Alberto del Canto era retataranieto de María do Canto, y su tío paterno, Pedro Anes do Canto, nacido hacia 1470, era proveedor de las Reales Armadas Portuguesas. Fue tanto el prestigio de los del Canto, que el obispo de Malaca los celebró en verso. Usaban las armas que se ilustran en este artículo. Alberto nació en la villa de Praia, en la isla Terceira, en las Azores, y era hijo de Sebastiao Martins do Canto y de María Dias Vieira, consanguínea del bienaventurado Juan Bautista Machado, mártir jesuita en Japón (1617).



Alberto del Canto y Estefanía de Montemayor tuvieron varios hijos, entre los cuales mencionamos a Miguel de Montemayor. Es de notar que los descendientes de este matrimonio pusieron en primer lugar el apellido Montemayor, en parte porque los problemas políticos entre Portugal y España a finales del siglo XVI lo ameritaba. Por otra parte, en su época tenía mayor rango político Diego de Montemayor que Alberto del Canto.

Muchos Montemayores descienden de Miguel. Y por línea femenina, sus descendientes perdieron, no la sangre, sino el apellido original, y llevan muchos otros apellidos saltillenses y regiomontanos igualmente ilustres, como Garza, de la Garza, de la Garza Falcón, González, de la Fuente, etc. Estos son apellidos muy comunes en Torreón, ciudad poblada con inmigrantes mexicanos y extranjeros.

Alberto del Canto y Estefanía de Montemayor fueron los bisabuelos de Ángela de la Garza-Falcón y Montemayor, casada con José González-de-Paredes y Olea, cuya hija, Josefa González-de-Paredes y de la Garza-Falcón casó con Luis de la Fuente Cabello el 7 de enero de 1710 en Saltillo. Y Tadeo de la Fuente y González-de-Paredes, hijo de este matrimonio, fue el abuelo quinto de mi padre, Félix Edmundo Corona de la Fuente. Un abuelo quinto equivale al abuelo del tatarabuelo. Así, Alberto del Canto resulta ser mi onceavo abuelo. En genealogía, el abuelo primero es el que llamamos ordinariamente abuelo; el bisabuelo es el abuelo segundo; el tatarabuelo es el abuelo tercero, y así sucesivamente.

Pero el caso de este cronista no es algo extraordinario. Me parece que en las ciudades del norte-centro de México pasa como en el País Vasco, los descendientes de los viejos pobladores podrían quedar englobados en veinte familias fundadoras, que sería un caso análogo al de los Parientes Mayores de Vizcaya. Lo que nos hace falta es documentarlo fehacientemente.

Poco nos hemos ocupado de las raíces coloniales de nuestra cultura y de nuestras familias. Un apellido castellano, por muy común que sea, puede ser tremendamente ilustre e histórico, en Torreón, en México o en cualquier parte del mundo.

Agradezco a mi buen amigo Clyde Webb, artista heráldico y caballero Gran Cruz en varias órdenes militares, por su reconstrucción del viejo escudo familiar de los do Canto.

El Archivo Municipal, fuente de conocimiento

El Archivo Municipal Eduardo Guerra de esta ciudad se encuentra participando en el coloquio "Grandes empresas y grupos empresariales en el siglo XX", el cual se celebra en Hermosillo, Sonora, del 24 al 26 de enero de este 2007.

La riqueza de los acervos documentales con que cuenta la sección histórica de este archivo, lo coloca como uno de esos lugares privilegiados de la Comarca Lagunera que deberían ser considerados más como centros generadores de nuevos conocimientos en el ámbito de las ciencias sociales, que en los de la cultura.

Felicitamos a nuestro buen amigo el Lic. Jorge Rodríguez Pardo, Director Actual del Archivo Municipal, por su acierto al impulsar una parte del quehacer del archivo en esta dirección.

Efectivamente, el Lic. Carlos Castañón Cuadros, conocido joven investigador que ha destacado por su dedicación en el campo de las ciencias sociales y por su trayectoria editorial, participa como investigador institucional del Archivo Municipal Eduardo Guerra en el coloquio mencionado.

Carlos sustentará en este coloquio la ponencia denominada "La Compañía del Tlahualilo (1885-1936) . Agroindustria y empresa en el norte de México".

Otras ponencias en este coloquio serán: "La United Sugar Company (1900-1940). Mecanismos administrativos, cambio tecnológico y redes de distribución"; "El grupo alimentario Lala: adaptación y competitividad ante la apertura comercial"; "Bachoco, principal firma avícola mexicana. Historia reciente y respuestas a la apertura"; "Agrícola Tarriba: una empresa hortícola binacional"; "La compañía El Águila, S.A. S. Pearson & Son y el petróleo mexicano"; "El corporativo Proeza. Desarrollo, diversificación e internacionalización". Estas ponencias proceden de instituciones del mayor nivel científico, como son la UNAM, Colegio de México, CIESAS, CIAD, UAS, U. de M., UANL, U. de Valladolid (España).

Entre los ponentes y moderadores se encontrarán los conocidos especialistas en historia económica, doctores Carlos Marichal y Mario Cerutti.

Quizá no sea del dominio público que en estos coloquios de carácter científico, los investigadores proponen, sustentan, argumentan y defienden sus respectivos temas como si fueran exámenes de grado. Esta es la manera de discutir los nuevos conocimientos para evaluarlos, aceptarlos o rechazarlos, e incorporarlos al cuerpo de nuevos conocimientos sobre un tema dado. El consenso de los colegas académicos es fundamental, y la manera de expresarlo es a través de una publicación colectiva. En este caso se trata de lo que será el segundo tomo de Historia de las grandes empresas en México, que publica el Fondo de Cultura Económica y la UANL.

miércoles, enero 24, 2007

Directorio 1905-1906

Ayer martes fue presentado en el foyer del Teatro Isauro Martínez de esta ciudad el "Directorio Comercial e Industrial de La Laguna por Baca y Aguirre. 1905-1906".

El evento contó con el apoyo del Instituto Coahuilense de Cultura, el Patronato de los festejos del Centenario y desde luego, del propio Teatro Martínez.

Este libro constituye una verdadera cantera de documentos de enorme interés para la historia económica, artística y publicitaria de la región, ya que no solamente brinda información de la todavía villa del Torreón, sino que incluye a Gómez Palacio, Lerdo, San Pedro, Viesca y Matamoros.



Este interesante texto facsimilar del original que se conserva en el Museo Regional del INAH nos permite conocer qué tipo de empresas agroindustriales y de servicios existían en la región en dicho período; cuántos comercios, qué giros, cuántos profesionistas y en qué especialidades. Es decir, las páginas de este libro nos proporcionan un vislumbre del tejido o entramado que formaban los medios de producción, los comerciantes y los prestadores de servicios urbanos en una época y lugar dados.

Por otra parte, encontramos una gran cantidad de diseños gráficos para publicitar con eficacia y estética, a criterio de la época. Los nombres de personas físicas, personas morales, direcciones postales y nacionalidades aparecen también consignados.

El texto, editado por el Gobierno del Estado de Coahuila, nos permite asimismo enterarnos, aunque de manera indirecta, cuáles eran las necesidades cotidianas de la época, y de cuál era la retórica publicitaria.

En fin, se trata de un libro que ha adquirido, desde su nacimiento, la categoría de indispensable para el estudio de la historia de nuestra ciudad.

El acto de presentación comenzó a las veinte horas, con el foyer del Martínez completamente lleno, y mucha gente quedó de pie, sin poderse sentar. Hubo comentarios de parte de Gabriel Leal Motola, Silvia Castro de Towns, Ramón Iriarte Maisterrena y Francisco Martínez Pérez.

Tras comentarios y preguntas, hubo distribución gratuita de ejemplares del nuevo libro así como el brindis de rigor.

Como es costumbre bajo la dirección de Claudia Máynez, el evento resultó impecable.

martes, enero 23, 2007

Las fiestas de disfraces

Una toma de Sandoval nos muestra la instantánea de una fiesta de disfraces en Parras de la Fuente, aunque por desgracia, no conocemos el año en que se hizo la impresión fotográfica.



Lo primero que notamos es que se trata de una fiesta de género, es decir, de mujeres. No hay varones presentes. Se trata de una fiesta decente de acuerdo al tono moral de la época. Aunque se tratara de una fiesta familiar, no hay asistencia masculina.

Otra cosa que resalta a la vista, es el concepto que se tenía de disfraz de acuerdo a la imagen. No parece haber ningún intento de representar individualidades famosas reconocibles. No hay una Cleopatra (quizá tenía mala reputación) ni una María Antonieta, si bien una de las damas presentes porta lo que da la impresión de ser una corona. Al parecer, en Parras, en esta época no se tenía tanto interés en representar a los famosos de la historia, cuanto en usar la creatividad, la imaginación y dejar de ser uno mismo, tornarse en una fantasía, en un tipo del costumbrismo. Vemos una aguadora, una gitana, una japonesa con sombrilla, una reina, y otras damas cuyos atavíos evocan personajes literarios.

En épocas dominadas por una rígida moral, las fiestas de disfraces constituían un escape a la férula social. Era una ocasión de escapar del rol que la familia y la clase social le había impuesto de manera perpetua a una dama. De alguna manera se dejaba la propia identidad para ser, por unos instantes, alteridad. Se dejaba de ser uno mismo para convertirse en lo otro, lo no yo. Quizáesas fiestas fuesen catarsis de las que las personas salían fortalecidas para continuar siendo ellas mismas. Estos son temas fascinantes para quienes investigan de manera académica en la historia de las mentalidades, en este caso, de las diversiones socialmente aceptadas en correlación con clase, lugar y época.

lunes, enero 22, 2007

Reina de la sonrisa

Quizá una de las características que todavía singularizan a la Comarca Lagunera es la calidad humana de sus habitantes. A todos nos consta que hay gente que tiene que venir y que efectivamente viene a residir entre nosotros pensando que son los más desdichados seres del mundo, desterrados a un lugar infame en medio del desierto. Todos conocemos la transformación que se opera en esos “desdichados” a medida que se familiarizan con nuestras costumbres y nuestra gente. Y todos hemos visto cómo, teniendo de nuevo que cambiar de residencia después de años, se van llorándole al lugar más hospitalario en que habían vivido: la Comarca Lagunera.

Puesto que Torreón es una ciudad que se formó con emigrantes de México y de todo el mundo, los valores propios de los emigrantes conformaron su cultura: la superación personal, la convivencia pacífica, el respeto al trabajo, la aceptación de la diversidad étnica, la generosidad, la disposición de mantener casa abierta para todos, la disposición a gozar lo bueno que ofrece la vida.

En los años veintes, la Comarca bullía de vida y esperanza. Tenía sus propios motivos para el optimismo, a la vez que se sumaba a los motivos del mundo. La Gran Guerra había terminado, todos querían celebrar. Las “flappers” (las “pelonas”) o chicas independientes estaban de moda y se rebelaban a seguir los modos moralistas victorianos.



Precisamente a esa época pertenece la fotografía que ilustra este artículo. La risa —o mejor aún, su hermana menor, la casta sonrisa— era objeto de concurso entre las señoritas de sociedad. El 31 de enero de 1924, teniendo como fondo coreográfico el espectacular charleston de la celebración de la nochevieja, la Reina de la Sonrisa de San Pedro de las Colonias recibió el diploma que la acreditaba como tal. Se trataba de la señorita María Antonia González García, de 23 años de edad. Era la hija del señor Melquíades González, propietario de “La Gitana”, y de la señora Genoveva García.

Como una buena cantidad de mujeres comarcanas de su época, María Antonia era muy cosmopolita, era una mujer profesionista (había estudiado y ejercía la carrera de “tenedora de libros” o contadora) y sobre todo, era muy alegre. Con el tiempo casó con el asturiano Luciano Fernández Collada y mudaron su lugar de residencia a Torreón, donde María Antonia siguió sonriendole a la vida hasta el día de su muerte en noviembre de 1984. Su hermana, Lydia González García, se casó con otro emigrante, el francés Luis Dugay. De ambas señoras procede una vasta descendencia muy conocida y apreciada en la Región Lagunera.

Como decía, la sonrisa ante la vida corre —literalmente— por nuestras venas. Hemos heredado la afabilidad de nuestros abuelos. Difícilmente exista otra ciudad en México que posea el encanto de nuestra gente.

domingo, enero 21, 2007

La casa de "la francesa"

La ciudad de Torreón, aunque relativamente joven, cuenta con algunos edificios centenarios o casi centenarios. Para nuestra fortuna, existen documentos que nos hablan de los orígenes de algunos de ellos y de quienes los habitaron. De otros, solamente contamos con noticias inciertas o leyendas. Una tercera categoría cuenta con documentos históricos y a la vez con leyendas que los califican y explican a partir de la percepción popular.



Uno de esos edificios que poseen historia y leyendas es el que se encontraba ubicado en la esquina de la calle González Ortega y avenida Allende de Torreón, y es el que ilustra nuestro artículo. El frente, con arcos, miraba hacia la alameda, y los balcones y las caballerizas, hacia la calle. Para mayor referencia, la parte baja de esta casa sirvió muchos años como Oficialía Tercera del Registro Civil de Torreón.

Se trataba de una casa habitación construida por don Eulogio Valdés Barro para su familia la señora Lázara Carrillo de Valdés e hijos en los años finales de la era porfiriana,. Don Eulogio era un próspero hombre de negocios cuya casa comercial operaba bajo la razón social de Eulogio Valdés Barro y Hnos. Comerciantes en ganadería de Torreón, con sucursales en Gómez Palacio, Dgo., en San Pedro y en Matamoros, Coah.

Como cualquier otra casa de la región, ésta conoció épocas de alegría y también de tristeza. De esta casa partió hacia la parroquia del Carmen el cortejo fúnebre del joven Salvador Valdés Carrillo, hijo de don Eulogio y de doña Lázara. La fecha, un lúgubre día de 1920. Hasta aquí llega la historia documentada.

La leyenda le atribuyó a esta casa un oscuro sino. Se decía que en ella había ocurrido una tragedia. Que en alguna fecha incierta del pasado una señora francesa había sido asesinada (Todavía a principios del siglo veinte, el habla popular designaba como francesesa los quienes lo eran por nacionalidad, o bien a las personas que por ser rubios y de ojos claros parecían serlo). Que al tratar de robarla, unos malvados ladrones la mataron a sangre fría sin lograr su cometido. Que desde entonces el alma de la señora penaba por todo lo que había sido su casa. Que la difunta sabía dónde estaban enterrado el oro que buscaban los ladrones y la aparición lo custodiaba noche y día asustando a quien se acercara al sitio.

Otra leyenda relacionada con esta casa no es tan terrible. Se dice que muy abajo de sus cimientos existe todavía un canal embovedado que venía desde el viejo edificio de la aduana (ahora convertido en banco, Juárez y González Ortega), cruza la alameda y sigue hacia el norte. Que a veces lleva agua y que eso explica la terrible humedad de las casas y edificios del rumbo.

En la actualidad subsiste el núcleo de la casa original, aunque dividido y remozado en distintas secciones.

Una visita ilustre en 1926

La fotografía que mostramos fue tomada en 1926 por J. Sosa en la hacienda de Cuba, jurisdicción de Gómez Palacio, Dgo. La instantánea da cuenta de la ocasión en que la familia Faya -propietaria de la hacienda- ofreció un almuerzo al excelentísimo marqués de Berna, ministro del rey Alfonso XIII de España. Este político aristócrata se encontraba de visita en la Comarca Lagunera para conocer de los intereses de la numerosa colonia española en la región, y para enterarse personalmente de la notoria potencia económica de La Laguna. Para ello se organizaron recorridos por las principales haciendas, entre ellas Cuba.



La fotografía nos muestra un grupo de personas entre los que sobresale el marqués mismo, despojado del protocolario saco y los tirantes a la vista, lo cual nos indica que ya había realizado el recorrido por las diferentes dependencias de la hacienda y que se encontraba acalorado. Los otros caballeros, en cambio, conservaron puestos sus sacos y chalecos, porque se trataba de gente ya acostumbrada a nuestro sol y clima.

Las damas lucen el "chemisse" con drapeados y acuchillados de los veintes, pelo corto a la moda. Era la época de "las pelonas". Un fenómeno social muy interesante fue la ruptura que la primera posguerra del siglo XX provocó en las actitudes de las mujeres estadounidenses ante la vida. El nuevo ideal quería mostrar a una mujer que fuera y pareciera independiente, alegre y desafiante. Este ideal estético pasó a las diferentes clases sociales de México, dejando constancia del "escándalo" que provocó la nueva moda en numerosas piezas musicales de la época, como la muy conocida y bailable "Ya llegaron las pelonas".
Otra, cuya letra es citada por Manuel Gamio en The life story of the mexican inmigrant (New York: Dover, 1971) dice "Las muchachas de San Antonio/ son flojas pa´l metate/ quieren andar pelonas/ con sombreros de petate. Se acabaron las pizcas/ se acabó el algodón/ ya andan las pelonas/ de puro vacilón."
Algo que llama la atención en esta fotografía es la amplia gama de actitudes captadas por este documento gráfico, y que van desde la adusta autoridad del patricio hasta la "insolencia" del perro que trata de rascarse sin importarle en lo absoluto la presencia del selecto grupo ni mucho menos la del fotógrafo, quien seguramente -por temor a perder la gráfica- no quiso esperar a que el animal se retirara.

Notemos la coquetería de las posturas y gestos de las damas y las sonrisas entre nerviosas y burlonas de los caballeros, que no saben hasta dónde podrá llegar el animalito en presencia de tan distinguida visita.

El original de esta fotografía fue donada al Archivo Histórico de la UIA-Laguna por el señor Victoriano González Faya.

sábado, enero 20, 2007

Libro sobre historia regional lagunera

En esta ocasión, el cronista cederá la palabra a la Dra. Ana María Rivera Medina, reconocida doctora en Historia de la UNED Bizkaia, en España, la cual ha elaborado una reseña sobre el libro "La Comarca Lagunera, constructo cultural. Economía y fe en la configuración de una mentalidad multicentenaria" de mi autoría. Esta publicación fue editada por la Universidad Iberoamericana Laguna en el 2006 para celebrar ambos centenarios, el de la ciudad de Gomez Palacio y el de la ciudad de Torreón. Este libro se encuentra a la venta en el Archivo Municipal Eduardo Guerra, en la librería del Fondo de Cultura Económica (al lado del Teatro Martínez) y en la propia UIA-Laguna.



Dice así la reseña: "El Dr. Corona continúa en este estudio su productiva investigación en la que despliega su aptitud y habilidad para desentrañar otro aspecto más de la reciente, pero no menos importante, historia de Coahuila, Durango y su entorno: la Comarca Lagunera. Sin duda alguna la experiencia del especialista genera un análisis con un poso (como en los buenos vinos) que ha ido adquiriendo tras largos años de estudio en los archivos mexicanos y más concretamente en el Archivo y Universidad Iberoamericana de Torreón.

La investigación realizada por Corona se centra en definir un modelo de organización del espacio de una zona fronteriza enmarcada, de una parte, por la preexistencia de grupos humanos belicosos e "incivilizados" en términos occidentales; y, por otra, la ocupación del mismo a manos de españoles y tlaxcaltecas. Desde la aparición del estudio realizado por Turner, hemos tenido ocasión de conocer investigaciones que han tratado distintos aspectos de la frontera y de los fenómenos que se producen en torno a ella. El trabajo que reseñamos es un "caso" más de ocupación efectiva de una zona, línea de frontera donde se debatían no sólo los intereses de la propia ocupación, sino también de aquellos relacionados con la Corona española y sus enemigos, los ingleses.

Sin duda alguna la calidad de las fuentes consultadas y el buen hacer profesional se manifiestan claramente a lo largo de un discurso dinámico y sagaz que invita al lector adentrarse en una problemática tan especifica como la que aquí se trata. Resalta la capacidad del autor para hacer de un fenómeno suscitado en una región marginal del imperio español un análisis de claridad meridiana para quienes no conocen el medio natural y humano. Pero a la vez es de destacar cómo el discurso científico bien explicado se convierte en un instrumento didáctico eficaz.

El profesor pone su empeño en que las generaciones presentes, como también las futuras no olviden las raíces. Porque lo que hoy son los mexicanos, coahuilenses o duranguenses, es fruto de los pobladores originarios de la zona, pero también del indudable aporte de los inmigrantes ya sea de otras regiones, o de otros continentes. El autor elabora un análisis de larga duración sobre la intrincada relación entre la fe, la cultura y la economía de los laguneros. Comienza describiendo cómo los primeros pobladores, cazadores recolectores, no concebían el valor de los recursos naturales que tenían a su alcance como medios de producción, a pesar de la escasez del agua y de la existencia de riquezas minerales. De ahí que al llegar los españoles, y sobre todo con el establecimiento de la Compañía de Jesús se genere no solo una revolución productiva, sino un cambio de mentalidad, de forma de ser, de actuar, en suma, un cambio de cosmovisión.

La base de este cambio, dice el Dr. Corona, sólo fue factible por la conjunción de una serie de variables: la expansión de la fé, la educación en nuevos valores y formas de enfrentarse al mundo y, finalmente, la organización de los recursos naturales para lograr una estructura económica que permitiera a la región vertebrarse a las rutas del comercio de la Nueva España. Se observa, por lo tanto, que nuevamente es el comercio, o mejor las rutas comerciales las que permiten a las zonas de frontera, menos favorecidas por las decisiones reales, integrarse no sólo a los mercados, sino también recibir influencias culturales. Sin embargo, esto no hubiese sido posible sin la intervención de colonos aborígenes tlaxcaltecas y españoles que compartían una cultura agropecuaria y que fueron capaces de racionalizar los recursos hídricos existentes.

Surge de esta manera, para el Profesor, el "ser lagunero" en aquellos hombres que se veían a sí mismos como miembros y representantes del nuevo orden establecido. Orden que defenderían de los "bellacos" que atacaban a las propias poblaciones. Tal empeño dio excelentes resultados porque a la postre, y como mérito a la calidad de fronterizos defensores de la "república", el virrey les concede privilegios fiscales sobre la producción vitivinícola. Pero esta identidad se forja también a partir del hecho de que, durante el siglo XVIII y principios del XIX, la mayor parte de la región perteneció a una misma familia, a través de lazos de parentesco.

Así pues a lo largo del siglo XVIII pueblos de indios y vecinos españoles lograron configurar una economía agropecuaria con mano de obra libre y contractual, con el agua como recurso escaso, y como tal rentado, y con un comercio activo gracias a encomenderos (gestores de negocios) y arrieros. La vitivinicultura primero y el algodón después se elevaron, como ya demostrara el Doctor en otras de sus excelentes investigaciones, a la categoría de actividad económica dinamizadora para la región. A lo largo de los siglos, la comarca fue adquiriendo diversas cotas de seguridad en relación al exterior, a su interior, y cómo no, en relación a sus necesidades espirituales. Las rentas de la tierra sirven entre otras cosas para alcanzar cierta seguridad espiritual, a través de censos, capellanías, cofradías y obras pías, que a su vez se traducían en prestigio social, y según Corona Páez, en una suerte de distribución de la riqueza.

La vitivinicultura y más tarde la industria algodonera marcan dos momentos distintos y evidentes para el Profesor Corona: el primero permite la organización del espacio y la estructuración de unidades agrícolas; el segundo constituyó un modelo de producción encaminado al desarrollo capitalista sostenido con la constitución de sociedades mercantiles. Sin duda, el algodón dio paso a una potente actividad económica lagunera. Pero también el profesor demuestra cómo con el transcurso del tiempo la pequeña y mediana propiedad se fue perdiendo en beneficio de los grandes latifundios.

El Dr. Corona analiza cómo la consolidación del latifundio originó un fuerte problema social y económico en la Comarca Lagunera. La permisividad de los terratenientes admitiendo asentamientos en sus propiedades generó el temor de los titulares por la integridad patrimonial. La tensión social incrementada con la participación de grupos liberales mexicanos y norteamericanos concluiría, alude el estudioso, con la redistribución de la tierra y la fundación de nuevas villas y ciudades, como fue el caso de la ciudad de Torreón.

Así pues el Dr. Corona elabora, en lo que podemos considerar la primera parte de su estudio, un análisis de larga duración a través del cual demuestra como la común unión de los intereses humanos, los recursos naturales, los medios de producción y la necesidad de ser y consolidar el lugar en el que se vive configuran una mentalidad especial en los habitantes de la Comarca Lagunera.

No conforme con el análisis realizado, con buen ojo de cientista social, el investigador indaga en lo que nosotros consideramos una segunda parte, la configuración del universo tlaxcalteca y español. Los tlaxcaltecas dotados de un sentido de la oportunidad no tardaron en aliarse a los españoles y colaborar en la ocupación de esta zona del norte novohispano. Su condición de hidalgos y en consecuencia su calidad de hombres libres les permitió adquirir tierras, producir vinos y beneficiarse a tal punto que hasta llegan a constituir capellanías. Por su parte los españoles se asentaron en la región, mediante el otorgamiento de mercedes reales, y estructuraron una economía basada en la producción agropecuaria.

Muy pronto españoles y tlaxcaltecas se aunarían en una tarea común: la vitivinicultura; aunque con el tiempo los primeros lograrían imponerse numéricamente. Sin embargo estos dos grupos humanos se congregaban en torno a los misterios de la fé cristina y a su experiencia religiosa. Cuestión que se comprueba al analizar los testamentos de unos y de otros, en las celebraciones religiosas y en la imaginería. Así es cómo el Profesor explica la importancia de los fenómenos históricos para entender la mentalidad de la sociedad lagunera actual. La cultura es dinámica y el dinamismo lo confiere un grupo de hombres que va construyendo los cimientos de la sociedad con elementos preexistentes, con los aportes de otros pueblos y con la energía que confiere el tener un ideario religioso común con el único fin de adquirir seguridad, reconocerse en un espacio y trascender a su propio tiempo creando una nueva identidad. Y en ese momento el otro, el distinto, el extraño, ya no se distingue, sólo existe "el nosotros".

Es ya costumbre en los trabajos del Dr. Corona encontrarnos con Apéndices Documentales de gran riqueza no sólo para la zona que trata, sino para otros espacios con semejante actividad productiva. En este caso nos referimos a los calendarios agrícolas de las actividades algodoneras, cuadros de producción y documentos que nos permiten comprender con mayor claridad el fenómeno que analiza; pero también el Dr. Corona tiene la gran habilidad de insertar fuentes que por su curiosidad nos asombran, sin distraer el rigor científico. Finalmente, hay que decirle al Dr. Corona que esperamos leer nuevas investigaciones dada su capacidad y la posición de privilegio que ostenta como Director del Archivo Histórico de la Universidad Iberoamericana de Torreón y Profesor de dicha institución de enseñanza superior.

Dra. Ana María Rivera Medina
Profesor Tutor UNED BIZKAIA
España"

lunes, enero 15, 2007

Trenes fabricados en La Laguna

En 1910, la hacienda de Hornos, ubicada al oriente de la entonces muy joven ciudad de Torreón (Coahuila, México) se distinguía de entre todas las demás de la nación. Antigua propiedad de los jesuítas, contaba con una vieja casa amueblada y habitada. En su capilla —reliquia misionera de los hijos espirituales de San Ignacio de Loyola— estaban expuestas a la veneración algunas pinturas del siglo XVIII.

Pero no era la producción agropecuaria de la hacienda lo que llamaba la atención, sino su producción industrial. Al poniente de la casa principal se levantaban los sorprendentes talleres de fundición de la hacienda de Hornos, los cuales fabricaban locomotoras, vagones de ferrocarril y tranvías. Las instalaciones de la factoría estaban distribuidas entre varios departamentos. El primero era el de la fundición del hierro, con un horno de 70 pulgadas que podía fundir piezas hasta de 15 toneladas. Contigua estaba la no menos importante fundición de bronce.

La herrería contaba con 12 yunques con sendas forjas alimentadas con aire por un ventilador conectado con la flecha principal del taller de maquinaria. Había también un martillo de vapor de 800 libras para forjar las piezas grandes.

El taller general de maquinaria estaba montado con la tecnología más avanzada de la época. El torno mayor era de 48 pulgadas de vuelo y de 28 pies entre los centros, mientras que el más pequeño servía para la fabricación de piezas delicadas. Había prensas hidráulicas de hasta 200 toneladas de presión, sierras circulares, taladros, cepillos, ajustadoras, sierras de banca para metales, desgastadores universales, una de las más completas “frisadoras” (milling machine) con todos sus accesorios; sacabocados tijeras que de un golpe cortaban en frío barras de acero de cuatro pulgadas “en cuadro”, laminadoras para la fabricación de las calderas, etc.

Había un departamento de carpintería y otro de material rodante para ferrocarriles. A éste eran conducidas todas las piezas fabricadas en los otros departamentos para armar los vagones de ferrocarril que ahí se construían y armaban completamente: locomotoras, carros tanque, carros para pasajeros y tranvías.

Es de llamar la atención que todos los obreros eran laguneros de nacimiento, adiestrados por el ingeniero —también mexicano— Claudio Juan Martínez. La hacienda y los talleres de fundición de Hornos pertenecían a dicho ingeniero, nacido en Veracruz el 22 de agosto de 1879. Sus padres fueron los señores Claudio A. Martínez y Adela Martínez, acaudalados comerciantes del puerto de Veracruz.

Desde joven, Claudio Juan sintió una gran disposición para la mecánica. Estudió tres años en el Instituto Veracruzano (Escuela Preparatoria de Veracruz). Luego se mudó con sus padres a la hacienda de Hornos, recién adquirida por aquéllos. En la hacienda se ocupó del departamento de mecánica. Cuando tenía 17 años y en vista del talento que demostraba, sus padres lo enviaron a estudiar a un colegio de agricultura y mecánica de Texas. Ahí cursó en un año (1896-1897) los dos años de mecánica.
La escuela texana le quedó pequeña a Claudio Juan y continuó sus estudios de ingeniería mecánica en la Universidad de Cornell, Nueva York, donde destacó en los estudios teóricos y en la práctica requerida para obtener su título académico. En 1901 fue autorizado por la Universidad de Cornell para que hiciera su tesis en México, misma que realizó en la “Jabonera La Esperanza”, propiedad del señor Juan F. Brittingham. Claudio Juan Martínez terminó sus estudios en 1901, cuando tenía 22 años de edad.

El objetivo del ingeniero Martínez era el de poder instalar talleres de fundición en su hacienda de Hornos, y ahí construir todas las herramientas que podría requerir la industria nacional. Desde luego, le interesaba romper la dependencia tecnológica del extranjero —particularmente de los Estados Unidos— a la vez que hacía un buen negocio.

El ingeniero Claudio Juan Martínez comenzó fabricando ferrocarriles con el proyecto de establecer un tren minero entre Hornos y Mazapil, en el estado de Zacatecas. Las diversas instalaciones de los talleres de fundición le permitían construir vagones de pasajeros, carros-tanque, locomotoras y también vagones de tranvía.

Los vagones de pasajeros construidos en la hacienda de Hornos llamaban la atención por los lujosos acabados que contrastaban con la severidad de las sillas individuales de madera, más adecuadas para una oficina que para un vagón de ferrocarril. Los vagones contaban con bombillas eléctricas para su iluminación.

Es una pena que el precoz despegue industrial de la Comarca Lagunera haya encontrado obstáculos primero en la Revolución, y posteriormente en los casi desconocidos Tratados de Bucareli, firmados en 1923. En virtud de los mismos, los Estados Unidos reconocerían la legitimidad de los gobiernos posrevolucionarios (particularmente el del general Álvaro Obregón) a cambio de que, entre otras cosas, México renunciara a la fabricación de maquinaria pesada y se comprometiera a comprarla a los industriales estadounidenses.
Esta relación no cambiaría sino hasta el gobierno del general Ávila Camacho, cuando la Segunda Guerra Mundial obligó a los estadounidenses a contar con un vecino más industrializado.

viernes, enero 12, 2007

Antropología del chisme

Ya en otra ocasión he mencionado el fenómeno (tan común en Torreón) del canibalismo entre intelectuales, creadores y agentes de la cultura. La intolerancia, la antipatía y la envidia parecen ser pasiones demasiado frecuentes en este medio. Hasta ciero punto es una ventaja que los artistas sean gente de pasiones intensas. Con una actitud creativa, la pasión es inspiración, fuerza potencial, capacidad creadora.

La pasión es un sentimiento que se padece, en el sentido pasivo del término. Es decir, es algo que se genera involuntariamente, algo que nos impacta, que nos energetiza, nos afecta. Estrictamente hablando, las pasiones no tienen signo moral: ni nos hacen mejores, ni peores. Son una mera circunstancia en nuestras vidas.

Pero lo que hagamos con la fuerza de nuestras pasiones, eso si tiene signo ético o moral. Aquéllas son energía que nosotros convertimos o permitimos que se conviertanen actos. Un hombre o una mujer sensata domina sus pasiones, no se deja dominar por ellas. Como un auriga experimentado, puede usar esa fuerza motriz para externarla de una manera constructiva, creativa, benéfica.

La envidia es quizá una de las pasiones más destructivas que florecen en el medio de los artistas, intelectuales y agentes culturales de Torreón. El medio de la culturade nuestra ciudad tiene fama de estar eternamente polarizado, fragmentado en grupos, o solidarios o antagonistas. El chisme, la calumnia y la mentira sistemática son modos que muchos usan para descalificar a sus rivales. Muchas veces basta con brillar un poco para convertirse en rival de estas personas o grupos.

Cuando los o las intelectuales que sienten envidia de sus homólogos permiten que estas pasiones se conviertan en actos de agresión, lo único que hacenes mostrar su verdadera estatura como intelectuales y artistas enanos. No es calumniando como se les reconocerá su talento ni con sus calumnias le quitarán el brillo a quienes se lo han ganado con su trabajo. A final de cuentas, cada quién cosechará lo que haya sembrado. No es importante lo que uno diga sobre sí mismo o sobre los demás; lo verdaderamente importante, lo que realmente cuenta, es la obra de cada quién.

viernes, enero 05, 2007

Torreón, libre de impuestos

Una de las grandes fuerzas propulsoras del desarrollo industrial de Torreón a finales del siglo XIX, fue la política fiscal. Desde inicios de la última década de dicho siglo, la exención de impuestos para aquellas industrias que se instalaran en la congregación y luego villa de Torreón fue un inmenso atractivo para quienes estuvieron dispuestos a invertir sus capitales en la creación de establecimientos fabriles y comerciales.

Esta política funcionó por vez primera en La Laguna con excelentes resultados cuando el virrey arzobispo Juan Antonio Vizarrón liberó del impuesto sobre la renta y de impuestos al comercio (alcabalas) a los productores de vinos y aguardientes de Parras y su jurisdicción, en 1738. Por el occidente, este territorio llegaba hasta el río Nazas. Torreón hubiera quedado comprendido en él si hubiera existido por entonces.

En el caso de la congregación y villa del Torreón, esta política fiscal brindó excelentes resultados. Funcionó como un catalizador para el establecimiento de fábricas, y por ende, para ofrecer nuevos horizontes a los inmigrantes que poblaron el núcleo urbano a una velocidad realmente vertiginosa. Y aunque existía un decreto general, cada nueva industria que se establecía en Torreón solicitaba al gobierno del Estado de Coahuila el decreto que la exentaba de manera particular.

Entre los decretos de exención de impuestos, registramos los siguientes:

El decreto del 18 de febrero de 1898 liberaba del pago de impuestos a la instalación del Alumbrado Eléctrico de Torreón.

El decreto del 7 de noviembre de 1897, por el cual se exceptúa del pago de impuestos a la Fundición de Fierro y Acero.

El decreto del 10 de diciembre de 1900 liberó de contribuciones a la Fábrica de Dulces y Aguas Gaseosas de Torreón.

El decreto del 27 de mayo de 1901 liberó del pago de impuestos a una lavandería torreonense movida por vapor.

El decreto del 4 de julio de 1901 liberó del pago de impuestos a la fábrica “La Internacional” de Torreón, cuya matriz estaba en Chihuahua.

El decreto del 11 de diciembre de 1901 eximió del pago de impuestos a una fábrica beneficiadora de ixtle en Torreón.

El decreto del 27 de diciembre de 1901 liberó del pago de impuestos a una empresa prestadora de servicios de limpieza en Torreón.

El decreto del 27 de junio de 1902 eximió de impuestos a una fábrica torreonense de cerillos.

Y como estos, existieron muchos más decretos que muestran con claridad cuáles fueron los incentivos legales con que contó la villa del Torreón para sufrir una metamorfosis demográfica tan extraordinaria como la que aconteció entre 1893 y 1907.
Para revisar estos y otros decretos, véase "Directorio comercial e industrial de La Laguna por Baca y Aguirre 1905-1907". Torreón, 2006.

martes, enero 02, 2007

Feliz año 2007

Iniciamos con este apunte la crónica virtual del año 2007. Sin duda alguna, será significativo para la ciudad de Torreón, ya que el próximo 15 de septiembre cumplirá su primer centenario como ciudad. Desde el 15 de septiembre del año que recién terminó, los festejos y eventos de toda clase no se hicieron esperar.



Este año seguiremos celebrando el surgimiento de nuestra gran ciudad. Y para aquellas familias cuyos ancestros se encuentran registrados en el censo de 1892, cuando Torreón era una simple congregación, seguiré presentando los resultados de mis pesquisas genealógicas en la serie "Familias centenarias de Torreón".

El censo de 1892 es quizá el registro de habitantes más antiguo de nuestra población. Por esta razón, todas las personas inscritas en él merecen con toda propiedad el título de fundadores, y de manera particular, aquellos que echaron raíces en estas tierras. Y esto porque estaban aquí poco antes de que se decretara la existencia del municipio de Torreón. El 24 de febrero de 1893 fue segregado del de Matamoros el nuevo municipio de Torreón, si bien este decreto no entró en vigor sino hasta septiembre del mismo año.

Sabemos que hubo otros fundadores más antiguos, aquellos que desde 1850 comenzaron a poblar en rancho del Torreón. Pero de ellos sabemos más bien por las partidas de bautismo y de matrimonio de las parroquias de Viesca, de Matamoros, de Mapimí o de San Fernando. No se trata de documentos de carácter colectivo.

El Archivo del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Iberoamericana Laguna, y el Archivo Municipal Eduardo Guerra cuentan con ejemplares de este interesantísimo documento. Seguramente son muchas las familias que pueden trazar su genealogía hasta alguno de los matrimonios o individuos inscritos en sus páginas.

Deseamos a todos nuestros lectores que el 2007 venga acompañado de toda clase de bienestar, y de éxito.